Capítulos de Zacarías

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ZACARÍAS

 

1 1En el año segundo de Darío, el mes octavo, el Señor dirigió la palabra al profeta Zacarías, hijo de Berequías, hijo de Idó:

Exhortación a la conversión

2–El Señor estaba muy irritado con los antepasados de ustedes. 3Ahora diles: Así dice el Señor Todopoderoso:

Vuelvan a mí

      –oráculo del Señor Todopoderoso–,

      y yo volveré a ustedes

      –dice el Señor Todopoderoso–.

4No sean como sus antepasados,

      a quienes predicaban

      los más antiguos profetas

      diciendo:

Así dice el Señor Todopoderoso:

Conviértanse de su mala conducta

      y de sus malas acciones;

      pero ellos no me escucharon

      ni me hicieron caso

      –oráculo del Señor Todopoderoso–.

5Sus antepasados, ¿dónde están?,

      sus profetas, ¿viven para siempre?

6En cambio, mis palabras y decretos,

      que encomendé

      a mis siervos los profetas,

      ¿no alcanzaron a sus antepasados?

Entonces se convirtieron diciendo:

      Como el Señor

      había dispuesto tratarnos

      por nuestra conducta,

      y nuestras acciones,

      así nos ha tratado.

 

Ocho visiones

Primera:

Los jinetes

(Ap 6,1-8)

7El veinticuatro del mes undécimo del segundo año del reinado de Darío, el Señor dirigió la palabra a Zacarías, hijo de Berequías, hijo de Idó:

8En una visión nocturna se me apareció un jinete sobre un caballo rojo, parado en una hondonada entre unos arbustos; detrás de él había caballos rojos, castaños y blancos. 9Pregunté: –¿Quiénes son, señor? Me contestó el ángel que hablaba conmigo:

–Te voy a enseñar quiénes son.

10Y el que estaba entre los arbustos me dijo: –A éstos los ha despachado el Señor para que recorran la tierra.

11Ellos informaron al ángel del Señor, que estaba entre los arbustos:

–Hemos recorrido la tierra y la hemos encontrado en paz y tranquila.

12Entonces el ángel del Señor dijo: –Señor Todopoderoso, ¿cuándo te vas a compadecer de Jerusalén y de los pueblos de Judá? Ya hace setenta años que estás enojado con ellos.

13El Señor contestó al ángel que hablaba conmigo palabras buenas, frases de consuelo. 14Y el ángel que me hablaba me ordenó proclamar:

–Así dice el Señor Todopoderoso:

Siento celos de Jerusalén,

      celos grandes de Sión,

         15y siento un gran enojo

      contra las naciones confiadas

      que se aprovechan

      de mi breve enojo

      para redoblar su maldad.

16Por eso, así dice el Señor:

Me vuelvo a Jerusalén

      con compasión,

      mi templo será reedificado

      –oráculo del Señor Todopoderoso–

      y aplicarán la plomada a Jerusalén.

17Sigue proclamando:

Así dice el Señor Todopoderoso:

Otra vez rebosarán

      las ciudades de bienes,

      el Señor consolará otra vez a Sión,

      Jerusalén será su elegida.

Segunda:

Los cuernos y los herreros

(Dn 7,8.11.20; Sal 75)

2 1Levanté la vista y vi cuatro cuernos. 2Pregunté al ángel que hablaba conmigo: –¿Qué significan?

Me contestó: –Significan los cuernos que dispersaron a Judá, a Israel y Jerusalén.

3Después el Señor me enseñó cuatro herreros. 4Pregunté: –¿Qué han venido a hacer?

Respondió: –Aquellos son los cuernos que dispersaron tan bien a Judá, que nadie pudo levantar cabeza, y los herreros han venido a espantarlos, a derribar los cuernos de las naciones que embestían a Judá para dispersarla.

Tercera:

El cordel de medir

(Is 54,2-3; Jr 31,38-40)

5Levanté la vista y vi a un hombre con un cordel de medir. 6Pregunté: –¿Adónde va ése?

Me contestó: –A medir Jerusalén, para comprobar su anchura y longitud.

7Entonces se adelantó el ángel que hablaba conmigo y otro ángel le salió al encuentro, diciéndole:

8–Corre a decirle a aquel muchacho:

Por la multitud de hombres

      y ganados que habrá,

      Jerusalén será ciudad abierta;

9yo la rodearé

      como muralla de fuego

      y mi gloria estará en medio de ella

      –oráculo del Señor–.

10¡Ánimo, vamos!,

      escapen del país del norte

      –oráculo del Señor–,

      que yo los dispersé

      a los cuatro vientos

      –oráculo del Señor–.

11¡Ánimo, hijos de Sión,

      que habitan en Babilonia, escapen!

12Porque así dice

      el Señor Todopoderoso

      a las naciones que los deportaron:

      El que los toca a ustedes,

      toca a la niña de mis ojos.

13Yo levantaré mi mano contra ellos,

      y serán saqueados

      por sus propios esclavos,

      y sabrán que el Señor Todopoderoso

      me ha enviado.

14Festeja y aclama, joven Sión,

      que yo vengo a habitar en ti

      –oráculo del Señor–.

15Aquel día se incorporarán al Señor

      muchos pueblos

      y serán pueblo mío;

      habitaré en medio de ti,

      y sabrás que el Señor Todopoderoso

      me ha enviado a ti.

16El Señor tomará a Judá

      como herencia suya

      en la tierra santa

      y volverá a elegir a Jerusalén.

17¡Silencio todos ante el Señor,

      que se levanta en su santa morada!

Cuarta:

Investidura del sumo sacerdote

(Éx 28s; Lv 8)

3 1Después me enseñó al sumo sacerdote, Josué, de pie ante el ángel del Señor. A su derecha estaba el Satán acusándolo. 2El Señor dijo a Satán:

–El Señor te llama al orden, Satán; el Señor, que ha escogido a Jerusalén, te llama al orden. ¿No es ése un carbón ardiente sacado del fuego?

3Josué estaba vestido con un traje sucio, de pie delante del ángel. 4Éste dijo a los que estaban allí delante: –Quítenle el traje sucio.

Y a él le dijo: –Mira, aparto de ti la culpa y te visto de fiesta.

5Y añadió: –Pónganle en la cabeza un turbante limpio.

Le pusieron el turbante limpio y lo revistieron.

6El ángel del Señor, que estaba de pie, dijo a Josué:

7Así dice el Señor Todopoderoso:

Si sigues mi camino

      y guardas mis mandamientos,

      también administrarás mi templo

      y guardarás mis atrios,

      y te dejaré acercarte

      con ésos que ahí están.

8Escuchen, Josué, sumo sacerdote, y sus compañeros que están sentados delante de él: ustedes son figuras proféticas de lo que ha de venir. Yo he de traer a mi siervo Germen. 9Miren la piedra que presento a Josué: es una y lleva siete ojos. Tiene una inscripción: En un día quitaré el pecado de esta tierra –oráculo del Señor Todopoderoso–. 10Aquel día se invitarán unos a otros a descansar bajo la parra y la higuera –oráculo del Señor Todopoderoso–.

Quinta:

El candelabro y los dos olivos

(Ap 11,1-14)

4 1Volvió el ángel que hablaba conmigo y me despertó como se despierta a uno del sueño; 2y me dijo: –¿Qué ves?

Contesté: –Veo un candelabro de oro macizo con un recipiente para el aceite encima, y siete lámparas a las que llega el aceite por siete tubos. 3Y dos olivos junto a él, a derecha e izquierda.

4Pregunté al ángel que hablaba conmigo: –¿Qué significa, señor?

5El ángel que hablaba conmigo contestó: –Pero, ¿no sabes lo que significan?

Repuse: No, señor.

6aEntonces él me explicó:

10b–Esas siete lámparas representan los ojos del Señor, que se pasean por toda la tierra.

11Entonces yo pregunté: –¿Y qué significan esos dos olivos a derecha e izquierda del candelabro?

12Insistí: –¿Qué significan las dos ramas de olivo junto a los dos tubos de oro que conducen el aceite?

13Me dijo: –Pero, ¿no lo sabes?

Respondí: –No, señor.

14Y me dijo: –Son los dos ungidos que sirven al Dueño de todo el mundo.

6bEn esto dice el Señor a Zorobabel: –No cuentan la fuerza ni la riqueza, lo que cuenta es mi Espíritu –dice el Señor Todopoderoso–. 7¿Quién eres tú, gran montaña? Delante de Zorobabel quedarás convertida en llanura. Él sacará la piedra principal entre exclamaciones: ¡Qué bella, qué bella!

8El Señor me dirigió la palabra:

9–Zorobabel con sus manos puso los cimientos de esta casa y con sus manos la terminará. Y así sabrás que el Señor Todopoderoso me ha enviado a ustedes. 10a El que despreciaba los humildes comienzos, gozará viendo en manos de Zorobabel la piedra emplomada.

Sexta:

El libro volando

5 1Levanté de nuevo la vista y vi un libro que volaba. 2El ángel me preguntó: –¿Qué ves?

Contesté: –Veo un libro que vuela, de diez metros por cinco.

3Me explicó: –Es la maldición que se dirige a la superficie de todo el país. Por un lado del libro está escrito: Los ladrones quedan sin castigo, por el otro: Los que juran en falso quedan sin castigo.

4Yo la haré venir

      –oráculo del Señor Todopoderoso–

      para que entre en casa del ladrón

      y en casa del que jura falsamente

      por mi Nombre;

      se instalará en la casa

      hasta consumir

      maderas y piedras.

Séptima:

El recipiente y la mujer

5El ángel que hablaba conmigo se adelantó y me dijo:

–Levanta la vista y mira lo que aparece.

6Pregunté: –¿Qué?

Me contestó: –Un recipiente de una medida de harina: así de grande es la culpa en todo el país.

7Entonces se levantó la tapa de plomo y apareció una mujer sentada dentro del recipiente.

8Me explicó: –Es la maldad.

La empujó dentro del recipiente y puso la tapa de plomo.

9Levanté la vista y vi dos mujeres, con alas de cigüeña aleteando en el viento, que transportaban el recipiente entre cielo y tierra.

10Pregunté al ángel que hablaba conmigo:

–¿Adónde se llevan el recipiente?

11Me contestó:

–A construirle un santuario en territorio de Senaar, y cuando esté terminado, la pondrán sobre un pedestal.

Octava:

Los cuatro carros

6 1Levanté la vista de nuevo y vi aparecer cuatro carros entre dos montañas: las montañas eran de bronce. 2Del primer carro tiraban caballos rojos; del segundo, caballos negros; 3del tercero, caballos blancos; del cuarto, caballos manchados.

4Pregunté al ángel que hablaba conmigo: –¿Qué significan, señor?

5El ángel me respondió:

–Están al servicio del Dueño de todo el mundo y salen a los cuatro vientos. 6Los rojos parten hacia oriente, los negros hacia el norte, los blancos hacia occidente, los manchados hacia el sur.

7Salían briosos, dispuestos a recorrer la tierra. Él les ordenó:

–Recorran la tierra.

Y lo hicieron. 8Y a mí me gritó: –Los que salen hacia el norte calman mi enojo contra el país del norte.

La corona

9El Señor me dirigió la palabra:

10–Pide ofrendas a los exiliados que han vuelto de Babilonia: a Jelday, Tobías y Yedayas; después vete a casa de Josías, hijo de Sofonías. 11Toma oro y plata, fabrica una corona y colócala en la cabeza a Zorobabel hijo de Sealtiel. 12Y le dirás:

Así dice el Señor Todopoderoso:

      Aquí está el hombre

      llamado Germen,

      que construirá el templo

      –su descendencia germinará–;

13él construirá el templo,

      él asumirá la dignidad

      y se sentará en el trono

      para gobernar;

      mientras el sumo sacerdote

      se sentará en el suyo,

      y reinará la concordia entre los dos.

14La corona quedará en el templo del Señor como recordatorio para Jelday, Tobías, Yedayas y Josías, hijo de Sofonías.

15Si obedecen al Señor, su Dios,

      de lejos vendrán

      a construir el templo,

      y sabrán que

      el Señor Todopoderoso

      me ha enviado a ustedes.

Consulta litúrgica: culto y justicia

(Is 58)

7 1El año cuarto del reinado de Darío, el cuatro del mes noveno, es decir, en noviembre, el Señor dirigió la palabra a Zacarías.

2Betel-Saréser había enviado a Reguem-Melec con su séquito a aplacar al Señor 3y a consultar a los sacerdotes del templo del Señor Todopoderoso y a los profetas lo siguiente:

–¿Debemos observar el quinto mes un día de duelo y abstinencia como lo venimos haciendo desde hace años?

4El Señor Todopoderoso me dirigió la palabra:

5–Di a la gente del campo y a los sacerdotes: Cuando estos setenta años ayunaban y hacían duelo los meses quinto y séptimo, ¿lo hacían en mi honor? 6Cuando comen y beben, ¿no lo hacen en provecho propio? 7Recuerden las palabras que proclamaba el Señor por medio de los antiguos profetas, cuando Jerusalén y los pueblos de su alrededor, el Negueb y la Sefela todavía estaban habitados.

8El Señor dirigió la palabra al profeta Zacarías:

9–Así dice el Señor Todopoderoso:

Hagan justicia de verdad,

      que cada uno trate a su hermano

      con amor y misericordia,

10no opriman a viudas, huérfanos,

      emigrantes y necesitados,

      que nadie piense en hacer maldades

      contra su prójimo.

11Pero no hicieron caso,

      me dieron la espalda rebelándose,

      se taparon los oídos para no oír.

12Endurecieron su corazón

      como el diamante

      y no escucharon la ley

      ni las palabras

      que el Señor Todopoderoso

      inspiraba a los antiguos profetas.

      Entonces el Señor Todopoderoso

      se indignó profundamente y dijo:

13Como no escucharon

      cuando yo los llamaba,

      no los escucharé cuando me llamen.

14Y los dispersaré

      por naciones extranjeras;

      a su espalda quedó

      la tierra devastada,

      sin vecinos ni caminantes.

      Así convirtieron

      una tierra envidiable

      en una desolación.

Diez promesas

(Jr 30s; 33; Ez 36,16-38)

8 1El Señor Todopoderoso envió este mensaje:

2Así dice el Señor Todopoderoso:

      Siento celos de Sión, celos terribles,

      siento de ella unos celos

      que me arrebatan.

3Así dice el Señor Todopoderoso:

      Volveré a Sión,

      habitaré en medio de Jerusalén;

      Jerusalén se llamará Ciudad fiel,

      el monte del Señor Todopoderoso,

      Monte santo.

4Así dice el Señor Todopoderoso:

      Otra vez se sentarán

      ancianos y ancianas

      en las calles de Jerusalén,

      y habrá hombres tan ancianos

      que se apoyarán en bastones;

         5las calles de la ciudad

      se llenarán de niños y niñas

      que jugarán en la calle.

6Así dice el Señor Todopoderoso:

      Si esto parece imposible

      a los ojos del resto de este pueblo,

      ¿será también imposible para mí?

7Así dice el Señor Todopoderoso:

      Yo salvaré a mi pueblo y lo traeré

      de los países de oriente y occidente,

      para que habite en Jerusalén.

         8Ellos serán mi pueblo,

      yo seré su Dios auténtico y legítimo.

9Así dice el Señor Todopoderoso:

      Anímense a trabajar

      los que escucharon estas palabras,

      pronunciadas por los profetas,

      el día en que se echaron

      los cimientos para la construcción

      del templo del Señor Todopoderoso.

         10Porque antes no había salario

      para hombres ni animales,

      no había seguridad

      para los que iban y venían,

      a causa del enemigo.

      Yo enfrentaba unos contra otros.

         11Ahora no trataré

      al resto del pueblo

      como en tiempos pasados

      –oráculo del Señor Todopoderoso–.

         12Sembrarán tranquilos,

      la viña dará su fruto,

      la tierra dará su cosecha,

      el cielo dará su rocío;

      todo se lo entrego como herencia

      al resto de este pueblo.

         13Así como antes,

      pueblo de Judá y pueblo de Israel

      fueron maldecidos por los paganos,

      así ahora los salvaré

      y serán bendecidos.

      No teman, anímense.

14Así dice el Señor Todopoderoso:

      Como planeaba desgracias

      contra ustedes,

      cuando me irritaban sus padres,

      y no me arrepentía

      –dice el Señor Todopoderoso–,

         15así cambiaré en estos días

      mis planes

      para hacer bien a Jerusalén y a Judá.

      No teman.

         16Esto es lo que tienen que hacer:

      Decir la verdad al prójimo,

      juzgar con integridad

      en los tribunales;

         17no tramar males

      unos contra otros,

      no acostumbrarse a jurar en falso,

      que yo aborrezco todo eso

      –oráculo del Señor–.

18El Señor Todopoderoso

      me dirigió la palabra:

19Así dice el Señor Todopoderoso:

      El ayuno de los meses

      cuarto, quinto, séptimo y décimo

      se cambiará para Judá en gozo,

      alegría y festividad.

      Amen la sinceridad y la paz.

20Así dice el Señor Todopoderoso:

      Todavía vendrán pueblos

      y vecinos de ciudades populosas;

         21los habitantes de una ciudad

      irán a los de otra y les dirán:

      Vamos a apaciguar al Señor.

      –Yo voy contigo a visitar

      al Señor Todopoderoso.

         22Así vendrán pueblos numerosos

      y naciones poderosas

      a visitar al Señor Todopoderoso

      en Jerusalén y a apaciguar al Señor.

23Así dice el Señor Todopoderoso:

      En aquellos días diez hombres

      de cada lengua extranjera

      agarrarán a un judío

      por el borde del manto y le dirán:

      Queremos ir con ustedes,

      porque hemos oído

      que Dios está con ustedes.

Contra las naciones

(Am 1,3-10)

9 1La Palabra del Señor

llega al territorio de Jadrac,

      y se detiene en Damasco;

      porque al Señor le pertenece

      la capital de Siria

      como todas las tribus de Israel;

2y también la vecina Jamat,

      y Tiro y Sidón,

      con toda su sabiduría.

3Tiro se construyó una fortaleza,

      amontonó plata como polvo

      y oro como barro de la calle;

4pero el Señor se apoderará de ella,

      arrojará al mar sus riquezas

      y ella será consumida por el fuego.

5Ascalón al verlo temblará,

      Gaza se retorcerá y también Ecrón,

      porque su esperanza

      quedó defraudada.

      Será eliminado el rey de Gaza,

      Ascalón quedará deshabitada.

6En Asdod habitarán bastardos,

      y aniquilaré el orgullo de los filisteos.

7Les arrancaré de la boca la sangre

      y de los dientes

      las comidas prohibidas:

      entonces un resto de ellos

      será de nuestro Dios,

      será como una tribu de Judá

      y Ecrón como los jebuseos.

8Pondré una guarnición en mi casa

      contra los que merodean,

      y no volverá a pasar el tirano,

      porque ahora vigilo con mis ojos.

Paz y guerra

9Alégrate, ciudad de Sión:

      grita de júbilo, Jerusalén;

      mira a tu rey que está llegando:

      justo, victorioso, humilde,

      cabalgando un burro,

      una cría de burra.

10Destruirá los carros de Efraín

      y los caballos de Jerusalén;

      destruirá los arcos de guerra

      proclamará la paz a las naciones;

      dominará de mar a mar,

      del Gran Río al confín de la tierra.

11Por la sangre de tu alianza,

      libertaré a los presos del calabozo.

12Regresen a la ciudad fortificada,

      cautivos esperanzados;

      hoy te envío un segundo mensajero.

13Tensaré a Judá como un arco

      y lo cargaré con Efraín;

      Sión, te convierto

      en espada de campeón,

      e incitaré a tus hijos

      contra los de Grecia.

14El Señor se les aparecerá

      disparando flechas como rayos,

      el Señor tocará la trompeta

      y avanzará entre huracanes del sur.

15El Señor Todopoderoso

      será su escudo:

      se tragarán como carne

      a los honderos,

      beberán como vino su sangre,

      se llenarán como copas

      o como salientes de altar.

Fecundidad

16Aquel día el Señor los salvará,

      y su pueblo será

      como un rebaño en su tierra,

      como piedras agrupadas

      en una diadema.

17¡Qué felicidad, qué belleza!

      El trigo hará florecer a los jóvenes,

      el vino nuevo a las muchachas.

 

10 1Pidan al Señor

las lluvias tempranas y tardías,

      que el Señor envía

      los relámpagos y los aguaceros,

      da pan al hombre

      y hierba al campo.

2En cambio, los ídolos dan

      respuestas vacías,

      los adivinos solo ven falsedades,

      cuentan sueños fantásticos,

      consuelan sin provecho.

      Por eso el pueblo vaga perdido

      como ovejas sin pastor.

Repatriación

3Contra los pastores

      se enciende mi cólera,

      voy a castigar a los chivos.

El Señor Todopoderoso cuidará

      de su rebaño –la casa de Judá–

      y hará de él

      su caballo preferido en la batalla.

4De ellos saldrá la piedra angular

      y estacas para las tiendas,

      los arcos guerreros

      y los capitanes;

5todos juntos serán como soldados

      que pisan el barro de la calle

      en la batalla; pelearán

      porque el Señor está con ellos,

      y los jinetes saldrán derrotados.

6Fortaleceré a la casa de Judá,

      daré la victoria a la casa de José,

      los devolveré a su patria

      porque me dan lástima,

      y serán

      como si no los hubiera rechazado.

      Yo soy el Señor, su Dios,

      que les responde.

7Efraín será como un soldado,

      se sentirá alegre,

      como si hubiera bebido;

      sus hijos al verlo se alegrarán,

      se sentirán gozosos con el Señor.

8Silbaré para reunirlos,

      porque los rescaté,

      y serán tan numerosos como antes.

9Si los dispersé por varias naciones,

      allá lejos criarán hijos,

      se acordarán de mí y volverán.

10Los devolveré a su patria

      desde Egipto,

      los reuniré en Asiria,

      los conduciré a Galaad y al Líbano

      y ni siquiera así

      habrá sitio suficiente.

11Entonces atravesarán un mar hostil:

      golpearé el mar agitado

      y se secará el fondo del Nilo.

      Será abatido el orgullo de Asiria

      y arrancado el cetro de Egipto;

12con la fuerza del Señor

      avanzarán en su nombre

      –oráculo del Señor–.

 

11 1Abre tus puertas, Líbano,

que el fuego se alimente

      con tus cedros.

2Gime, ciprés, que ha caído el cedro,

      han talado los árboles poderosos;

      giman, encinas de Basán,

      que ha caído la selva impenetrable.

3Escuchen: gimen los pastores,

      porque han arrasado sus pastos;

      escuchen: rugen los leones,

      porque han arrasado

      la arboleda del Jordán.

Ovejas y pastores

(Ez 34)

4Así dice el Señor, mi Dios: Engorda las ovejas para la matanza: 5los compradores las matan sin sentirse culpables; los vendedores dicen: ¡Bendito sea Dios!, me hago rico; los pastores no se compadecen de ellas.

6No volveré a perdonar

      a los habitantes del país

      –oráculo del Señor–;

      entregaré a cada uno en manos

      de su pastor y de su rey;

      cuando destruyan el país,

      no los libraré de sus manos.

7Entonces yo engordé las ovejas para la matanza, por cuenta de los comerciantes. Tomé dos bastones: a uno lo llamé Belleza, al otro Unión, y seguí engordando las ovejas. 8En un mes eliminé a los tres pastores: ya no los aguantaba, ni ellos a mí. 9Les dije: –No quiero seguir pastoreando con ustedes. Si una se muere, que se muera; si una perece, que perezca; las que queden se comerán unas a otras.

10Tomé el bastón Belleza y lo rompí, en señal de que anulaba mi alianza con todas las naciones. 11Aquel día se anuló, y los comerciantes que me vigilaban comprendieron que se trataba de una Palabra del Señor.

12Entonces les dije:

–Si les parece bien, páguenme el salario; si no, déjenlo.

Ellos pesaron mi salario: treinta monedas de plata.

13Y el Señor me dijo: –Échalo en el tesoro del templo.

Yo tomé aquella valiosa suma en que me habían valorado y la eché en el tesoro del templo del Señor.

14Después rompí el segundo bastón, Unión, en señal de que anulaba la hermandad de Judá e Israel.

15El Señor me ordenó:

Vístete con la ropa

      de un pastor irresponsable.

16Porque yo pondré en el país

      un pastor que descuide

      a las ovejas extraviadas

      y no busque a las perdidas,

      que no sane a las heridas

      ni alimente a las sanas,

      que se coma las gordas

      y les arranque las pezuñas.

17¡Ay del mal pastor

      que abandona el rebaño!

      ¡Que un puñal hiera su brazo,

      y su ojo derecho!

      ¡Que se le paralice el brazo,

      que se le ciegue el ojo derecho!

 

13 7¡Levántate, espada,

contra mi pastor,

      contra mi ayudante!

      –oráculo del Señor Todopoderoso–.

      Hiere al pastor,

      que se dispersen las ovejas;

      volveré mi mano

      contra los pequeños.

8En todo el país –oráculo del Señor–

      dos tercios serán arrancados

      y perecerán,

      y quedará sólo un tercio.

9Ese tercio lo pasaré por fuego,

      lo purificaré como al oro,

      lo limpiaré como a la plata.

      Después me llamará

      y yo le contestaré;

      diré: Son mi pueblo,

      y ellos dirán: El Señor es mi Dios.

Aquel día

12 1Oráculo. Palabra del Señor para Israel. Oráculo del Señor que desplegó el cielo, cimentó la tierra y formó el espíritu del hombre dentro de él.

2Miren: voy a hacer de Jerusalén una copa embriagadora para todos los pueblos vecinos; también Judá estará en el asedio de Jerusalén.

3En aquel día haré de Jerusalén una piedra muy pesada para todos los pueblos: cuando se alíen contra ella todas las naciones del mundo, el que intente levantarla se herirá con ella.

4Aquel día –oráculo del Señor–

      haré que se espanten los caballos

      y se asusten los jinetes;

      pondré mis ojos en Judá

      y cegaré los caballos

      de los paganos.

5Las tribus de Judá se dirán:

      Los vecinos de Jerusalén

      cobran fuerzas

      gracias al Señor Todopoderoso,

      su Dios.

6Aquel día haré de las tribus de Judá

      un incendio en el bosque,

      una antorcha entre la paja,

      devorarán a derecha e izquierda

      a todos los pueblos vecinos.

      Mientras Jerusalén

      seguirá habitada en su sitio.

7El Señor salvará las tiendas de Judá

      como antiguamente:

      así ni la dinastía davídica

      ni los vecinos de Jerusalén

      mirarán con orgullo a Judá.

8Aquel día escuchará el Señor

      a los vecinos de Jerusalén:

      el más inseguro

      se sentirá fuerte como David,

      el sucesor de David será un dios,

      como un ángel del Señor

      al frente de ellos.

9En aquel día me dispondré

      a aniquilar

      a todas las naciones

      que invadan Jerusalén.

10Sobre la dinastía davídica

      y los vecinos de Jerusalén

      derramaré un espíritu

      de gracia y de súplica.

      Al mirarme traspasado

      por ellos mismos,

      harán duelo como por un hijo único,

      llorarán como se llora

      a un primogénito.

11Aquel día el luto de Jerusalén

      será tan grande

      como el de Hadad-Rimón,

      en el valle de Meguido.

12Hará duelo el país,

      familia por familia:

      la familia de David por su lado,

      y sus mujeres por su lado;

      la familia de Natán por su lado,

      y sus mujeres por su lado;

13la familia de Leví por su lado,

      y sus mujeres por su lado;

      la familia de Semeí por su lado,

      y sus mujeres por su lado;

14todas las familias supervivientes

      cada una por su lado,

      y sus mujeres por su lado.

 

13 1Aquel día

se abrirá un manantial

      para que puedan lavar en él

      sus pecados e impurezas

      la dinastía de David

      y los vecinos de Jerusalén.

2En aquel día

      –oráculo del Señor Todopoderoso–

      arrancaré del país

      los nombres de los ídolos

      y no serán invocados más;

      también apartaré del país

      sus profetas

      y el espíritu que los contamina.

3Si uno vuelve a profetizar, los mismos padres que lo engendraron le dirán: No quedarás vivo, por haber profetizado mentiras en nombre del Señor. Sus mismos padres lo apuñalarán por hacerse pasar por profeta.

4En aquel día se avergonzarán los profetas de sus visiones y profecías y no se vestirán mantos peludos para engañar. 5Dirán: No soy profeta, sino labrador; la tierra es mi ocupación desde la juventud. 6Le preguntarán: ¿Y qué son esas heridas que llevas entre los brazos? Contestará: Es que me hirieron en casa de mis amantes.

 

14 1Miren que llega

el día del Señor,

      en que tus despojos, Jerusalén,

      serán repartidos en medio de ti.

2Movilizaré a todas las naciones

      contra Jerusalén;

      conquistarán la ciudad,

      saquearán las casas,

      violarán a las mujeres;

      la mitad de la población

      marchará al destierro,

      el resto del pueblo

      no será expulsado de la ciudad.

3Porque el Señor saldrá a luchar

      contra esas naciones como

      cuando salía a luchar

      en la batalla.

4Aquel día asentará los pies sobre el Monte de los Olivos, a oriente de Jerusalén, y lo dividirá por el medio formando un gran valle de este a oeste: la mitad del monte se apartará hacia el norte, la otra mitad hacia el sur. 5El valle de Hinón quedará bloqueado, porque el valle entre los dos montes seguirá su dirección. Y ustedes huirán como cuando el terremoto en tiempos de Ozías, rey de Judá. Y vendrá el Señor, mi Dios, con todos sus consagrados.

6En aquel día no habrá más

      astros luminosos, frío y hielo;

7será un día único,

      elegido por el Señor,

      sin distinción de noche y día,

      porque al atardecer

      seguirá habiendo luz.

8En aquel día brotará

      un manantial en Jerusalén:

      la mitad fluirá

      hacia el mar oriental,

      la otra mitad

      hacia el mar occidental;

      lo mismo en verano

      que en invierno.

9El Señor será rey de todo el mundo.

      Aquel día el Señor será único

      y su nombre único.

10Todo el país se transformará en llanura: desde La Gueba hasta Rimón Negueb. Jerusalén estará en alto y habitada, desde la Puerta de Benjamín hasta la Puerta Vieja y hasta la Puerta del Ángulo, desde la torre de Jananel hasta las Bodegas del Rey. 11Estará habitada, no volverá a ser amenazada de exterminio; habitarán en Jerusalén tranquilos.

12A todos los pueblos

      que lucharon contra Jerusalén

      el Señor les impondrá

      el siguiente castigo:

      se les pudrirá la carne

      mientras estén de pie,

      se les pudrirán los ojos

      en las cuencas,

      se les pudrirá la lengua en la boca.

13En aquel día les asaltará

      un pánico terrible

      enviado por el Señor.

      Cuando uno agarre la mano

      de un camarada,

      el otro volverá su mano contra él.

14Hasta Judá

      luchará contra Jerusalén.

      Arrebatarán las riquezas

      de los pueblos vecinos:

      plata y oro y trajes innumerables.

15Los caballos, mulos, burros, camellos y demás animales que haya en los campamentos sufrirán el mismo castigo. 16Los supervivientes de las naciones que invadieron Jerusalén vendrán cada año a rendir homenaje al Rey, al Señor Todopoderoso, y a celebrar la fiesta de las Chozas. 17La tribu que no suba a Jerusalén a rendir homenaje al Rey no recibirá lluvia en su territorio. 18Si alguna tribu egipcia no acude, el Señor la castigará como castiga a los que no van a celebrar la fiesta de las Chozas. 19Ésa será la pena de Egipto y de las naciones que no vengan a celebrar la fiesta de las Chozas.

20Aquel día

      los cascabeles de los caballos

      llevarán escrito:

      Consagrado al Señor;

      las ollas del templo

      serán tan sagradas

      como los aspersorios del altar.

21Todas las ollas de Jerusalén y Judá

      estarán consagradas al Señor.

      Los que vengan

      a ofrecer sacrificios

      las usarán para guisar en ellas.

      Y ya no habrá, aquel día,

      mercaderes en el templo

      del Señor Todopoderoso.