Capítulos del Jeremías

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JEREMÍAS

Introducción

1 1Palabras de Jeremías, hijo de Jelcías, de los sacerdotes residentes en Anatot, territorio de Benjamín. 2Recibió palabras del Señor durante el reinado de Josías, hijo de Amón, en Judá, el año trece de su reinado, 3y también en tiempos de Joaquín, hijo de Josías, hasta el final del año once del reinado en Judá de Sedecías, hijo de Josías; hasta la deportación de Jerusalén en el mes quinto.

Vocación de Jeremías

(Éx 3s; 1 Sm 1–3; Is 6; Ez 2)

4El Señor me dirigió la palabra:

5–Antes de formarte en el vientre te elegí, antes de salir del seno materno te consagré y te nombré profeta de los paganos.

6Yo repuse:

–¡Ay, Señor mío! Mira que no sé hablar, que soy un muchacho.

7El Señor me contestó:

–No digas que eres un muchacho: que a donde yo te envíe, irás; lo que yo te mande, lo dirás. 8No les tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte –oráculo del Señor–.

9El Señor extendió la mano, me tocó la boca y me dijo:

–Mira, yo pongo mis palabras en tu boca, 10hoy te establezco sobre pueblos y reyes, para arrancar y arrasar, destruir y demoler, edificar y plantar.

Dos visiones de Jeremías

11El Señor me dirigió la palabra:

–¿Qué ves, Jeremías?

Respondí:

–Veo una rama de almendro.

12Me dijo:

–¡Has visto bien! Porque estoy atento para cumplir mi palabra.

13De nuevo me dirigió la palabra:

–¿Qué ves?

Respondí:

–Veo una olla hirviendo que se derrama por el lado del norte.

14Me dijo:

–Desde el norte se derramará la desgracia sobre todos los habitantes del país.

15Voy a llamar a todas las tribus del norte –oráculo del Señor–:

      Vendrá y pondrá

      cada uno su asiento

      frente a las puertas de Jerusalén,

      en torno a sus murallas

      y frente a los poblados de Judá.

16Entablaré juicio contra ellos

      por todas sus maldades:

      porque me abandonaron,

      quemaron incienso

      a dioses extranjeros

      y se postraron

      ante las obras de sus manos.

17Y tú ármate de valor, levántate,

      diles lo que yo te mando.

      No les tengas miedo;

      que si no,

      yo te meteré miedo de ellos.

18Yo te convierto hoy

      en ciudad fortificada,

      en columna de hierro,

      en muralla de bronce,

      frente a todo el país:

      frente a los reyes y príncipes de Judá,

      frente a los sacerdotes

      y los terratenientes;

19lucharán contra ti,

      pero no te vencerán,

      porque yo estoy contigo para librarte

      –oráculo del Señor–.

 

Pleito de Dios y conversión

(Is 59; Os 2)

Vuelvo a pleitear con ustedes

2 1El Señor me dirigió la palabra:

2–Ve, grita, que lo oiga Jerusalén:

Así dice el Señor:

      Recuerdo tu cariño de joven,

      tu amor de novia,

      cuando me seguías por el desierto,

      por tierra sin cultivar.

3Israel era sagrada para el Señor,

      primicia de su cosecha:

      quien se atrevía a comer de ella

      lo pagaba,

      la desgracia caía sobre él

      –oráculo del Señor–.

4Escuchen la Palabra del Señor,

      casa de Jacob,

      tribus todas de Israel:

5Así dice el Señor:

      ¿Qué delito encontraron

      en mí sus padres

      para alejarse de mí?

      Siguieron a dioses vanos

      volviéndose así vanos ellos mismos,

6en vez de preguntar:

      ¿Dónde está el Señor?

      El que nos sacó de Egipto

      y nos condujo por el desierto,

      por estepas y barrancos,

      tierra sedienta y sombría,

      tierra que nadie atraviesa,

      que ninguno habita.

7Yo los conduje a un país de huertos,

      para que comieran sus frutos sabrosos;

      pero entraron

      y contaminaron mi tierra,

      e hicieron de mi herencia

      un lugar aborrecible.

8Los sacerdotes no preguntaban:

      ¿Dónde está el Señor?

      Los doctores de la ley

      no me reconocían,

      los pastores se rebelaban contra mí,

      los profetas profetizaban

      en nombre de Baal,

      siguiendo a dioses que de nada sirven.

9Por eso vuelvo

      a pleitear con ustedes

      y con sus nietos pleitearé

      –oráculo del Señor–.

10Naveguen hasta las costas

      de Chipre y miren,

      envíen gente a Cadar

      y observen atentamente:

      ¿ha sucedido algo semejante?

11¿Cambia un pueblo de dios?

      Y eso que no es dios;

      pero mi pueblo cambió su Gloria

      por el que no sirve.

12¡Espántense de esto, cielos

      tiemblen horrorizados!

      –oráculo del Señor–,

13porque dos maldades

      ha cometido mi pueblo:

      me abandonaron a mí,

      fuente de agua viva,

      y se cavaron pozos,

      pozos agrietados

      que no conservan el agua.

Tu maldad te escarmienta

14¿Era Israel un esclavo

      o un nacido en esclavitud?

      ¿Por qué se ha vuelto

      presa de leones

15que rugen contra él

      con gran estruendo?

      Arrasaron su tierra,

      incendiaron sus poblados

      hasta dejarlos deshabitados.

16Incluso gente de Menfis y Tafnes

      te raparon la cabeza.

17¿No te ha sucedido todo eso

      por haber abandonado

      al Señor, tu Dios?

18Y ahora,

      ¿para qué quieres ir a Egipto?,

      ¿a beber agua del Nilo?;

      ¿para qué quieres ir a Asiria?,

      ¿a beber agua del Éufrates?

19Tu maldad te castiga,

      tu infidelidad te enseña:

      mira y aprende

      que es malo y amargo

      abandonar al Señor, tu Dios,

      sin sentir miedo

      –oráculo del Señor Todopoderoso–.

20Desde antiguo has roto el yugo

      y hecho saltar las correas

      diciendo: No quiero servir:

      en cualquier colina alta,

      bajo cualquier árbol frondoso,

      te acostabas y te prostituías.

21Yo te planté, vid selecta

      de cepas legítimas,

      y tú te volviste espino,

      viña bastarda.

22Por más que te laves con jabón

      y lejía abundante,

      me queda presente la mancha

      de tu culpa –oráculo del Señor–.

¿Por qué me entablan pleito?

23¿Cómo te atreves a decir:

      No me he contaminado,

      no he seguido a los ídolos?

      Mira en el valle tu camino

      y reconoce lo que has hecho,

      camella liviana

      de extraviados caminos,

24asna salvaje criada en el desierto,

      cuando en celo aspira el viento,

      ¿quién domará su pasión?

      Los que la buscan

      no necesitan cansarse,

      la encuentran en celo.

25Ahórrales calzado a tus pies,

      sed a tu garganta;

      tú respondes: ¡De ninguna manera!

      Estoy enamorada de extranjeros

      y me iré con ellos.

26Como se queda turbado

      un ladrón sorprendido,

      se quedan turbados los israelitas,

      con sus reyes, príncipes,

      sacerdotes y profetas;

27dicen a un trozo de madera:

      Eres mi padre;

      a una piedra: Me has dado a luz;

      me dan la espalda y no la cara,

      pero en tiempo de la desgracia dicen:

      ¡Ven a salvarnos!

28¿Y dónde están los dioses

      que te hacías?

      ¡Que se levanten ellos

      y te salven de tu desgracia!

      Pues tantos como poblados

      eran tus dioses, Judá.

29¿Por qué me entablan pleito,

      si son todos rebeldes?

      –oráculo del Señor–.

30En vano herí a sus hijos:

      no aprendieron la lección;

      la espada de ustedes

      devoró a sus profetas

      como león carnicero.

31–Ustedes fíjense

      en la Palabra del Señor–.

      ¿Me he vuelto desierto para Israel

      o tierra tenebrosa?

      ¿Por qué dice mi pueblo:

      Huimos, ya no volvemos a ti?

32¿Acaso olvida una joven sus joyas,

      una novia su cinturón?

      Pero mi pueblo me tiene olvidado

      hace ya mucho tiempo.

33¡Qué bien conoces

      el camino de tu amor!

      ¡Qué bien te has aprendido

      el mal camino!

34En tus manos hay sangre

      de pobres inocentes:

      no los sorprendiste

      abriendo un boquete.

35Y encima dices: Soy inocente,

      su ira no me alcanzará.

      Pero yo te juzgaré

      por haber dicho que no has pecado.

36¡Qué poco te cuesta

      cambiar de rumbo!

      También Egipto te va a fallar

      como te falló Asiria;

37también de allí saldrás

      con las manos en la cabeza,

      porque el Señor ha rechazado

      la base de tu confianza,

      y no tendrás éxito con ellos.

¿Podrás volver a mí?

(Dt 24,1-4; Os 3)

3 1Si un hombre repudia a su mujer, ella se separa y se casa con otro, ¿volverá él a ella?, ¿no está esa mujer irremediablemente deshonrada? Y tú, que te has prostituido con muchos amantes, ¿podrás volver a mí? –oráculo del Señor–.

2Levanta la vista

      a los montes desolados y mira:

      ¿dónde no te has prostituido?

      Como un nómada en el desierto

      te sentabas en los caminos,

      a su disposición,

      y profanaste la tierra

      con tu prostitución y tu maldad.

3Faltaban los aguaceros,

      no veían la lluvia,

      y tú, ramera descarada,

      no sentías vergüenza.

4Ahora mismo me dices:

      Tú eres mi padre,

      mi amigo de juventud;

5pensando: No me va a guardar

      un rencor eterno,

      y seguías obrando maldades,

      tan tranquila.

Las dos hermanas

(Ez 23)

6Durante el reinado de Josías me dijo el Señor:

–¿Has visto lo que ha hecho Israel, la apóstata? Se ha ido por todos los montes altos y se ha prostituido bajo todo árbol frondoso.

7Yo pensé que después de hacer todo esto volvería a mí; pero no volvió. Entonces su hermana, Judá, la infiel, 8vio que a Israel, la apóstata, la había despedido yo por sus infidelidades, dándole el acta de divorcio; con todo, Judá, la infiel, no temió, sino que fue y se prostituyó también ella. 9Y así, con su facilidad para prostituirse, profanó el país, porque cometió adulterio con la piedra y el leño. 10A pesar de todo, su hermana, Judá, la infiel, no volvió a mí de todo corazón, sino de mentiras –oráculo del Señor–.

11El Señor me dijo:

–Israel, la apóstata, resulta inocente al lado de Judá, la infiel.

Vuelvan, hijos apóstatas

(Os 14,2-9)

12Ve y proclama

      este mensaje hacia el norte:

      Vuelve, Israel, apóstata

      –oráculo del Señor–,

      que no te pondré mala cara,

      porque soy leal

      y no guardo rencor eterno

      –oráculo del Señor–.

13Pero reconoce tu culpa,

      porque te rebelaste

      contra el Señor, tu Dios:

      entregaste tu amor a extraños

      bajo todo árbol frondoso

      y me desobedeciste

      –oráculo del Señor–.

14Vuelvan, hijos apóstatas

      –oráculo del Señor–,

      que yo soy su dueño:

      escogeré a uno de cada ciudad,

      a dos de cada tribu

      y los traeré a Sión;

15les daré pastores a mi gusto

      que los apacienten

      con saber y acierto;

16entonces, cuando crezcan

      y se multipliquen en el país

      –oráculo del Señor–,

      ya no se nombrará el arca

      de la alianza del Señor,

      no se la recordará ni mencionará,

      no se la echará de menos

      ni se hará otra.

17En aquel tiempo

      llamarán a Jerusalén

      Trono del Señor,

      acudirán a ella todos los paganos,

      porque Jerusalén llevará

      el Nombre del Señor

      y ya no seguirán la maldad

      de su corazón obstinado.

18En aquellos días Judá

      irá a reunirse con Israel

      y juntas vendrán del país del norte

      a la tierra que di

      en herencia a sus padres.

19Yo había pensado

      contarte entre mis hijos,

      darte una tierra envidiable,

      la perla de las naciones en herencia,

      esperando que me llamaras:

      padre mío, y no te apartaras de mí;

20pero igual que una mujer

      traiciona a su amante,

      así me traicionó Israel

      –oráculo del Señor–.

21Oigan, se escucha

      en los montes desolados

      el llanto suplicante de los israelitas,

      que han extraviado el camino,

      olvidados del Señor, su Dios.

22Vuelvan, hijos apóstatas,

      y los sanaré de su apostasía.

Respuesta de Israel

(Esd 9; Neh 9; Bar 1,15–3,8)

Aquí estamos, hemos venido a ti,

      porque tú, Señor, eres nuestro Dios.

23Cierto, son mentira las colinas

      y las celebraciones de los montes;

      en el Señor, nuestro Dios,

      está la salvación de Israel.

24La vergonzosa idolatría devoró

      los ahorros de nuestros padres

      desde su juventud:

      vacas y ovejas, hijos e hijas;

25nos acostamos

      sobre nuestra vergüenza

      y nos cubre la humillación,

      porque pecamos contra el Señor,

      nuestro Dios,

      nuestros padres y nosotros,

      desde la juventud hasta hoy

      y desobedecimos al Señor,

      nuestro Dios.

Nueva exhortación al arrepentimiento

4 1Si quieres volver, Israel,

vuelve a mí –oráculo del Señor–;

      si apartas de mí

      tus ídolos detestables,

      no irás errante;

2si juras por el Señor con verdad,

      justicia y derecho,

      las naciones desearán

      tu dicha y tu fama.

3Así dice el Señor

      a los habitantes de Judá y Jerusalén:

      Preparen los campos

      y no siembren cardos.

4Circuncídense para el Señor

      quiten el prepucio de sus corazones,

      habitantes de Judá y Jerusalén,

      no sea que por sus malas acciones,

      estalle como fuego mi cólera

      y arda

      sin que nadie pueda apagarla.

 

El enemigo del norte

(Is 5,26-30)

Mírenle subir

5Anúncienlo en Judá,

      proclámenlo en Jerusalén,

      toquen la trompeta en el país,

      griten a pleno pulmón:

      júntense para marchar

      a la ciudad fortificada,

6levanten la bandera hacia Sión;

      escapen sin detenerse;

      que yo traigo del norte la desgracia,

      una gran calamidad:

7sale el león de la maleza,

      sale de su guarida,

      está en marcha

      un asesino de pueblos,

      para arrasar tu país

      e incendiar tus ciudades

      dejándolas despobladas.

8Por eso vístanse de sayal,

      hagan duelo y laméntense,

      porque no cede el incendio

      de la ira del Señor.

9Aquel día –oráculo del Señor–

      se acobardarán el rey y los príncipes,

      se espantarán los sacerdotes,

      se turbarán los profetas.

10Yo dije: ¡Ay Señor mío!

      Realmente has engañado

      a este pueblo y a Jerusalén,

      prometiéndole paz,

      cuando tenemos al cuello la espada.

11En aquel tiempo dirán

      a este pueblo y a Jerusalén:

      Un viento sopla

      de las dunas del desierto

      hacia la capital de mi pueblo:

      no viento de aventar

      ni de limpiar el trigo,

12sino viento huracanado

      a mis órdenes:

      ahora me toca a mí

      pronunciar su sentencia.

13Mírenle avanzar como una nube,

      sus carrozas como un huracán,

      sus caballos más rápidos que águilas:

      ¡ay de nosotros!

      Estamos perdidos.

14Jerusalén, lava tu corazón

      de maldades, para salvarte,

      ¿hasta cuándo anidarán en tu pecho

      planes criminales?

15Escucha al mensajero de Dan,

      al que anuncia desgracias

      desde la sierra de Efraín:

16Díganselo a los paganos,

      anúncienlo en Jerusalén:

      de tierra lejana llega el enemigo

      lanzando gritos

      contra los poblados de Judá;

17como los guardianes

      de un campo te cercan,

      porque te rebelaste contra mí

      –oráculo del Señor–;

18tu conducta y tus acciones

      te lo han traído,

      ése es tu castigo,

      el dolor que te hiere el corazón.

El alarido de guerra

19¡Ay mis entrañas, mis entrañas!

      Me tiemblan las paredes del pecho,

      tengo el corazón turbado

      y no puedo callar;

      porque yo mismo escucho

      el toque de trompeta,

      el alarido de guerra,

20un golpe llama a otro golpe,

      el país está deshecho;

      de repente quedan

      destrozadas las tiendas de campaña

      y en un momento los pabellones.

21¿Hasta cuándo tendré

      que ver la bandera

      y escuchar el toque de la trompeta?

22Mi pueblo es insensato,

      no me reconoce,

      son hijos necios que no recapacitan:

      son hábiles para el mal,

      ignorantes para el bien.

23Miro a la tierra: ¡caos informe!;

      al cielo: está sin luz;

24miro a los montes: tiemblan;

      a las colinas: danzan;

25miro: no hay hombres,

      las aves del cielo han volado;

26miro: el vergel es un desierto,

      los poblados están arrasados:

      por el Señor, por el incendio de su ira.

El grito de Sión

27Así dice el Señor:

      El país quedará desolado,

      pero no lo aniquilaré;

28la tierra guardará luto,

      el cielo arriba se ennegrecerá;

      lo dije y no me arrepiento,

      lo pensé y no me vuelvo atrás.

29Al oír a los jinetes y arqueros,

      huyen los vecinos,

      se meten en cuevas,

      se esconden en la maleza,

      trepan a los peñascos,

      y la ciudad queda abandonada,

      sin un habitante.

30Y tú, ¿qué haces

      que te vistes de púrpura,

      te enjoyas de oro,

      te maquillas los ojos con negro?

      En vano te embelleces,

      tus amantes te rechazan,

      sólo buscan tu vida.

31Oigo un grito como de parturienta,

      sollozos como en el primer parto:

      el grito angustiado de Sión,

      estirando los brazos:

      ¡Ay de mí, que desfallezco,

      que me quitan la vida!

¿No he de vengarme yo mismo?

(Is 9,7-21; Jr 9,1-10)

5 1Recorran las calles de Jerusalén,

miren, comprueben,

      busquen en sus plazas

      a ver si hay alguien

      que respete el derecho

      y practique la sinceridad;

      y le perdonaré.

2Cuando dicen: ¡Por la vida del Señor!,

      juran en falso,

3y tus ojos, Señor,

      buscan la sinceridad.

      Los heriste y no les dolió,

      los exterminaste y no escarmentaban;

      endurecían la cara como roca

      y se negaban a convertirse.

4Me dije: éstos son

      gente sencilla e ignorantes,

      no conocen el camino del Señor,

      el precepto de su Dios;

5me dirigiré a los jefes para hablarles,

      porque ellos sí conocen

      el camino del Señor,

      el precepto de su Dios.

      Pero todos juntos rompieron el yugo,

      hicieron saltar las correas;

6por eso los herirá un león de la selva,

      un lobo del desierto

      los despedazará,

      una pantera acecha sus ciudades

      y arrebata al que sale,

      porque son muchas sus culpas

      y graves sus apostasías.

7Después de todo, ¿podré perdonarte?,

      tus hijos me abandonaron,

      juraron por dioses falsos;

      yo los colmé de bienes,

      ellos fueron adúlteros,

      se iban en tropel a los prostíbulos;

8son caballos cebados y fogosos

      que relinchan

      cada cual por la mujer del prójimo.

9Y por todo esto, ¿no los castigaré?

      –oráculo del Señor–.

      De un pueblo semejante,

      ¿no me voy a vengar?

10Suban a sus terrazas,

      destruyan sin aniquilar;

      arranquen sus sarmientos,

      ya que no son del Señor;

11porque me han sido infieles

      Israel y Judá

      –oráculo del Señor–;

12renegaron del Señor diciendo:

      No es él,

      no nos pasará nada,

      no veremos espada ni hambre.

13Sus profetas son viento,

      no tienen palabras del Señor,

14por eso así dice el Señor,

      Dios Todopoderoso:

      Por haber hablado así,

      así les sucederá:

      haré que mi palabra

      sea fuego en tu boca

      que consumirá a ese pueblo

      como leña.

15Israel, yo voy a conducir

      contra ustedes un pueblo remoto

      –oráculo del Señor–:

      un pueblo invencible,

      un pueblo antiquísimo,

      un pueblo de lengua

      incomprensible,

      no entenderás lo que diga:

16su boca es una tumba abierta

      y todos son guerreros:

17comerá tus cosechas y tu pan,

      comerá a tus hijos e hijas,

      comerá tus vacas y ovejas,

      comerá tu viña y tu higuera,

      conquistará a espada

      las fortalezas en que confías.

18Pero en aquellos días

      –oráculo del Señor–

      no los aniquilaré.

19Cuando te pregunten: ¿Por qué nos ha hecho todo esto el Señor, nuestro Dios?, contestarás: Así como ustedes me abandonaron para servir en su propio país a dioses extranjeros, así servirán a dioses extranjeros en tierra extraña.

20Anuncien esto a Jacob,

      publíquenlo en Judá:

21Escúchalo, pueblo necio y sin juicio,

      que tiene ojos y no ve,

      tiene oídos y no oye:

22¿A mí no me respetan,

      no tiemblan en mi presencia?

      –oráculo del Señor–.

      Yo puse la arena

      como frontera del mar,

      límite perpetuo que no traspasa;

      hierve impotente, braman sus olas,

23pero no lo traspasan;

      en cambio, este pueblo

      es duro y rebelde de corazón,

      y se marcha lejos;

24no piensan:

      Debemos respetar

      al Señor, nuestro Dios,

      que envía a su debido tiempo

      las lluvias tempranas y tardías

      y observa las semanas justas

      para nuestra cosecha.

25Sus culpas

      han trastornado el orden,

      sus pecados los dejan sin lluvia,

26porque hay en mi pueblo criminales

      que ponen trampas como cazadores

      y cavan fosas para cazar hombres:

27sus casas están llenas de engaño

      como una jaula está llena de pájaros,

      así es como

      se hacen poderosos y ricos,

28engordan y prosperan;

      rebosan de malas palabras,

      no juzgan según derecho,

      no defienden la causa del huérfano

      ni sentencian a favor de los pobres.

29Y por todo esto, ¿no los castigaré?

      –oráculo del Señor–;

      de un pueblo semejante,

      ¿no me voy a vengar?

30Espantos y prácticas idolátricas

      suceden en el país:

31los profetas profetizan embustes,

      los sacerdotes dominan por la fuerza,

      y mi pueblo tan contento.

      ¿Qué harán ustedes

      cuando llegue el fin?

 

Proclamen la guerra santa

(Miq 1,10-16)

Amenazas contra Jerusalén

6 1Huyan, benjaminitas,

de Jerusalén,

      toquen la trompeta en Tecua,

      hagan señales en Bet-Kérem:

      asoma por el norte la desgracia,

      una ruina gigante.

2Sión es como una bella pradera

3donde entran pastores y rebaños,

      plantan en círculo las tiendas,

      y a pastar cada uno por su lado.

4Declárenle la guerra santa;

      ¡arriba, al ataque a mediodía!;

      ¡ay, que se acaba el día,

      se alargan las sombras de la tarde!;

5¡arriba, al ataque de noche,

      a destruir sus palacios!;

6porque así dice el Señor Todopoderoso:

      Corten árboles,

      levanten un terraplén

      contra Jerusalén;

      es una ciudad sentenciada,

      donde domina la opresión;

7como brota el agua de un pozo,

      brota de ella la maldad,

      violencias y atropellos

      se escuchan en ella,

      siempre tengo delante

      golpes y heridas.

Anuncio del castigo

8Escarmienta, Jerusalén,

      si no quieres que me canse de ti

      y te convierta en desolación,

      en tierra deshabitada.

9Así dice el Señor Todopoderoso:

      Rebusca el resto de Israel,

      como racimos en una viña,

      pasa la mano por los sarmientos,

      como un vendimiador.

10¿A quién hablaré, a quién advertiré

      para que me escuche?:

      tienen oídos incircuncisos,

      incapaces de atender,

      toman a burla la Palabra de Dios

      porque no les agrada;

11pero yo estoy lleno de la ira del Señor

      y no puedo contenerla;

      derrámala en la calle

      sobre los chiquillos

      y sobre los grupos de jóvenes;

      de golpe, caerán presos

      marido y mujer, viejos y ancianos,

12pasarán a extraños sus casas,

      sus campos y sus mujeres,

      cuando extienda la mano

      contra los habitantes del país

      –oráculo del Señor–,

13porque del primero al último

      sólo buscan enriquecerse,

      profetas y sacerdotes

      se dedican al fraude.

14Pretenden sanar por encima

      la fractura de mi pueblo,

      diciendo: Marcha bien, muy bien.

      Y no marcha bien.

15¿Acaso se avergüenzan

      de sus horribles actos?

      Ni se avergüenzan

      ni se sonrojan;

      por eso caerán con los demás caídos,

      tropezarán el día

      que tengan que dar cuenta

      –lo ha dicho el Señor–.

Rebeldía de Israel

16Así decía el Señor:

      Deténganse en los caminos a mirar,

      pregunten por la vieja senda:

      ¿cuál es el buen camino?,

      síganlo y encontrarán reposo;

      ellos respondieron:

      No queremos caminar.

17Les di centinelas:

      Atención al toque de trompeta;

      ellos respondieron: No nos importa.

18Por eso, escuchen naciones;

      entérate, asamblea, lo que va a pasar;

19escucha, tierra: Yo traigo

      contra este pueblo una desgracia,

      resultado de sus planes,

      porque despreciaron mis palabras,

      rechazaron mi ley.

20¿Qué me importa el incienso de Sabá

      y la caña aromática de un lejano país?

      Sus holocaustos no me agradan,

      sus sacrificios no me son gratos.

21Así dice el Señor:

      Yo pondré a este pueblo obstáculos

      en que tropiecen:

      padres e hijos, vecinos y amigos

      acabarán juntos.

Invasión del norte

22Así dice el Señor:

      Miren, un ejército

      viene desde el norte,

      una multitud se moviliza

      en el extremo del mundo,

23armados de arcos y lanzas,

      crueles y despiadados,

      sus gritos resuenan como el mar,

      avanzan a caballo,

      formados como soldados

      contra ti, Sión.

24Al oír su fama nos acobardamos,

      nos atenazan angustias

      y temblor de parturienta.

25No salgas al campo,

      no vayas por el camino,

      que la espada enemiga

      siembra el terror por todas partes.

26Capital de mi pueblo,

      vístete de luto

      y revuélcate en el polvo,

      haz funeral como por un hijo único,

      un duelo amargo,

      porque llega de repente

      nuestro devastador.

27Te nombro examinador de mi pueblo,

      para que examines

      y pruebes su conducta.

28Todos son rebeldes

      y siembran calumnias,

      todos son bronce

      y hierro de mala calidad;

29el fuelle resopla,

      el plomo se derrite por el fuego,

      en vano funde el fundidor,

      la escoria no se desprende.

30Plata de desecho hay que llamarlos,

      porque el Señor los desecha.

Sermón sobre el templo

(25,1-14; 26,1-19)

7 1Palabras que el Señor dirigió a Jeremías: 2Párate junto a la puerta del templo y proclama allí: Escuchen, judíos, la Palabra del Señor, los que entran por estas puertas a adorar al Señor, 3así dice el Señor Todopoderoso, Dios de Israel:

      Enmienden su conducta

      y sus acciones,

      y habitaré con ustedes en este lugar;

4no se hagan ilusiones

      con razones falsas, repitiendo:

      el templo del Señor,

      el templo del Señor,

      el templo del Señor.

5Si enmiendan sus conducta

      y sus acciones,

      si juzgan rectamente los pleitos,

6si no oprimen al emigrante,

      al huérfano y a la viuda,

      si no derraman sangre inocente

      en este lugar,

      si no siguen a dioses extranjeros,

      para desgracia de ustedes mismos,

7entonces habitaré con ustedes

      en este lugar,

      en la tierra que di a sus padres,

      desde antiguo y para siempre.

8Se hacen ilusiones

      con razones falsas, que no sirven:

9¿de modo que roban, matan,

      cometen adulterio, juran en falso,

      queman incienso a Baal,

      siguen a dioses

      extranjeros y desconocidos,

10y después entran

      a presentarse ante mí

      en este templo que lleva mi Nombre,

      y dicen: Estamos salvados,

      para seguir cometiendo

      las mismas maldades?

11¿Creen que este templo

      que lleva mi Nombre

      es una cueva de bandidos?

      Atención, que yo lo he visto

      –oráculo del Señor–.

12Vayan a mi templo de Siló,

      al que di mi Nombre en otro tiempo,

      y miren lo que hice con él,

      por la maldad de Israel, mi pueblo.

13Y ahora,

      por haber cometido tales acciones

      –oráculo del Señor–,

      porque les hablé sin cesar

      y no me escucharon,

      porque los llamé

      y no me respondieron,

14por eso trataré al templo

      que lleva mi Nombre,

      y en el que ustedes confían,

      y al lugar que di

      a sus padres y a ustedes,

      de la misma manera que traté a Siló;

15a ustedes los arrojaré de mi presencia,

      como arrojé a sus hermanos,

      a toda la descendencia de Efraín.

No valen intercesiones

16Y tú no intercedas por este pueblo,

      no supliques a gritos por ellos,

      no me reces, que no te escucharé.

17¿No ves lo que hacen

      en los pueblos de Judá

      y en las calles de Jerusalén?

18Los hijos recogen leña,

      los padres encienden el fuego,

      las mujeres preparan

      la masa para hacer tortas

      en honor de la reina del cielo,

      y para irritarme

      hacen libaciones a dioses extranjeros.

19¿Es a mí a quien irritan

      –oráculo del Señor–

      o más bien a sí mismos,

      para su confusión?

20Por eso así dice el Señor:

      Miren, mi ira y mi enojo

      se derraman sobre este lugar,

      sobre hombres y ganados,

      sobre el árbol silvestre,

      sobre el fruto del suelo,

      y arden sin apagarse.

No vale el culto

(11,15; Am 5,18-27)

21Así dice el Señor Todopoderoso,

      Dios de Israel:

      Añadan sus holocaustos

      a sus sacrificios

      y cómanse la carne;

22porque cuando saqué

      a sus padres de Egipto

      no les ordené ni hablé

      de holocaustos y sacrificios;

23ésta fue la orden que les di:

      Obedézcanme, y yo seré su Dios

      y ustedes serán mi pueblo;

      caminen por el camino

      que les señalo, y les irá bien.

24Pero no escucharon

      ni prestaron oído,

      seguían sus planes,

      la maldad de su corazón endurecido,

      dándome la espalda y no la cara.

25Desde que sus padres salieron

      de Egipto hasta hoy

      les envié a mis siervos los profetas

      un día y otro día;

26pero no me escucharon

      ni prestaron oído,

      se pusieron tercos

      y fueron peores que sus padres.

27Ya puedes repetirles este sermón,

      que no te escucharán;

      ya puedes gritarles,

      que no te responderán.

28Les dirás: Ésta es la gente

      que no obedeció al Señor, su Dios,

      y no quiso escarmentar;

      la sinceridad se ha perdido,

      arrancada de su boca.

Duelo por el valle de Ben-Hinón

(19,3-9)

29Córtate la cabellera y tírala,

      entona en los montes desolados

      un lamento:

      El Señor ha rechazado y expulsado

      a la generación que provocó su ira;

30porque los judíos hicieron

      lo que yo repruebo

      –oráculo del Señor–,

      pusieron sus ídolos

      en el templo que lleva mi Nombre,

      contaminándolo.

31Levantaron altares al Horno,

      en el valle de Ben-Hinón

      para quemar a hijos e hijas,

      cosa que yo no mandé

      ni se me pasó por la cabeza;

32por eso, miren que llegan días

      –oráculo del Señor–

      en que ya no se llamará El Horno

      ni valle de Ben-Hinón,

      sino valle de las Ánimas,

      porque tendrán

      que enterrar en El Horno

      por falta de sitio;

33y los cadáveres de este pueblo

      serán pasto de las aves del cielo

      y de las bestias de la tierra,

      sin que nadie los espante.

34Haré desaparecer

      en los pueblos de Judá

      y en las calles de Jerusalén

      la voz alegre y la voz gozosa,

      la voz del novio y la voz de la novia,

      porque el país será una ruina.

 

8 1Entonces –oráculo del Señor–

sacarán de sus tumbas

      los huesos de los reyes de Judá,

2los huesos de sus príncipes,

      los huesos de los sacerdotes,

      los huesos de los profetas,

      los huesos de los vecinos

      de Jerusalén:

      quedarán expuestos al sol, a la luna,

      a los astros del cielo

      a quienes amaron,

      a quienes sirvieron,

      a quienes siguieron,

      a quienes consultaron,

      a quienes adoraron;

      no serán recogidos ni sepultados,

      yacerán como estiércol en el campo.

3La muerte será preferible a la vida

      para todo el resto,

      para los supervivientes

      de esa raza perversa,

      en todos los lugares

      por donde los dispersé

      –oráculo del Señor Todopoderoso–.

No quieren convertirse

(17,1)

4Diles: Así dice el Señor:

      ¿No se levanta el que cayó?,

      ¿no vuelve el que se fue?

5Entonces,

      ¿por qué este pueblo de Jerusalén

      ha apostatado irrevocablemente?

      Se afianza en la rebelión,

      se niega a convertirse.

6He escuchado atentamente:

      no dicen la verdad,

      nadie se arrepiente de su maldad

      diciendo: ¿Qué he hecho?

      Todos vuelven a sus extravíos

      como caballo

      que se lanza a la batalla.

7Aun la cigüeña en el cielo

      conoce su tiempo,

      la tórtola, la golondrina, la grulla

      saben cuando deben emigrar;

      pero mi pueblo no comprende

      el mandato del Señor.

8¿Por qué dicen: Somos sabios,

      tenemos la ley del Señor?

      Si la ha falsificado

      la pluma falsa de los escribanos.

9Pues quedarán confundidos los sabios,

      se espantarán y caerán prisioneros:

      rechazaron la Palabra del Señor,

      ¿de qué les servirá su sabiduría?

10Por eso entregaré

      sus mujeres a extraños

      y sus campos a los conquistadores;

      porque del primero al último

      sólo buscan enriquecerse,

      profetas y sacerdotes

      se dedican al fraude.

11Pretenden sanar superficialmente

      la fractura de mi pueblo

      diciendo: Marcha bien, muy bien;

      y no marcha bien.

12¿Se avergüenzan

      cuando cometen horribles actos?

      Ni se avergüenzan

      ni saben lo que es sonrojarse;

      pues caerán con los demás caídos,

      tropezarán el día

      que tengan que rendir cuenta

      –oráculo del Señor–.

13–Si intento cosecharlos

      –oráculo del Señor–

      no hay racimos en la vid

      ni higos en la higuera,

      la hoja está seca;

      los entregaré a la esclavitud.

14–¿Qué hacemos aquí sentados?

      Reunámonos,

      entremos en las ciudades fortificadas

      para morir allí;

      porque el Señor, nuestro Dios,

      nos deja morir,

      nos da a beber agua envenenada,

      porque pecamos contra el Señor.

15Se espera mejoría

      y no hay bienestar,

      a la hora de sanarse

      sobreviene el espanto.

16Desde Dan se escucha

      el resoplar de los caballos,

      cuando relinchan los corceles,

      retiembla la tierra;

      llegan y devoran el país

      con sus habitantes,

      la ciudad con sus vecinos.

17–Yo envío contra ustedes

      serpientes venenosas,

      contra las que no valen

      encantamientos,

      los picarán mortalmente

      –oráculo del Señor–.

Llanto del profeta

(16,5-7)

18–Mi dolor no tiene remedio,

      mi corazón desfallece,

19al oír desde lejos

      el grito de auxilio de la capital:

      ¿No está el Señor en Sión,

      no está allí su Rey?

      –¿No me irritaron con sus ídolos,

      dioses inútiles y extraños?

20–Pasó la cosecha, se acabó el verano,

      y no hemos recibido auxilio.

21–Por el sufrimiento de la capital ando afligido,

      atenazado de espanto:

22¿No queda medicina en Galaad,

      no quedan médicos?

      ¿Por qué no se cierra la herida

      de la capital de mi pueblo?

23¡Quién diera agua a mi cabeza

      y a mis ojos una fuente de lágrimas

      para llorar día y noche

      a los muertos de la capital!

Depravación de Jerusalén

(5; 21,13s; Ez 22; Sal 55)

9 1–Quién me diera

un hogar en el desierto

      para dejar a mi pueblo

      y alejarme de ellos;

      pues son todos unos adúlteros,

      una banda de traidores;

2tensan las lenguas como arcos,

      dominan el país con la mentira

      y no con la verdad;

      van de mal en peor,

      y a mí no me conocen

      –oráculo del Señor–.

3Guárdese cada uno de su prójimo,

      no se fíen del hermano,

      el hermano pone zancadillas

      y el prójimo anda calumniando;

4se estafan unos a otros

      y no dicen la verdad,

      entrenan sus lenguas en la mentira,

      están depravados

      y son incapaces de convertirse:

5fraude sobre fraude,

      engaño sobre engaño,

      y rechazan mi conocimiento

      –oráculo del Señor–.

6Por eso así dice

      el Señor Todopoderoso:

      Yo mismo los fundiré y examinaré,

      porque no puedo desentenderme

      de la capital de mi pueblo:

7su lengua es flecha afilada,

      su boca dice mentiras,

      saludan con la paz al prójimo

      y por dentro le preparan una trampa.

8Y de esto, ¿no les voy a pedir cuentas?

      –oráculo del Señor–.

      De un pueblo semejante,

      ¿no me voy a vengar?

9Haré resonar por los montes

      llantos y gemidos,

      en las praderas del desierto

      cánticos fúnebres:

      porque están requemadas,

      nadie transita,

      no se oye mugir el ganado,

      aves del cielo y bestias

      se han escapado.

10Convertiré a Jerusalén en escombros,

      en guarida de chacales,

      arrasaré los pueblos de Judá

      dejándolos deshabitados.

No sabios, sino plañideras

11¿Quién es el sabio que lo entienda?

      A quien le haya hablado el Señor,

      que lo explique:

      ¿por qué perece el país

      y se quema

      como desierto intransitado?

12Responde el Señor:

      Porque abandonaron la ley

      que yo les promulgué,

      desobedecieron y no la siguieron,

13sino que siguieron

      a su corazón endurecido

      y a los baales recibidos de sus padres.

14Por eso así dice

      el Señor Todopoderoso,

      Dios de Israel:

      Les daré a comer ajenjo

      y a beber agua envenenada;

15los dispersaré por naciones

      desconocidas de ellos y sus padres,

      les echaré detrás la espada

      hasta que los consuma.

16Así dice el Señor Todopoderoso:

      Sean sensatos

      y hagan venir plañideras,

      traigan mujeres expertas;

17que vengan pronto

      y nos entonen un lamento,

      para que se deshagan en lágrimas

      nuestros ojos

      y destilen agua nuestros párpados.

18Ya se escucha el lamento en Sión:

      ¡Ay, estamos deshechos,

      qué terrible fracaso!

      Tuvimos que abandonar el país,

      nos echaron de nuestras moradas.

19Escuchen, mujeres,

      la Palabra del Señor,

      reciban sus oídos

      la palabra de su boca.

      Enseñen a sus hijas lamentaciones,

      cada una a su vecina

      este canto fúnebre:

20Subió la muerte por las ventanas

      y entró en los palacios,

      arrebató al niño en la calle,

      a los jóvenes en la plaza.

21El Señor dice su oráculo:

      Yacen cadáveres humanos

      como estiércol en el campo,

      como gavillas detrás del que cosecha,

      que nadie recoge.

22Así dice el Señor:

      No se gloríe el sabio de su saber,

      no se gloríe el soldado de su valor,

      no se gloríe el rico de su riqueza;

23quien quiera gloriarse,

      que se gloríe de esto:

      de conocer y comprender

      que soy el Señor,

      que en la tierra establece la lealtad,

      el derecho y la justicia

      y se complace en ellos

      –oráculo del Señor–.

24Miren que llegan días

      –oráculo del Señor–

      en que pediré cuentas

      a todo circunciso:

25a Egipto, Judá, Edom,

      Amón, Moab

      y a los beduinos de cabeza rapada.

      Porque todos, lo mismo que Israel,

      son incircuncisos de corazón.

El Señor y los ídolos

(Is 44,9-20; Bar 6; Sal 115)

10 1Israelitas, escuchen esta palabra que el Señor les dirige:

2Dice el Señor: No imiten

      la conducta de los paganos,

      no se asusten de las señales del cielo

      que asustan a los paganos.

3Los ritos de esos pueblos son falsos:

      cortan un leño en el bosque,

      lo trabaja el escultor con el formón,

4lo adorna con oro y plata,

      lo sujeta con clavos y martillo,

      para que no se mueva.

5Son espantapájaros de melonar,

      que no hablan;

      hay que transportarlos,

      porque no andan;

      no les tengan miedo,

      que no pueden

      hacer ni mal ni bien.

6No hay como tú, Señor;

      tú eres grande,

      grande es tu fama y tu poder,

7¿quién no te temerá?

      Tú lo mereces, Rey de las naciones;

      entre todos sus sabios y reyes,

      ¿quién hay como tú?

8Sin distinción son necios e insensatos,

      nada puede enseñarles

      un ídolo de madera.

9De Tarsis importan

      plata laminada, oro de Ofir,

      lo trabajan el orfebre y el fundidor,

      lo revisten

      de terciopelo rojo y violeta;

      pura obra de artesanos.

10En cambio, el Señor

      es Dios verdadero,

      Dios vivo y Rey de los siglos:

      bajo su cólera tiembla la tierra,

      las naciones no soportan su ira.

11Por eso les dirán:

      Dioses que no hicieron cielo y tierra

      desaparezcan de la tierra

      y bajo el cielo.

12Él hizo la tierra con su poder,

      asentó el universo con su maestría,

      desplegó el cielo con su habilidad.

13Cuando su voz truena

      retumban las aguas del cielo,

      hace subir las nubes

      desde el horizonte,

      con los rayos desata la lluvia

      y saca los vientos de sus depósitos.

14El hombre con su saber

      se embrutece,

      el orfebre con su ídolo fracasa:

      son imágenes falsas, sin aliento,

15están vacías y no sirven para nada;

      el día de rendir cuenta perecerán.

16No es así la porción de Jacob,

      sino que lo hizo todo:

      Israel es la tribu de su propiedad

      y su Nombre es Señor Todopoderoso.

Los rebaños se dispersan

(23,1-8; Ez 34)

17Recoge tu equipaje y sal del país,

      población asediada,

18porque así dice el Señor:

      Esta vez lanzaré con honda

      a los habitantes del país,

      los estrujaré hasta exprimirlos.

19¡Ay de mí, qué desgracia,

      mi herida es insanable!

      Yo que decía:

      Es una dolencia, me aguantaré.

20Mi tienda está deshecha,

      las cuerdas arrancadas,

      se me han ido los hijos

      y no queda ninguno,

      no hay quien levante mi tienda

      y sujete las lonas.

21Los pastores están embrutecidos,

      no consultan al Señor,

      por eso no obran con acierto,

      y los rebaños se desperdigan.

22Escuchen un mensaje: Ya llega

      con gran estruendo del país del norte,

      para convertir los poblados de Judá

      en desolación,

      en guarida de chacales.

23Ya lo sé, Señor, que el hombre

      no es dueño de sus caminos,

      que nadie puede establecer

      su propio curso.

24Corrígenos, Señor, pero con medida,

      no nos hagas

      desaparecer con tu cólera;

25descarga tu ira sobre las naciones

      que no te reconocen,

      sobre las tribus

      que no invocan tu Nombre,

      porque han devorado

      y consumido a Jacob

      y han destruido sus pastos.

Los términos de la Alianza

(31,31-34; 33,19-22)

11 1Palabras que el Señor dirigió a Jeremías:

2–Escucha los términos de esta alianza y comunícaselos a los judíos y a los vecinos de Jerusalén. 3Diles: Así dice el Señor, Dios de Israel: Maldito el que no obedezca los términos de esta alianza, 4que yo impuse a sus padres cuando los saqué de Egipto, de aquel horno de hierro: Obedézcanme y hagan lo que les mando; así serán mi pueblo y yo ser su Dios. 5Así cumpliré la promesa que hice a sus padres de darles una tierra que mana leche y miel. Hoy es un hecho.

Yo respondí:

–Amén, Señor.

6Y el Señor me dijo:

–Proclama estas palabras en los pueblos de Judá y en las calles de Jerusalén: Escuchen los términos de esta alianza y cúmplanlos. 7Yo se lo advertí a sus padres cuando los saqué de Egipto, y hasta hoy he repetido mi advertencia: Obedézcanme. 8Ellos no escucharon ni prestaron oído, sino que cada uno seguía la maldad de su corazón endurecido. Por eso hice caer sobre ellos las maldiciones de la alianza, porque no hicieron lo que yo les mandaba.

9El Señor me dijo:

–Judíos y habitantes de Jerusalén se han puesto de acuerdo 10para volver a los pecados de sus antepasados, que rehusaron obedecer mis mandatos; siguen y sirven a dioses extranjeros. Israel y Judá han quebrantado la alianza que establecí con sus padres. 11Por eso, así dice el Señor: Yo les enviaré una calamidad de la que no podrán librarse; me gritarán y no les oiré. 12Entonces los pueblos de Judá y los vecinos de Jerusalén irán a gritar a los dioses a quienes quemaban incienso; pero ellos no podrán salvarlos en la hora de su desgracia.

Ni rezos, ni culto, ni elección

(7)

13Tenías tantos dioses

      como poblados, Judá;

      hiciste tantos altares

      como calles, Jerusalén;

      altares para ofrecer

      sacrificios a Baal.

14Y tú no intercedas por este pueblo,

      no supliques a gritos por él,

      que no escucharé

      cuando me invoquen

      en la hora de su desgracia.

15¿Qué busca mi amada

      en mi casa?,

      ¿ejecutar sus intrigas?,

      ¿podrán los votos y la carne inmolada

      apartar de ti la adversidad,

      para que lo celebres

      con gritos estrepitosos?

16El Señor te llamó olivo verde

      de fruto excelente;

      pero si le prende fuego,

      se queman sus ramas.

17El Señor Todopoderoso,

      que te plantó,

      pronuncia una amenaza contra ti,

      por la maldad de Israel y de Judá,

      que me irritaron

      quemando incienso a Baal.

Confesiones de Jeremías:

Inicio de la persecución

(15,10-21; 17,14-18; 18,18-23; 20,7-18)

18El Señor me enseñó

      y me hizo comprender lo que hacían:

 

12 6Tus hermanos y tu familia,

también, te son desleales,

ellos te calumnian a la espalda;

no te fíes aunque te digan

buenas palabras.

 

11 19Yo, como cordero manso

llevado al matadero,

      no sabía los planes homicidas

      que tramaban contra mí:

      Cortemos el árbol

      que está en todo su vigor,

      arranquémoslo

      de la tierra de los vivos,

      que su nombre no se pronuncie más.

20Pero tú, Señor Todopoderoso,

      juzgas rectamente,

      sondeas las entrañas y el corazón;

      a ti he encomendado mi causa,

      que logre desquitarme de ellos.

 

12 3Tú, Señor,

me examinas y me conoces;

      tú sabes cuál es mi actitud contigo;

      apártalos como a ovejas

      destinadas al matadero,

      resérvalos para el día del sacrificio.

 

11 21Así sentencia el Señor contra los vecinos de Anatot, que intentan matarte, diciéndote: No profetices en Nombre del Señor si no quieres morir en nuestras manos.

22Así dice el Señor Todopoderoso:

      Yo los voy a castigar,

      sus jóvenes morirán a espada,

      sus hijos e hijas morirán de hambre;

23y no quedará resto de ellos

      el año que tengan que rendir cuenta,

      cuando envíe la desgracia

      a los vecinos de Anatot.

El problema de la retribución

(Sal 73)

12 1Aunque tú, Señor,

tienes siempre la razón

      cuando discuto contigo,

      quiero proponerte un caso:

      ¿Por qué prosperan los malvados

      y viven en paz los traidores?

2Las plantas echan raíces,

      crecen, dan fruto;

      sí, tú estás cerca de sus labios

      y lejos de su corazón,

4c porque dicen:

      No ve nuestras andanzas.

5Si corres con los de a pie y te cansas,

      ¿cómo competirás

      con los de a caballo?

      Aunque en tierra tranquila

      te sientas seguro,

      ¿qué harás en la espesura del Jordán?

He desechado mi heredad

7He abandonado mi casa

      y rechazado mi herencia,

      he entregado el amor de mi alma

      en manos enemigas;

8porque mi herencia

      se había vuelto contra mí,

      rugiendo como león feroz;

      por eso la detesté;

9mi herencia

      se había vuelto un leopardo,

      y los buitres giraban sobre él:

      ¡vengan, fieras del campo,

      acérquense a comer!

10Entre tantos pastores

      destrozaron mi viña

      y pisotearon mi parcela,

      convirtieron mi parcela escogida

      en desierto desolado,

11la dejaron desolada, desértica,

      ¡qué desolación!

      Todo el país desolado,

      ¡y a nadie le importaba!

12Por todas las lomas del desierto

      llegaron hombres violentos,

      porque la espada del Señor

      devora de un extremo al otro del país,

      y ningún ser vivo se salvará.

4ab¿Hasta cuándo hará duelo la tierra

      y se secará la hierba del campo?

      Por la maldad de sus habitantes

      mueren el ganado

      y las aves del cielo.

13Sembraron trigo

      y cosecharon cardos,

      en vano se agotaron

      ¡qué miseria de cosecha!,

      por la ira ardiente del Señor.

Cada uno a su heredad

14Así dice el Señor a todos los malos vecinos que tocaron la herencia que yo regalé a mi pueblo, Israel:

–Yo los arrancaré de sus campos, arrancaré de allí a los judíos. 15Después de arrancarlos, volveré a compadecerme de ellos y a traer a cada uno a su tierra y su herencia. 16Y si aprenden la costumbre de mi pueblo, de jurar por mi Nombre, por la vida del Señor, como ellos enseñaron a mi pueblo a jurar por Baal, se establecerán en medio de mi pueblo. 17Pero a la nación que no obedezca, la arrancaré y la destruiré, oráculo del Señor.

El cinturón de lino

13 1El Señor me ordenó:

–Ve, cómprate un cinturón de lino y póntelo a la cintura; que no lo toque el agua.

2Según la orden del Señor, me compré el cinturón y me lo puse a la cintura.

3El Señor me ordenó de nuevo:

4–Toma el cinturón comprado, que llevas ceñido, ve al río Éufrates y escóndelo allí en las hendiduras de una roca.

5Fui y lo escondí en el Éufrates, según la orden del Señor.

6Pasados muchos días, me ordenó el Señor:

–Ve al Éufrates y recoge el cinturón que te mandé esconder.

7Fui al Éufrates, cavé donde lo había escondido y recogí el cinturón: estaba gastado e inservible.

8Entonces el Señor me dirigió la palabra:

9–Así dice el Señor: De la misma manera destruiré el orgullo de Judá y el orgullo desmedido de Jerusalén, 10de ese pueblo que se niega a obedecerme, que sigue los impulsos de su corazón endurecido, que va detrás de dioses extranjeros y les rinde adoración. Serán como ese cinturón inservible. 11Como se adhiere el cinturón a la cintura del hombre, así me ceñí a judíos e israelitas para que fueran mi pueblo, mi fama, mi gloria y mi honor –oráculo del Señor–. Pero no obedecieron.

El último plazo

12Les dirás lo siguiente: Así dice el Señor, Dios de Israel: Las vasijas se llenan de vino; te contestarán: Como si no supiéramos que las vasijas se llenan de vino. 13Les replicarás: Así dice el Señor: Yo mismo llenaré de embriaguez a todos los habitantes del país, a los reyes que se sientan en el trono de David, a sacerdotes y profetas y a todos los vecinos de Jerusalén. 14Los haré chocar unos con otros, padres con hijos –oráculo del Señor–; ni piedad, ni perdón, ni compasión me impedirán destruirlos.

15Escuchen, atiendan,

      y no sean soberbios,

      que habla el Señor:

16Den gloria al Señor, su Dios,

      antes de que oscurezca,

      antes de que tropiecen sus pies

      por los montes y a media luz,

      y convierta en densas tinieblas

      la luz que ustedes esperan.

17Y si no escuchan,

      lloraré a escondidas

      por la soberbia de ustedes,

      mis ojos se desharán en lágrimas,

      cuando se lleven el rebaño del Señor.

18Di al rey y a la reina madre:

      siéntense en el suelo,

      porque se les ha caído de la cabeza

      la corona real.

19Los poblados del Negueb

      están cercados,

      nadie rompe el cerco,

      todo Judá marcha al destierro,

      al destierro sin faltar uno.

20Levanta la vista

      y míralos venir por el norte:

      ¿dónde está el rebaño

      que te encomendaron?

21¿Qué dirás cuando te falte

      lo mejor de tus ovejas,

      los que habías educado

      para gobernarte?

      ¿No sentirás dolores

      como la parturienta?

22Y si preguntas

      por qué te sucede todo eso,

      por tus muchas culpas

      te levantan las faldas

      y te violentan los tobillos.

23¿Puede un etíope mudar de piel

      o una pantera de pelaje?

      Igual ustedes:

      ¿podrían hacer el bien,

      habituados como están a hacer el mal?

24Los dispersaré como paja

      que se lleva el viento del desierto.

25Ésta es tu suerte,

      mi paga por tu rebelión

      –oráculo del Señor–,

      porque me olvidaste

      confiando en la mentira,

26también yo te alzaré

      las faldas por delante,

      y se verá tu vergüenza,

27tus adulterios, tus relinchos,

      tus pensamientos de fornicación.

      Sobre las colinas del campo

      he visto tus repugnantes ídolos.

      ¡Ay de ti, Jerusalén,

      que no te purificas!

      ¿Hasta cuándo seguirás así?

La sequía

14 1En el tiempo de la sequía, el Señor dirigió la palabra a Jeremías:

2Se enluta Judá,

      desfallecen sus puertas,

      se inclinan sombrías,

      Jerusalén lanza gritos.

3Los nobles envían

      a sus sirvientes por agua:

      van a los pozos,

      no encuentran agua,

      se vuelven con los cántaros vacíos,

      se cubren avergonzados la cabeza,

4porque los campos se horrorizan

      al faltar la lluvia en el país;

      los labradores se cubren

      la cabeza defraudados;

5Hasta la cierva pare

      y abandona su cría en descampado

      porque no hay pastos;

6los asnos salvajes

      se paran en las lomas desoladas,

      aspirando el aire como chacales,

      con ojos apagados,

      porque no hay hierba.

7Si nuestras culpas nos acusan,

      obra, Señor, por tu Nombre,

      porque son muchas

      nuestras apostasías,

      hemos pecado contra ti.

8Esperanza de Israel,

      salvador en el peligro,

      ¿por qué te portas

      como forastero en el país,

      como caminante

      que se desvía para pasar la noche?

9¿Por qué te portas

      como un hombre aturdido,

      como soldado incapaz de vencer?

      Tú estás con nosotros, Señor;

      llevamos tu Nombre,

      no nos abandones.

10Así responde el Señor a este pueblo:

      Le gusta mover las piernas,

      no refrenan sus pasos,

      pero el Señor no se complace en ellos;

      ahora recuerda sus culpas

      y castigará sus pecados.

11El Señor me dijo:

      No intercedas a favor de este pueblo.

12Si ayunan, no escucharé sus gritos;

      si ofrecen holocaustos y ofrendas,

      no los aceptaré;

      con espada, hambre y peste

      yo los consumiré.

13Yo respondí:

      ¡Ay, Señor mío!

      Mira que los profetas les dicen:

      No verán la espada,

      no pasarán hambre,

      les daré paz duradera en este lugar.

14El Señor me contestó:

      Mentira profetizan

      los profetas en mi Nombre;

      no los envié, no los mandé,

      no les hablé;

      visiones engañosas, oráculos vanos,

      fantasías de su mente

      es lo que profetizan.

15Por eso, así dice el Señor a los profetas

      que profetizan en mi Nombre

      sin que yo los haya enviado:

      Ellos dicen:

      Ni espada ni hambre

      llegarán a este país;

      pues a espada y de hambre

      acabarán esos profetas;

16y el pueblo a quien profetizan

      estará tirado por las calles de Jerusalén

      a causa del hambre y la espada;

      y no habrá quien los entierre

      a ellos y a sus mujeres,

      a sus hijos e hijas;

      les echaré encima sus maldades.

17Diles esta palabra:

      Mis ojos se deshacen en lágrimas,

      día y noche, sin cesar,

      por la terrible desgracia

      de la capital de mi pueblo,

      por su herida insanable.

18Salgo al campo:

      muertos a espada; entro en la ciudad:

      desfallecidos de hambre;

      profetas y sacerdotes

      recorren el país

      y no logran comprender.

19¿Por qué has rechazado a Judá

      y sientes asco de Sión?

      ¿Es que nos has herido sin remedio?

      Se espera mejoría y no hay bienestar,

      al tiempo de sanarse

      sobreviene el espanto.

20Señor, reconocemos nuestra culpa

      y los delitos paternos;

      te hemos ofendido.

21Por tu Nombre, no nos rechaces,

      no desprestigies tu trono glorioso,

      recuerda tu alianza con nosotros,

      no la rompas.

22¿Hay acaso entre los ídolos paganos

      uno que haga llover?

      ¿Sueltan solos los cielos

      sus aguaceros?

      Tú, Señor, eres nuestro Dios,

      en ti esperamos,

      porque eres tú quien hace todo eso.

 

15 1El Señor me respondió:

–Aunque estuvieran delante Moisés y Samuel, no me conmovería por ese pueblo. Despáchalos, que salgan de mi presencia. 2Y si te preguntan adónde tienen que ir, diles: Así dice el Señor:

      El destinado a la muerte, a la muerte;

      el destinado a la espada, a la espada;

      el destinado al hambre, al hambre;

      el destinado al destierro, al destierro.

3Les daré cuatro clases de verdugos

      –oráculo del Señor–:

      la espada para matar,

      los perros para despedazar,

      las aves del cielo para devorar,

      las bestias de la tierra

      para destrozar.

4Los haré escarmiento

      de todos los reyes del mundo,

      por culpa de Manasés,

      hijo de Ezequías,

      rey de Judá,

      por todo lo que hizo en Jerusalén.

Poema sobre Jerusalén

5¿Quién se apiada de ti, Jerusalén,

      quién te compadece?

      ¿Quién se aparta de su camino

      para preguntar cómo estás?

6Tú me rechazaste, te echaste atrás

      –oráculo del Señor–,

      y yo tendí la mano para aniquilarte;

      cansado de compadecer,

7los he dispersado con la horquilla

      por las ciudades del país;

      dejé sin hijos, destruí a mi pueblo,

      y no se convirtieron de su conducta.

8Las viudas que dejé

      eran como la arena de la playa,

      conduje en pleno día un devastador

      contra la madre y el joven,

      les metí de repente

      pánico y turbación,

9la madre de siete hijos

      desfallecía exhalando el alma,

      se le ponía el sol de día

      y quedaba desconcertada,

      el resto lo entregaré

      a la espada enemiga

      –oráculo del Señor–.

Confesiones de Jeremías:

Crisis vocacional

(11,18-23; 17,14-18; 18,18-23; 20,7-18)

10¡Ay de mí, madre mía,

      que me engendraste

      hombre de pleitos y controversias

      con todo el mundo!

      Ni he prestado ni me han prestado,

      y todos me maldicen.

11De veras, Señor,

      te he servido fielmente:

      en el peligro y en la desgracia

      he intercedido

      en favor de mi enemigo.

12 [[¿Acaso se rompe el hierro,

      el hierro del norte y el bronce?

13 Tu fortuna y tus tesoros

      entregaré al saqueo,

      gratuitamente,

      por todos tus pecados

      y en todo tu territorio.

14 Y te haré esclavo

      de tu enemigo

      en país desconocido,

      porque prende el fuego de mi ira,

      y sobre ustedes arderá.]]

15Tú lo sabes,

      Señor, acuérdate y ocúpate de mí,

      véngame de mis perseguidores,

      no me dejes perecer

      por tu paciencia,

      mira que soporto injurias

      por tu causa.

16Cuando recibía tus palabras,

      las devoraba;

      tu palabra era mi gozo

      y mi alegría íntima;

      yo llevaba tu Nombre,

      Señor, Dios Todopoderoso.

17No me senté a disfrutar

      con los que se divertían;

      forzado por tu mano

      me senté solitario,

      porque me llenaste de tu ira.

18¿Por qué

      se ha vuelto crónica mi llaga

      y mi herida resistente e insanable?

      Te me has vuelto arroyo engañoso,

      de agua inconstante.

19Entonces me respondió el Señor:

      Si vuelves, te haré volver

      y estar a mi servicio,

      si apartas lo precioso

      de lo despreciable,

      serás mi boca.

      Que ellos vuelvan a ti, no tú a ellos.

20Frente a este pueblo te pondré

      como muralla

      de bronce inexpugnable:

      lucharán contra ti y no te vencerán

      porque yo estoy contigo

      para librarte y salvarte

      –oráculo del Señor–.

21Te libraré de manos de los perversos,

      te rescataré del puño de los opresores.

Una vida profética

(Ez 24,15-27)

16 1El Señor me dirigió la palabra:

2–No te cases, no tengas hijos ni hijas en este lugar. 3Porque así dice el Señor a los hijos e hijas nacidos en este lugar, a las madres que los parieron, a los padres que los engendraron en esta tierra:

4Morirán de muerte cruel,

      no serán llorados ni sepultados,

      serán como estiércol sobre el campo,

      acabarán a espada y de hambre,

      sus cadáveres serán pasto

      de las aves del cielo

      y de las bestias de la tierra.

5Así dice el Señor:

      No entres en casa donde haya luto,

      no vayas al duelo,

      no les des el pésame,

      porque retiro de este pueblo

      –oráculo del Señor–

      mi paz, misericordia y compasión.

6Morirán en esta tierra

      grandes y pequeños,

      no serán sepultados ni llorados,

      ni por ellos se harán incisiones

      o se raparán el pelo;

7no asistirán al banquete fúnebre

      para darle el pésame por el difunto,

      ni les darán la copa del consuelo

      por su padre o su madre.

8No entres en la casa

      donde se celebra un banquete

      para comer y beber

      con los comensales;

9porque así dice

      el Señor Todopoderoso,

      Dios de Israel:

      Yo haré desaparecer de este lugar,

      en sus propios días, ante ustedes,

      la voz alegre, la voz gozosa,

      la voz del novio, la voz de la novia.

10Cuando anuncies a este pueblo todas estas palabras, te preguntarán: ¿Por qué ha pronunciado el Señor contra nosotros tan terribles amenazas? ¿Qué delitos o pecados hemos cometido contra el Señor, nuestro Dios?, 11les responderás: Porque sus padres me abandonaron –oráculo del Señor–, siguieron a dioses extranjeros, sirviéndolos y adorándolos. A mí me abandonaron y no guardaron mi ley. 12Pero ustedes son peores que sus padres, cada cual sigue la maldad de su corazón obstinado, sin escucharme a mí. 13Los arrojaré de esta tierra a un país desconocido de ustedes y de sus padres: allí servirán a dioses extranjeros, día y noche, porque yo no tendré compasión de ustedes.

14Pero llegarán días –oráculo del Señor– en que ya no se dirá: Por la vida del Señor, que sacó a los israelitas de Egipto, 15sino más bien: Por la vida del Señor, que nos sacó del país del norte, de todos los países por donde nos dispersó. Y los haré volver a su tierra, la que di a sus padres.

16Enviaré muchos pescadores a pescarlos –oráculo del Señor–, detrás enviaré muchos cazadores a cazarlos por montes y valles, por las hendiduras de las peñas. 17Yo vigilo su conducta, no se me oculta, sus culpas no se esconden de mi vista. 18Les pagaré el doble por sus culpas y pecados, porque profanaron mi tierra con la carroña de sus ídolos y con sus prácticas idolátricas llenaron mi herencia.

19El Señor es mi fuerza y fortaleza,

      mi refugio en el peligro.

      A ti vendrán los paganos,

      de los extremos de la tierra, diciendo:

      Qué engañoso es

      el legado de nuestros padres,

      qué vaciedad sin provecho.

20¿Podrá un hombre hacer dioses?

      Entonces, no serán dioses.

21Pues esta vez yo les enseñaré

      mi mano poderosa,

      y sabrán que me llamo El Señor.

Pecados y castigo de Judá

17 1El pecado de Judá está escrito

con punzón de hierro,

      con punta de diamante

      está grabado

      en la tabla del corazón

      y en los salientes de los altares,

2para memoria de sus sucesores:

      son sus altares y postes sagrados,

      levantados junto a árboles frondosos,

      en colinas elevadas,

3en montículos del campo.

      Entregaré al saqueo

      tus riquezas y tesoros,

      porque pecaste en las alturas

      en todo tu territorio;

4tendrás que renunciar

      a la herencia que yo te di,

      te haré esclavo de tu enemigo

      en país desconocido,

      porque se ha encendido

      el fuego de mi ira

      y arderá perpetuamente.

5Así dice el Señor:

      ¡Maldito quien confía en un hombre

      y busca apoyo en la carne,

      apartando su corazón del Señor!

6Será matorral en la estepa

      que no llegará a ver la lluvia,

      habitará un desierto abrasado,

      tierra salobre e inhóspita.

7¡Bendito quien confía en el Señor

      y busca en él su apoyo!

8Será un árbol plantado junto al agua,

      arraigado junto a la corriente;

      cuando llegue el calor,

      no temerá, su follaje seguirá verde,

      en año de sequía no se asusta,

      no deja de dar fruto.

9Nada más falso y perverso

      que el corazón: ¿quién lo entenderá?

10Yo, el Señor, penetro el corazón,

      examino las entrañas,

      para pagar al hombre su conducta,

      lo que merecen sus obras.

11Perdiz que empolla huevos que no puso

      es quien adquiere riquezas injustas:

      a la mitad de la vida lo abandonan,

      y él termina hecho un necio.

12Trono glorioso,

      exaltado desde el principio

      es nuestro lugar santo:

13tú, Señor, eres la esperanza de Israel,

      los que te abandonan fracasan,

      los que se apartan

      serán escritos en el polvo,

      porque abandonaron al Señor,

      manantial de agua viva.

Confesiones de Jeremías:

Incredulidad

(11,18-23; 15,10-21; 18,18-23; 20,7-18)

14Sáname, Señor y quedaré sano;

      sálvame, y quedaré a salvo;

      para ti es mi alabanza.

15Ellos me repiten:

      ¿Dónde está la Palabra del Señor?

      Que se cumpla.

16Pero yo no he insistido

      pidiéndote desgracias

      ni deseado calamidades para ellos;

      tú sabes lo que pronuncian mis labios,

      lo tienen delante.

17No me hagas temblar,

      tú eres mi refugio en la desgracia;

18fracasen mis perseguidores y no yo,

      sientan terror ellos y no yo,

      haz que les llegue el día funesto,

      quebrántalos con doble quebranto.

El sábado

(Neh 13,15-22; Is 58,13s)

19Así me dijo el Señor:

–Ve y colócate en la Puerta de Benjamín, por donde entran y salen los reyes de Judá, y en cada una de las puertas de Jerusalén, 20y diles: Reyes de Judá, judíos y vecinos de Jerusalén, que entran por estas puertas, escuchen la Palabra del Señor. 21Así dice el Señor: Cuídense muy bien de llevar cargas en sábado o de introducirlas por las puertas de Jerusalén. 22No saquen cargas de sus casas en sábado ni hagan trabajo alguno; santifiquen el sábado como mandé a sus padres. 23Ellos no me escucharon ni prestaron oído; se pusieron tercos, no me escucharon ni escarmentaron. 24Pero si ustedes me escuchan –oráculo del Señor– y no introducen cargas en sábado por las puertas de esta ciudad, sino que santifican el sábado no trabajando en él, 25entonces entrarán por las puertas de esta ciudad los reyes sucesores en el trono de David, montados en carros y caballos, acompañados de sus dignatarios, de judíos y vecinos de Jerusalén, y la ciudad estará habitada por siempre. 26Vendrán de los pueblos de Judá, de la región de Jerusalén, del territorio de Benjamín, de la Sefela, de la Sierra, del Negueb, y entrarán en el templo del Señor con holocaustos, sacrificios, ofrendas e incienso en acción de gracias. 27Pero si no me escuchan, si no santifican el sábado absteniéndose de introducir cargas en sábado por las puertas de Jerusalén, entonces prenderé fuego a sus puertas, fuego que destruirá los palacios de Jerusalén, sin apagarse.

En el taller del alfarero

(Is 29,16; Eclo 38,29s; Rom 9,19-21)

18 1Palabras que el Señor dirigió a Jeremías:

2–Baja al taller del alfarero y allí te comunicaré mi palabra.

3Bajé al taller del alfarero, y lo encontré trabajando en el torno.

4A veces, trabajando el barro, le salía mal una vasija; entonces hacía otra vasija, como mejor le parecía.

5Y me dirigió la palabra el Señor:

6–Y yo, ¿no podré, israelitas, tratarlos como ese alfarero? Como está el barro en manos del alfarero, así están ustedes en mis manos, israelitas. 7Primero me refiero a un pueblo y a un rey y hablo de arrancar y arrasar; 8si ese pueblo al que me refiero se convierte de su maldad, yo me arrepentiré del mal que pensaba hacerles. 9Después me refiero a un pueblo y a un rey y hablo de edificar y plantar: 10si me desobedecen y hacen lo que yo repruebo, yo me arrepentiré de los beneficios que les había prometido. 11Y ahora habla a los judíos y a los vecinos de Jerusalén:

      Así dice el Señor: Yo, el alfarero,

      les preparo un castigo

      y medito un plan contra ustedes.

      Que se convierta cada cual

      de su mala conducta,

      corrijan su conducta y sus acciones.

12Responden: No queremos,

      seguiremos nuestros planes,

      cada uno seguirá la maldad

      de su corazón perverso.

13Por eso, así dice el Señor:

      Pregunten a los paganos

      quién oyó tal cosa:

      la capital de Israel

      ha cometido algo horripilante.

14¿Abandona la nieve del Líbano

      las rocas escarpadas?

      ¿Se corta el agua fresca

      que fluye caprichosa?

15Pero mi pueblo me olvida

      y sacrifica a dioses vacíos:

      tropiezan caminando

      por las viejas sendas

      y caminan por rutas

      y caminos sin aplanar,

16convirtiendo así su tierra

      en desolación y burla perpetua,

      los caminantes se espantan

      y sacuden la cabeza.

17Como viento del este

      los dispersaré ante el enemigo,

      les daré la espalda y no la cara

      el día de la derrota.

Confesiones de Jeremías:

Persecución

(11,18-23; 15,10-21; 17,14-18; 20,7-18)

18Dijeron: Vamos a tramar

      un plan contra Jeremías,

      porque no nos faltará

      la instrucción de un sacerdote,

      el consejo de un sabio,

      el oráculo de un profeta;

      vamos a herirlo en la lengua,

      no hagamos caso de lo que dice.

19Hazme tú caso, Señor,

      escucha a mis rivales,

20¿es que se pagan bienes con males?

      Me han cavado una fosa.

      Recuerda que estuve ante ti

      intercediendo por ellos

      para apartar de ellos tu enojo.

21Ahora entrega sus hijos al hambre,

      ponlos a merced de la espada,

      queden sus mujeres viudas y sin hijos,

      mueran sus hombres asesinados

      y los jóvenes a filo de espada

      en el combate.

22Que se oigan gritos

      salir de sus casas,

      cuando de repente

      los asalten bandidos,

      pues cavaron una fosa

      para atraparme,

      escondieron trampas para mis pies.

23Señor, tú conoces

      su plan homicida contra mí:

      no perdones sus culpas,

      no borres de tu vista sus pecados;

      caigan derribados ante ti,

      ejecútalos en el momento de la ira.

La jarra de barro

(25,1)

19 1El Señor me dijo:

–Vete a comprar una jarra de barro; acompañado de algunos ancianos y sacerdotes, 2sal hacia el valle de Ben-Hinón, adonde da la Puerta de los Cascotes, y proclama allí lo que yo te diré:

10Rompe la jarra en presencia de tus acompañantes, 11ab y diles: Así dice el Señor Todopoderoso: Del mismo modo romperé yo a este pueblo y a esta ciudad; como se rompe un cacharro de barro y no se puede recomponer.

14Jeremías volvió de la puerta adonde lo había mandado el Señor a profetizar, se plantó en el atrio del templo y dijo a todo el pueblo:

15–Así dice el Señor Todopoderoso, Dios de Israel: Yo haré venir sobre esta ciudad y su región todos los males con que la he amenazado, porque se pusieron tercos y no escucharon mis palabras.

 

20 1Pasjur, hijo de Imer, sacerdote comisario del templo del Señor, oyó a Jeremías profetizar aquello; 2Pasjur hizo azotar al profeta Jeremías y lo metió en el calabozo que se encuentra en la puerta superior de Benjamín, en el templo del Señor.

3A la mañana siguiente, cuando Pasjur lo sacó del calabozo, Jeremías le dijo:

–El Señor ya no te llama Pasjur, sino Cerco de Terror; 4porque así dice el Señor: Serás el terror tuyo y de tus amigos, que caerán a espada enemiga, ante tu vista; entregaré a todos los judíos en poder del rey de Babilonia, que los desterrará a Babilonia y los matará con la espada. 5Entregaré todas las riquezas de esta ciudad, sus posesiones, objetos preciosos, los tesoros reales de Judá a los enemigos, que los saquearán, los agarrarán y se los llevarán a Babilonia. 6Y tú, Pasjur, con todos los de tu casa, irás al destierro, a Babilonia; allí morirás y serás enterrado con todos tus amigos, a quienes profetizabas tus embustes.

El valle de Ben-Hinón

(7,29–8,3)

19 3Tú dirás:

Escuchen la Palabra del Señor,

      reyes de Judá y vecinos de Jerusalén:

      Así dice el Señor Todopoderoso,

      Dios de Israel:

      Yo haré venir sobre este lugar

      una catástrofe que a quien la oiga

      le zumbarán los oídos;

4porque me abandonaron,

      profanaron este lugar

      sacrificando en él

      a dioses extranjeros,

      que ni ellos ni sus padres conocían,

      y los reyes de Judá

      lo llenaron de sangre inocente.

5Construyeron santuarios a Baal,

      donde quemaban a sus hijos

      como holocaustos en honor de Baal;

      cosa que no les mandé, ni les dije,

      ni se me pasó por la cabeza.

6Por eso llegarán días

      –oráculo del Señor–

      en que este lugar

      ya no se llamará El Horno

      ni Valle de Ben-Hinón,

      sino Valle de las Ánimas.

7Haré fracasar en él

      los planes de Judá y Jerusalén,

      los derribaré a espada del enemigo,

      por mano de los que

      los buscan para matarlos,

      daré sus cadáveres en pasto

      a las aves del cielo

      y a las bestias de la tierra.

8Haré de esta ciudad espanto y burla:

      los que pasen junto a ella

      se espantarán y silbarán a la vista

      de tantas heridas.

9Haré que se coman a sus hijos e hijas,

      que se coman unos a otros,

      cuando les aprieten

      y estrechen el cerco

      sus enemigos mortales.

11c Y enterrarán en El Horno,

      por falta de sitio.

12Así trataré a este lugar

      y a sus habitantes,

      haré de esta ciudad un horno

      –oráculo del Señor–;

13las casas de Jerusalén

      y los palacios reales de Judá

      serán inmundos

      como el sitio de El Horno;

      las casas en cuyas azoteas

      ofrecían sacrificios

      a los astros del cielo,

      y libaban a dioses extranjeros.

Confesiones de Jeremías:

Final

(11,18-23; 15,10-21; 17,14-18; 18,18-23)

20 7Me sedujiste, Señor,

y me dejé seducir;

      me forzaste, y me venciste.

      Yo era motivo de risa todo el día,

      todos se burlaban de mí.

8Si hablo, es a gritos, clamando

      ¡violencia, destrucción!,

      la Palabra del Señor se me volvió

      insulto y burla constantes,

9y me dije: No me acordaré de él,

      no hablaré más en su Nombre.

      Pero la sentía dentro como fuego

      ardiente encerrado en los huesos:

      hacía esfuerzos por contenerla

      y no podía.

10Oía el cuchicheo de la gente:

      Cerco de Terror,

      ¡a denunciarlo, a denunciarlo!

      Mis amigos espiaban mi traspié:

      A ver si se deja seducir,

      lo venceremos y nos vengaremos de él.

11Pero el Señor está conmigo

      como valiente soldado,

      mis perseguidores tropezarán

      y no me vencerán;

      sentirán la confusión de su fracaso,

      un sonrojo eterno e inolvidable.

12Señor Todopoderoso,

      examinador justo

      que ves las entrañas y el corazón,

      que yo vea cómo tomas

      venganza de ellos,

      porque a ti encomendé mi causa.

13Canten al Señor, alaben al Señor,

      que libró al pobre del poder de los malvados.

14¡Maldito el día en que nací,

      el día que mi madre me dio a luz

      no sea bendito!

15¡Maldito el que dio la noticia a mi padre:

      Te ha nacido un hijo,

      dándole un alegrón!

16¡Ojalá fuera ese hombre

      como las ciudades

      que el Señor trastornó sin compasión!

      ¡Ojalá oyese gritos por la mañana

      y alaridos al mediodía!

17¡Por qué no me mató en el vientre!

      Habría sido mi madre mi sepulcro;

      su vientre

      me habría llevado por siempre.

18¿Por qué salí del vientre

      para pasar trabajos y penas

      y acabar mis días derrotado?

 

Oráculos dirigidos

A Sedecías

(27,12-15)

21 1Palabras que el Señor dirigió a Jeremías cuando el rey Sedecías envió a Pasjur, hijo de Malaquías, y a Sofonías, hijo de Masías, para decirle:

2–Consulta por nosotros al Señor, a ver si repite sus prodigios con nosotros, y Nabucodonosor, rey de Babilonia, que ahora nos está combatiendo, se tiene que retirar.

3Jeremías les contestó:

–Digan a Sedecías: 4Así dice el Señor, Dios de Israel: Las armas que empuñan en el combate yo se las pasaré al rey de Babilonia y a los caldeos, que los asedian fuera de la muralla, y los reuniré en medio de esta ciudad. 5Yo en persona lucharé contra ustedes, con mano extendida y brazo fuerte, con ira, cólera y furia. 6Heriré a los habitantes de esta ciudad, hombres y animales, y morirán en una grave epidemia. 7Después –oráculo del Señor– a Sedecías, rey de Judá, a sus ministros y a los que sobrevivan en la ciudad a la peste, la espada y el hambre, los entregaré en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y en mano de sus enemigos mortales. Los pasará a filo de espada, sin piedad, sin respetos, sin compasión.

A ese pueblo

8A ese pueblo le dirás: Así dice el Señor: Yo les pongo delante el camino de la vida y el camino de la muerte. 9Los que se queden en la ciudad morirán a espada, de hambre y de peste; los que salgan y se pasen a los caldeos sitiadores, salvarán la vida, los apresarán como botín vivo. 10Porque me enfrento con esta ciudad para mal y no para bien –oráculo del Señor–. Será entregada al rey de Babilonia, que la pasará a fuego.

A la casa real de Judá

11A la casa real de Judá. Escuchen la Palabra del Señor: 12Casa de David, así dice el Señor:

      Vayan temprano a administrar justicia,

      libren al oprimido

      del poder del opresor;

      si no quieren que mi cólera

      estalle como fuego

      y arda inextinguible

      por sus malas acciones.

A Jerusalén

(9,1-10)

13Aquí estoy contra ti,

      Señora del valle, Roca de la llanura

      –oráculo del Señor–.

      Ustedes dicen:

      ¿Quién caerá sobre nosotros,

      quién penetrará en nuestras guaridas?

14Los castigaré

      como merecen sus acciones:

      prenderé fuego al bosque

      y consumirá todo alrededor.

Al rey

22 1Así dice el Señor: Baja al palacio real de Judá y proclama allí lo siguiente: 2Escuchen la Palabra del Señor, rey de Judá, que ocupas el trono de David, y también tus ministros y el pueblo, que entra por estas puertas. 3Así dice el Señor:

      Practiquen la justicia y el derecho,

      libren al oprimido del opresor,

      no exploten al emigrante,

      al huérfano y a la viuda,

      no derramen sin piedad

      sangre inocente en este lugar.

4Si cumplen estos mandatos, podrán entrar por estas puertas los reyes que ocupan el trono de David, montados en carros de caballos, acompañados de sus ministros y del pueblo. 5Y si no cumplen estos mandatos, juro por mí mismo –oráculo del Señor– que este palacio se convertirá en ruinas. 6Porque así dice el Señor al palacio real de Judá:

      Aunque fueras para mí

      como Galaad o la cumbre del Líbano,

      juro que haré de ti un desierto,

      una ciudad deshabitada;

7consagraré a tus devastadores,

      cada uno con sus armas,

      para que talen tus mejores cedros

      y los echen al fuego.

8Llegarán muchos pueblos

      a esta ciudad,

      y se preguntarán unos a otros:

      ¿Por qué trató así el Señor

      a esta gran ciudad?

9Y responderán:

      Porque abandonaron

      la alianza del Señor, su Dios,

      y sirvieron y adoraron

      a dioses extranjeros.

A Joacaz-Salún

10No lloren por el muerto

      ni se lamenten por él,

      lloren por el que se marcha,

      porque no volverá a ver

      su tierra natal.

11Porque así dice el Señor a Salún, hijo de Josías, rey de Judá, sucesor de su padre, Josías:

      El que salió de este lugar

      no volverá a él,

         12morirá en el país de su destierro

      y esta tierra no la volverá a ver.

A Joaquín

(36,29-31; Hab 2,7-20)

13¡Ay del que edifica

      su casa con injusticia,

      piso a piso, quebrantando el derecho!

      Hace trabajar de balde a su prójimo

      sin pagarle el salario.

14Piensa:

      Me construiré una casa espaciosa

      con salones aireados, abriré ventanas,

      la revestiré de cedro,

      la pintaré de bermellón.

15¿Piensas que eres rey

      porque compites en cedros?

      Si tu padre comió y bebió y le fue bien,

      es porque practicó la justicia

      y el derecho;

16hizo justicia a pobres e indigentes,

      y eso sí que es conocerme

      –oráculo del Señor–.

17Tú, en cambio,

      tienes ojos y corazón

      sólo para ganancias mal habidas,

      para derramar sangre inocente,

      para el abuso y la opresión.

18Por eso, así dice el Señor a Joaquín, hijo de Josías, rey de Judá:

      No le harán funeral cantando:

      ¡Ay hermano mío, ay hermana!

      No le harán funeral:

      ¡Ay Señor, ay Majestad!

19Lo enterrarán como a un asno:

      lo arrastrarán y lo tirarán

      fuera del recinto de Jerusalén.

A Jerusalén

20Sube al Líbano y grita,

      alza la voz en Basán,

      grita desde Abarim,

      porque han sido destrozados

      tus amantes.

21Te hablé en tu bienestar y dijiste:

      No obedezco;

      ésa es tu conducta desde joven,

      no me obedeciste;

22pues el viento

      apacentará a tus pastores

      y tus amantes irán al destierro;

      entonces sentirás

      vergüenza y sonrojo

      de todas tus maldades.

23Tú, Señora del Líbano,

      que anidas entre cedros,

      cómo sollozarás

      cuando te lleguen las ansias,

      dolores como de parto.

A Jeconías

24¡Por mi vida!, Jeconías,

      hijo de Joaquín, rey de Judá,

      aunque fueras el anillo

      de mi mano derecha, te arrancaría

25y te entregaría en poder

      de tus mortales enemigos,

      de los que más temes:

      de Nabucodonosor, rey de Babilonia,

      y en poder de los caldeos.

26Los expulsaré a ti y a tu madre,

      que te dio a luz, a un país extraño,

      donde no nacieron, y allí morirán.

27Y no volverán a la tierra

      adonde ansían volver.

28Ese Jeconías,

      ¿es una vasija rota, despreciable,

      un objeto inútil?,

      ¿por qué lo expulsan

      con su descendencia

      y lo arrojan a un país desconocido?

29¡Tierra, tierra, tierra!,

      escucha la Palabra del Señor:

30Así dice el Señor:

      Inscriban a ese hombre como estéril,

      como varón fracasado en la vida,

      porque de su descendencia

      no se logrará ninguno

      que se siente en el trono de David

      para reinar en Judá.

A los pastores

(10,21; 25,34-38; Ez 34)

23 1¡Ay de los pastores

que dispersan y extravían

      las ovejas de mi rebaño!

      –oráculo del Señor–.

2Por eso, así dice el Señor,

      Dios de Israel,

      a los pastores

      que pastorean a mi pueblo:

      Ustedes dispersaron a mis ovejas,

      las expulsaron,

      no se ocuparon de ellas;

      yo, en cambio, me ocuparé de ustedes

      y castigaré sus malas acciones

      –oráculo del Señor–.

3Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas

      en todos los países

      adonde las expulsé,

      las volveré a traer a sus pastos,

      para que crezcan y se multipliquen.

4Les daré pastores que las pastoreen:

      no temerán, ni se espantarán,

      ni se perderán

      –oráculo del Señor–.

5Miren que llegan días

      –oráculo del Señor–

      en que daré a David

      un retoño legítimo.

      Reinará como rey prudente,

      y administrará la justicia

      y el derecho en el país;

6en sus días se salvará Judá,

      Israel habitará en paz,

      y le darán el título

      Señor, justicia nuestra.

7Miren que llegan días –oráculo del Señor– en que ya no se dirá: Por la vida del Señor, que sacó a los israelitas de Egipto, 8sino que se dirá: Por la vida del Señor, que sacó a la descendencia de Israel del país del norte y de todos los países adonde los expulsó, y los trajo a sus tierras.

A los profetas

(14,13-16; 28-29; Ez 13)

9A los profetas:

      Se me rompe el corazón en el pecho,

      se me dislocan los huesos,

      estoy como un borracho,

      como uno vencido por el vino,

      a causa del Señor

      y de sus santas palabras:

10El país está lleno de adulterios,

      y por ello hace duelo la tierra,

      se secan los pastos de la estepa,

      ellos corren hacia la maldad,

      y emplean su poder para la injusticia;

11profetas y sacerdotes

      son unos impíos,

      hasta en mi templo

      encuentro maldades

      –oráculo del Señor–;

12por eso su camino

      se volverá resbaladizo,

      empujados a las tinieblas

      caerán en ellas;

      les enviaré la desgracia

      el año en que les pida cuentas

      –oráculo del Señor–.

13Entre los profetas de Samaría

      he visto una locura:

      profetizan por Baal

      extraviando a Israel, mi pueblo;

14entre los profetas de Jerusalén

      he visto algo espeluznante:

      adúlteros y embusteros

      que apoyan a los malvados,

      para que nadie

      se convierta de la maldad;

      para mí son todos sus vecinos

      como Sodoma y Gomorra.

15Por eso dice el Señor Todopoderoso a los profetas:

      Les daré a comer un alimento amargo

      y a beber agua envenenada,

      porque de los profetas de Jerusalén

      se difundió la impiedad

      a todo el país.

16Así dice el Señor Todopoderoso:

      No hagan caso a sus profetas,

      que los engañan:

      cuentan visiones de su fantasía,

      no de la boca del Señor;

17a los que desprecian

      la Palabra del Señor

      les dicen: Tendrán paz;

      a los que siguen

      su corazón obstinado

      les dicen: No les pasará nada malo.

18¿Quién asistió al consejo del Señor?,

      ¿quién lo vio y escuchó su palabra?,

      ¿quién atendió a mi palabra

      y la escuchó?

19Mira, el Señor desencadena

      una tormenta, un huracán

      que gira sobre la cabeza

      de los malvados;

20la ira del Señor no se detendrá

      hasta realizar y cumplir sus designios.

      Al cabo de los años

      lograrán comprenderlo.

21Yo no envié a los profetas,

      y ellos corrían;

      no les hablé, y ellos profetizaban;

22si hubieran asistido a mi consejo,

      anunciarían mis palabras a mi pueblo,

      para que se convirtiese

      del mal camino,

      de sus malas acciones.

23¿Soy yo Dios sólo de cerca

      y no Dios de lejos?

      –oráculo del Señor–.

24Porque uno se esconda

      en su escondrijo,

      ¿no lo voy a ver yo?

      –oráculo del Señor–,

      ¿no lleno yo el cielo y la tierra?

      –oráculo del Señor–.

25He oído lo que dicen los profetas,

      profetizando engaños en mi Nombre,

      diciendo que han tenido un sueño;

26¿hasta cuándo seguirán los profetas

      profetizando engaños

      y las fantasías de su mente?

27Con los sueños

      que se cuentan unos a otros

      pretenden hacer olvidar

      mi Nombre a mi pueblo,

      como lo olvidaron sus padres

      a causa de Baal.

28El profeta que tenga un sueño,

      que lo cuente;

      el que tenga mi palabra,

      que la diga a la letra.

      ¿Qué hace el grano con la paja?

      –oráculo del Señor–.

29¿No es mi palabra fuego

      –oráculo del Señor–

      o martillo que tritura la piedra?

30Por eso aquí estoy contra los profetas

      –oráculo del Señor–,

      que se roban unos a otros

      mis palabras;

31aquí estoy contra los profetas

      –oráculo del Señor–

      que manejan la lengua

      para soltar oráculos;

32aquí estoy contra los profetas

      –oráculo del Señor–

      que cuentan sus sueños falsos

      y extravían a mi pueblo

      con sus engaños y extravagancias.

      No los mandé, no los envié,

      son inútiles para este pueblo

      –oráculo del Señor–.

33Si este pueblo o un sacerdote o un profeta te preguntan cuál es la carga del Señor, les dirás: Ustedes son la carga del Señor, y yo los arrojaré –oráculo del Señor–. 34Si un sacerdote o un profeta o uno del pueblo dicen: carga del Señor, lo castigaré a él y a su casa. 35Cuando hablan y comentan entre ustedes, tienen que decir: ¿Qué responde el Señor, qué dice el Señor? 36Y que no se vuelva a mencionar la carga del Señor, porque cada uno cargará con sus palabras. Falsifican las palabras del Dios vivo, del Señor Todopoderoso, nuestro Dios. 37Al profeta le hablarán así: ¿Qué responde el Señor, qué dice el Señor? 38Y ahora dice el Señor: Si se empeñan en decir: carga del Señor, siendo así que yo les he prohibido decir: carga del Señor, entonces, 39por haberlo dicho, yo los levantaré como una carga y los tiraré lejos de mí, a ustedes y a la ciudad que les di a ustedes y a sus padres. 40Y les enviaré una afrenta eterna, un sonrojo eterno e inolvidable.

¿Quién es el resto?

(29,16-20)

24 1El Señor me mostró dos cestas de higos colocadas delante del santuario del Señor. Era después que Nabucodonosor, rey de Babilonia, desterró a Jeconías, hijo de Joaquín, rey de Judá, con los dignatarios de Judá, y a los artesanos y maestros de Jerusalén, y se los llevó a Babilonia.

2Una tenía higos exquisitos, es decir, brevas; otra tenía higos muy pasados, que no se podían comer.

3El Señor me preguntó:

–¿Qué ves, Jeremías?

Contesté:

–Veo higos: unos exquisitos, otros tan pasados que no se pueden comer.

4Y el Señor me dirigió la palabra: 5Así dice el Señor, Dios de Israel: A los desterrados de Judá, a los que expulsé de su patria al país caldeo, los considero buenos, como estos higos buenos. 6Los miraré con benevolencia, los volveré a traer a esta tierra; los construiré y no los destruiré, los plantaré y no los arrancaré. 7Les daré inteligencia para que reconozcan que soy yo el Señor; ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios, si vuelven a mí de todo corazón.

8A Sedecías, rey de Judá, a sus dignatarios, al resto de Jerusalén que quede en esta tierra o resida en Egipto, los trataré como a esos higos tan malos que no se pueden comer. 9Serán terrible escarmiento para todos los reinos del mundo, serán objeto de desprecio, sátiras, burlas y maldiciones en todos los lugares por donde los disperse. 10Les enviaré la espada, el hambre y la peste, hasta consumirlos en la tierra que les di a ellos y a sus padres.

Nabucodonosor, verdugo de Dios

25 1El año cuarto del reinado de Joaquín, hijo de Josías, en Judá, que corresponde al año primero del reinado de Nabucodonosor en Babilonia, recibió Jeremías este mensaje para todo el pueblo judío, 2y el profeta Jeremías se lo comunicó a todos los judíos y a todos los vecinos de Jerusalén:

3Desde el año trece del reinado en Judá de Josías, hijo de Amón, hasta el presente día –en total, veintitrés años–, he recibido la Palabra del Señor y se la he predicado puntualmente, y no me han escuchado. 4El Señor les enviaba puntualmente a sus siervos los profetas, y no quisieron escuchar ni prestar oído. 5Los exhortaban: Que se convierta cada uno de su mala conducta y de sus malas acciones, y volverá a la tierra que el Señor les entregó a ustedes y a sus padres, desde siempre y para siempre. 6Y no sigan a dioses extranjeros para servirlos y adorarlos, no me irriten con las obras de sus manos, y no les haré ningún mal.

7No me escucharon –oráculo del Señor–, me irritaron con las obras de sus manos, para su propia desgracia. 8Por eso, así dice el Señor Todopoderoso: Puesto que no escucharon mis palabras 9yo mandaré a buscar a los pueblos del norte y a Nabucodonosor, rey de Babilonia, siervo mío; lo traeré a esta tierra, contra sus habitantes y los pueblos vecinos; los consagraré al exterminio, los convertiré en espanto, burla y ruina perpetua. 10Haré cesar la voz alegre y la voz gozosa, la voz del novio y la voz de la novia, el ruido del molino y la luz de la lámpara. 11Toda esta tierra quedará desolada, y las naciones vecinas estarán sometidas al rey de Babilonia durante setenta años.

12Pasados los setenta años –oráculo del Señor–, pediré cuentas al rey de Babilonia y a su nación de todas sus culpas, y convertiré en desierto perpetuo el país de los caldeos. 13Cumpliré en su país todas las amenazas que pronuncié contra él; todo lo escrito en este libro. 14Ellos, a su vez, estarán sometidos a muchas naciones y a reyes poderosos; les pagaré sus acciones, las obras de sus manos.

Profecía de Jeremías contra los paganos

(46–51)

15El Señor, Dios de Israel, me dijo:

–Toma de mi mano esta copa de aguardiente y dásela a beber a todas las naciones adonde te envío. 16Que beban y se tambaleen y enloquezcan ante la espada que arrojo en medio de ellos.

17Tomé la copa de mano del Señor y se la hice beber a todas las naciones a las que me envió el Señor:

18A Jerusalén y a los pueblos de Judá, a sus reyes y nobles, para convertirlos en ruina y desolación, en burla y maldición. Cosa que sucede hoy.

19Al faraón, rey de Egipto, a sus ministros, sus nobles y todo su pueblo y sus muchedumbres.

20A los reyes de Hus y de Filistea: Ascalón, Gaza, Ecrón y el resto de Asdod.

21A Edom, Moab y Amón; 22a todos los reyes de Tiro y Sidón y a los reyes de las costas lejanas que están más allá del mar; 23a Dedán, Temá, Buz y a todos los de cabeza rapada; 24a todos los reyes de Arabia y de los beduinos que viven en el desierto; 25y a todos los reyes de Zimrí, de Elam y de Media; 26a todos los reyes del norte, próximos y remotos, uno tras otro, y a todos los reyes de la superficie terrestre. Y después de todos ellos, beberá el rey de Sesac.

27Les dirás: Así dice el Señor Todopoderoso, Dios de Israel: Beban, emborráchense, vomiten, caigan para no levantarse, ante la espada que yo arrojo entre ustedes. 28Y si se niegan a tomar la copa de tu mano para beber, les dirás: Así dice el Señor Todopoderoso: Tienen que beber. 29Porque si en la ciudad que lleva mi Nombre comencé el castigo, ¿van ustedes a quedar impunes? No quedarán impunes, porque yo reclamo la espada contra todos los habitantes del mundo, oráculo del Señor Todopoderoso.

30Y tú profetízales diciendo lo siguiente:

      El Señor ruge desde la altura,

      clama desde su mansión santa,

      ruge y ruge contra su pueblo,

      entona la copla

      de los pisadores de uva

      contra todos los habitantes del mundo;

31el eco resuena

      hasta los confines de la tierra,

      porque el Señor entabla pleito

      con los paganos,

      viene a juzgar a todos los hombres

      y hará ejecutar a los culpables

      –oráculo del Señor–.

32Así dice el Señor Todopoderoso:

      Miren la catástrofe

      pasar de nación en nación,

      un terrible huracán se agita

      en los extremos del mundo.

33Aquel día las víctimas del Señor

      ocuparán la tierra de punta a punta,

      no los recogerán, ni enterrarán,

      ni les harán duelo,

      serán como estiércol sobre el campo.

34Giman, pastores; griten,

      revuélquense en el polvo,

      encargados del rebaño;

      les ha llegado el día de la matanza

      y caerán como carneros hermosos;

35no hay escapatoria para los pastores,

      no hay salida

      para los encargados del rebaño.

36Se oye el grito de los pastores,

      el gemido

      de los encargados del rebaño,

      porque el Señor

      ha destruido sus pastos;

37están silenciosas

      las prósperas praderas,

      por el incendio de la ira del Señor;

38abandonan,

      como un león su guarida,

      sus tierras, que están desoladas,

      por el incendio devastador,

      por el incendio de su ira.

 

RELATOS BIOGRÁFICOS DE JEREMÍAS

(26–45, excepto 30–31 y 33)

Jeremías, juzgado y absuelto

(7,1-15)

26 1Al comienzo del reinado de Joaquín, hijo de Josías, rey de Judá, el Señor dirigió la palabra a Jeremías:

2–Así dice el Señor: Ponte en el atrio del templo y di a todos los vecinos de los pueblos de Judá que vienen al templo a adorar al Señor, todo lo que yo te mando decir; no dejes ni una palabra. 3A ver si se convierte cada uno de su mala conducta y yo puedo arrepentirme del castigo que preparo contra ellos por sus malas acciones. 4Les dirás: Así dice el Señor: Si no me obedecen, siguiendo la ley que yo les he dado, 5y escuchando lo que le dicen mis siervos los profetas, que yo les envío sin cesar, y ustedes no escuchan, 6yo trataré este templo como el de Siló, y esta ciudad será fórmula de maldición para todas las naciones.

7Los sacerdotes, los profetas y toda la gente oyeron a Jeremías pronunciar este discurso en el templo; 8y cuando terminó de decir todo lo que el Señor le había mandado decir al pueblo, los sacerdotes, los profetas y la gente lo apresaron, diciéndole:

–Eres reo de muerte. 9¿Por qué profetizas en Nombre del Señor diciendo que este templo será como el de Siló y esta ciudad quedará en ruinas y deshabitada?

La gente se amotinó contra Jeremías en el templo. 10Se enteraron de todo los dignatarios de Judá y, subiendo del palacio real al templo, se sentaron en el tribunal de la Puerta Nueva. 11Los sacerdotes y los profetas dijeron a los dignatarios y a la gente:

–Este hombre merece la muerte por haber profetizado contra esta ciudad; ustedes mismos lo han oído.

12Contestó Jeremías a los dignatarios y al pueblo:

–El Señor me envió a profetizar todo lo que han oído contra este templo y esta ciudad. 13Y ahora corrijan su conducta y sus acciones, obedezcan al Señor, su Dios, y el Señor se arrepentirá de las amenazas que ha proferido contra ustedes. 14Yo estoy en sus manos: hagan de mí lo que mejor les parezca. 15Pero sepan que si me matan, serán responsables de sangre inocente ustedes, la ciudad y sus vecinos. Porque ciertamente el Señor me ha enviado a ustedes a predicarles todo lo que he dicho. 16Los dignatarios y toda la gente dijeron a los sacerdotes y profetas:

–Este hombre no merece la muerte, porque nos ha hablado en Nombre del Señor, nuestro Dios.

17Entonces se levantaron algunos ancianos y dijeron a toda la asamblea del pueblo:

18–Miqueas de Moréset profetizó durante el reinado de Ezequías, rey de Judá, y dijo a los judíos: Así dice el Señor Todopoderoso:

      Sión será un campo arado,

      Jerusalén será una ruina,

      el monte del templo

      un cerro cubierto de maleza.

19¿Le dieron muerte Ezequías, rey de Judá, y todo el pueblo? ¿No respetaron al Señor y lo calmaron y el Señor se arrepintió de la amenaza que había proferido contra ellos? Nosotros, en cambio, estamos a punto de cargarnos con un crimen enorme.

20Hubo otro profeta que profetizó en Nombre del Señor: Urías, hijo de Semayas, natural de Quiriat Yearim. Profetizó contra esta ciudad y este país lo mismo que Jeremías. 21El rey Joaquín, con sus guardias y dignatarios, lo oyeron, y el rey intentó matarlo; pero Urías se enteró y, atemorizado, huyó a Egipto. 22Entonces el rey Joaquín despachó a Egipto a Elnatán, hijo de Acbor, con su destacamento. 23Sacaron a Urías de Egipto y se lo llevaron al rey Joaquín, el cual lo hizo ajusticiar y arrojar su cadáver en la sepultura común.

24Entonces Ajicán, hijo de Safín, se hizo cargo de Jeremías para que no lo entregaran a ser ejecutado por el pueblo.

 

Sumisión al rey de Babilonia

(25,1-11)

A los embajadores

27 1El año cuarto del reinado de Sedecías, hijo de Josías, rey de Judá, el Señor dirigió la palabra a Jeremías:

2–Así dice el Señor: Hazte unas correas y un yugo y encájatelo en el cuello, 3y envía un mensaje a los reyes de Edom, Moab, Amón, Tiro y Sidón, por medio de los embajadores que han venido a Jerusalén a visitar al rey Sedecías. 4Diles que informen a sus señores: Así dice el Señor Todopoderoso, Dios de Israel: Digan a sus señores:

5Yo he creado la tierra

      y hombres y animales

      sobre la faz de la tierra,

      con mi gran poder

      y con mi brazo extendido;

      y la doy a quien me parece;

6ahora, yo entrego

      todos estos territorios

      a Nabucodonosor,

      rey de Babilonia, mi siervo;

      incluso las fieras del campo

      se las doy como servidores;

7todas las naciones

      estarán sometidas a él,

      a su hijo y nieto,

      hasta que le llegue a su país

      la hora de ser servidor

      de pueblos numerosos

      y reyes poderosos.

8Si una nación y su rey no se someten

      a Nabucodonosor, rey de Babilonia,

      y no rinden el cuello al yugo

      del rey de Babilonia,

      con espada y hambre y peste

      castigaré a esa nación,

      hasta entregarla en sus manos

      –oráculo del Señor–.

9Y ustedes no hagan caso

      a sus profetas y adivinos

      intérpretes de sueños,

      hechiceros y magos,

      que les dicen:

      No serán vasallos

      del rey de Babilonia;

10porque les profetizan mentiras

      para sacarlos de su tierra,

      para que yo los disperse

      y los destruya.

11Si una nación rinde el cuello

      y se somete al rey de Babilonia,

      la dejaré en su tierra,

      para que la cultive y la habite

      –oráculo del Señor–.

A Sedecías

(21,1-7)

12A Sedecías, rey de Judá,

      le hablé en los mismos términos:

      Coloquen su cuello

      bajo el yugo del rey de Babilonia,

      sométanse a él y a su ejército,

      y vivirán;

13así no morirán a espada,

      de hambre y peste,

      como dijo el Señor a los pueblos

      que no se sometan

      al rey de Babilonia.

14No hagan caso

      a los profetas que les dicen:

      No serán vasallos

      del rey de Babilonia,

      porque les profetizan mentiras:

15yo no los envié

      –oráculo del Señor–,

      y ellos profetizan

      mentiras en mi Nombre,

      para que yo los tenga

      que arrojar y destruir

      a ustedes con los profetas

      que les profetizan.

A los sacerdotes y al pueblo

16A los sacerdotes y al pueblo les dije:

      Así dice el Señor:

      No hagan caso

      a esos profetas que les profetizan:

      Muy pronto

      recobraremos de Babilonia

      el ajuar del templo;

      les profetizan engaños,

17no les hagan caso.

      Permanezcan sometidos

      al rey de Babilonia y vivirán,

      y esta ciudad

      no se convertirá en ruinas.

18Si son profetas

      y tienen la Palabra del Señor,

      que intercedan al Señor

      para que no se lleven a Babilonia

      el resto del ajuar del templo

      y del palacio real de Jerusalén.

19Porque así dice el Señor Todopoderoso acerca de las columnas, el depósito, el pedestal y el resto del ajuar que aún queda en la ciudad 20–que Nabucodonosor, rey de Babilonia, no se llevó de Jerusalén a Babilonia cuando desterró a Jeconías, hijo de Joaquín, con todos los notables de Judá y Jerusalén–. 21Así dice el Señor Todopoderoso, Dios de Israel, acerca del ajuar que ha quedado en el templo y en el palacio real de Jerusalén:

22Se los llevarán a Babilonia y allí quedarán, hasta que yo haga inventario –oráculo del Señor– y los saque y los devuelva a este lugar.

Jeremías y Ananías

(1 Re 22; Jr 23,13-32)

28 1Ese mismo año, el cuarto del reinado de Sedecías en Judá, el mes quinto, Ananías, hijo de Azur, profeta natural de Gabaón, me dijo en el templo, en presencia de los sacerdotes y de toda la gente:

2–Así dice el Señor Todopoderoso, Dios de Israel: Rompo el yugo del rey de Babilonia. 3Antes de dos años devolveré a este lugar todo el ajuar del templo que Nabucodonosor, rey de Babilonia, acaparó y se llevó a Babilonia. 4A Jeconías, hijo de Joaquín, rey de Judá, y a todos los judíos desterrados en Babilonia yo los haré volver a este lugar –oráculo del Señor–. Porque romperé el yugo del rey de Babilonia.

5El profeta Jeremías respondió al profeta Ananías, en presencia de los sacerdotes y del pueblo que estaba en el templo; 6el profeta Jeremías dijo:

–¡Amén, así lo haga el Señor! Que el Señor cumpla tu profecía trayendo de Babilonia a este lugar todo el ajuar del templo y a todos los desterrados. 7Pero escucha lo que yo te digo a ti y a todo el pueblo: 8Los profetas que nos precedieron, a ti y a mí, desde tiempo inmemorial, profetizaron guerras, calamidades y epidemias a muchos países y a reinos dilatados. 9Cuando un profeta anunciaba prosperidad, sólo al cumplirse su profecía era reconocido como profeta enviado realmente por el Señor.

10Entonces Ananías le quitó el yugo del cuello al profeta Jeremías y lo rompió, 11diciendo en presencia de todo el pueblo:

–Así dice el Señor: Así es como romperé el yugo del rey de Babilonia, que llevan al cuello tantas naciones, antes de dos años.

El profeta Jeremías se marchó por su camino.

12Después que el profeta Ananías rompió el yugo que el profeta Jeremías llevaba al cuello, el Señor le dirigió la palabra:

13–Ve a decirle a Ananías: Así dice el Señor: Tú has roto un yugo de madera, yo lo sustituiré con un yugo de hierro. 14Pues así dice el Señor Todopoderoso, Dios de Israel: Yugo de hierro pondré al cuello de todas estas naciones, para que estén sometidas a Nabucodonosor, rey de Babilonia, y hasta las fieras del campo le daré como servidores.

15El profeta Jeremías dijo al profeta Ananías:

–Escúchame, Ananías: el Señor no te ha enviado, y tú infundes a este pueblo una falsa confianza. 16Por eso, así dice el Señor: Yo te echaré de la superficie de la tierra. Este año morirás, por haber predicado rebelión contra el Señor.

17El profeta Ananías murió aquel año, el mes séptimo.

Cartas de Jeremías

29 1Texto de la carta que el profeta Jeremías envió desde Jerusalén a los desterrados; a los ancianos, sacerdotes, profetas y al pueblo deportados por Nabucodonosor de Jerusalén a Babilonia.

2Fue después de marcharse el rey Jeconías con la reina madre y los eunucos y dignatarios de Judá y Jerusalén y los artesanos y maestros de Jerusalén.

3La envió por medio de Elasa, hijo de Safán, y de Gamarías, hijo de Jelcías, legados de Sedecías, rey de Judá, a Nabucodonosor, rey de Babilonia:

4Así dice el Señor Todopoderoso, Dios de Israel, a todos los deportados que yo llevé de Jerusalén a Babilonia:

5Construyan casas y habítenlas, planten huertos y coman sus frutos, cásense y engendren hijos e hijas, 6tomen esposas para sus hijos casen a sus hijas, para que ellas engendren hijos e hijas; crezcan allí y no disminuyan. 7Pidan por la prosperidad de la ciudad adonde yo los desterré y recen al Señor por ella, porque su prosperidad será la de ustedes.

8Así dice el Señor Todopoderoso, Dios de Israel: no se dejen engañar por los profetas y adivinos que viven entre ustedes; no hagan caso de los sueños que sueñan, 9porque les profetizan engaños en mi Nombre, y yo no los envié –oráculo del Señor–.

10Esto es lo que dice el Señor: Cuando se cumplan setenta años en Babilonia, me ocuparé de ustedes, les cumpliré mis promesas trayéndolos de nuevo a este lugar. 11Yo conozco mis designios sobre ustedes: designios de prosperidad, no de desgracia, pues les daré un porvenir y una esperanza. 12Me invocarán, vendrán a rezarme y yo los escucharé; 13me buscarán y me encontrarán, si me buscan de todo corazón; 14me dejaré encontrar y cambiaré su suerte –oráculo del Señor–. Los reuniré en todas las naciones y lugares adonde los arrojé –oráculo del Señor– y los volveré a traer al lugar de donde los desterré.

15Si ustedes dicen que el Señor les ha nombrado profetas en Babilonia, 21el Señor Todopoderoso, Dios de Israel, dice a propósito de Ajab, hijo de Colayas, y de Sedecías, hijo de Masías, que les profetizan engaños en mi Nombre: Yo los entregaré a Nabucodonosor, rey de Babilonia, que los hará ajusticiar en presencia de ustedes. 22Y darán origen a una maldición que se correrá entre todos los judíos desterrados en Babilonia: El Señor te trate como a Ajab y a Sedecías, a quienes quemó vivos el rey de Babilonia. 23Porque cometieron una infamia en Israel, adulteraron con la mujer del prójimo y contaron mentiras en mi Nombre sin que yo los mandase. Lo sé y lo atestiguo –oráculo del Señor.

16Así dice el Señor acerca del rey que se sienta en el trono de David y de todo el pueblo que vive en la ciudad –sus hermanos que no han ido con ustedes al destierro–. 17Así dice el Señor Todopoderoso: Yo despacharé contra ellos la espada, el hambre y la peste; los trataré como a los higos podridos que no se pueden comer de malos. 18Los perseguiré con la espada, el hambre y la peste, y haré de ellos un escarmiento para todos los reinos de la tierra, y maldición y espanto y burla y oprobio de todas la naciones por donde los dispersé. 19Porque no escucharon mis palabras –oráculo del Señor–; porque les envié constantemente a mis siervos los profetas, y no hicieron caso –oráculo del Señor–.

20Ustedes, los desterrados que envié de Jerusalén a Babilonia, escuchen la Palabra del Señor.

Mensaje a Samayas

24A Samayas, el nejlamita le dirás: 25Así el Señor Todopoderoso, Dios de Israel:

–Tú has enviado por tu cuenta una carta a Sofonías, hijo de Masías, el sacerdote, en estos términos:

26El Señor te ha nombrado sucesor del sacerdote Yehoyadá como responsable del templo; si se presenta un exaltado y se pone a profetizar lo tienes que meter en el calabozo y atarlo con cadenas. 27Entonces, ¿por qué no has dado un escarmiento a Jeremías, de Anatot, que se ha metido a profetizar? 28Nos ha enviado una carta a Babilonia diciendo que va para largo, que construyamos casas y las habitemos, que plantemos huertos y comamos sus frutos.

29El sacerdote Sofonías le leyó la carta al profeta Jeremías, 30y el Señor le dirigió la palabra:

31–Envía un mensaje a los desterrados:

Así dice el Señor acerca de Samayas, el nejlamita: Samayas les ha profetizado, sin que yo lo enviase, arrastrándolos a una falsa confianza. 32Por eso, dice el Señor: Yo castigaré a Samayas, el nejlamita, y a su descendencia: no tendrá un sucesor que viva entre este pueblo, no probará los bienes que yo daré a mi pueblo, porque predicó rebelión contra el Señor –oráculo del Señor–.

Oráculo de restauración

30 1Palabras que dirigió el Señor a Jeremías:

2–Así dice el Señor: Escribe en un libro todas las palabras que te he dicho. 3Porque llegarán días –oráculo del Señor– en que cambiaré la suerte de mi pueblo, Israel y Judá, dice el Señor, y los volveré a llevar a la tierra que di en posesión a sus padres.

4Palabra del Señor a Israel y a Judá.

5Así dice el Señor:

      Gritos de pavor hemos oído,

      de terror sin sosiego.

6Pregunten y averigüen:

      ¿Acaso dan a luz los varones?

      ¿Qué veo? Todos los varones,

      como parturientas,

      las manos a las caderas,

      los rostros desfigurados y pálidos.

7¡Ay! Aquel día será grande

      y sin igual,

      hora de angustia para Jacob.

      Pero saldrá de ella.

8Aquel día

      –oráculo del Señor Todopoderoso–

      romperé el yugo de tu cuello

      y haré saltar las correas;

      ya no servirán a extranjeros,

9servirán al Señor, su Dios,

      y a David, el rey que les nombraré.

10Y tú, siervo mío,

      Jacob, no temas;

      no te asustes, Israel

      –oráculo del Señor–,

      que yo te salvaré del país remoto

      y a tu descendencia del destierro;

      Jacob volverá y descansará,

      reposará sin alarmas,

11porque yo estoy contigo para salvarte

      –oráculo del Señor–.

      Destruiré a todas las naciones

      por donde los dispersé,

      a ti no te destruiré,

      te corregiré como mereces

      y no te dejaré sin castigo.

12Así dice el Señor:

      Tu fractura es fatal,

      tu herida no puede sanar,

13no hay quien defienda tu causa

      vendando tu herida,

      no hay remedio para tu dolencia.

14Tus amantes te olvidaron

      y ya no te buscan,

      porque te derrotó el enemigo

      con cruel escarmiento;

      por la cantidad de tus crímenes,

      por tus muchos pecados.

15¿Por qué gritas por tu herida?

      Tu llaga es insanable;

      por la cantidad de tus crímenes,

      por tus muchos pecados

      te he tratado así.

16Los que te devoran serán devorados,

      todos tus enemigos irán al destierro,

      los que te saquean serán saqueados,

      los que te despojan

      serán despojados.

17Te devolveré la salud,

      te sanaré las heridas

      –oráculo del Señor–.

      Te llamaban La Abandonada,

      Sión, por quien nadie pregunta.

18Así dice el Señor:

      Yo cambiaré la suerte

      de las tiendas de Jacob,

      compadecido de sus moradas;

      sobre sus ruinas

      será reconstruida la ciudad,

      su palacio se asentará en su puesto;

19resonarán allí himnos

      y rumores de fiesta;

      los haré crecer y no disminuir,

      los honraré

      y no serán despreciados.

20Serán sus hijos como antes,

      asamblea estable delante de mí;

      castigaré a sus opresores,

21de ella saldrá su príncipe,

      de ella nacerá su jefe,

      y yo lo acercaré hasta mí;

      ¿quién, si no,

      se atrevería a acercarse a mí?

22Ustedes serán mi pueblo,

      yo seré su Dios,

      –oráculo del Señor–.

23¡Atención!

      El Señor desencadena una tormenta,

      un huracán gira

      sobre la cabeza de los malvados;

24no se apaga el incendio

      de la ira del Señor,

      hasta realizar y cumplir sus designios.

      Al cabo de los años

      llegarán a comprenderlo.

Retorno de los israelitas a su tierra

31 1En aquel tiempo

–oráculo del Señor–

      seré el Dios

      de todas las tribus de Israel

      y ellas serán mi pueblo.

2–Así dice el Señor:

      El pueblo escapado de la espada

      alcanzó favor en el desierto:

      Israel camina a su descanso,

3el Señor se le apareció desde lejos.

      Con amor eterno te amé,

      por eso prolongué mi lealtad;

4te reconstruiré y quedarás construida,

      capital de Israel;

      de nuevo saldrás enjoyada

      a bailar alegremente con panderetas;

5de nuevo plantarás viñas

      en los montes de Samaría,

      y los que las plantan las cosecharán.

6¡Es de día!,

      gritarán los centinelas

      en la sierra de Efraín:

      de pie, a Sión,

      a visitar al Señor, nuestro Dios.

7Así dice el Señor:

      Griten jubilosos por Jacob,

      regocíjense

      por el primero de los pueblos,

      háganse oír, alaben y digan:

      El Señor ha salvado

      a su pueblo, al resto de Israel.

8Yo los traeré del país del norte,

      los reuniré

      desde los rincones del mundo.

      Qué gran multitud retorna;

      entre ellos hay ciegos y lisiados,

      mujeres embarazadas

      y a punto de dar a luz;

9si marcharon llorando,

      los conduciré entre consuelos,

      los guiaré hacia corrientes de agua,

      por camino llano y sin tropiezos.

      Seré un padre para Israel,

      Efraín será mi primogénito.

10Escuchen, pueblos,

      la Palabra del Señor,

      anúncienla, islas remotas:

      El que esparció a Israel lo reunirá,

      lo guardará

      como el pastor a su rebaño;

11el Señor redimió a Jacob,

      lo rescató de una mano más fuerte,

12y vendrán entre aclamaciones

      a la altura de Sión,

      acudirán hacia los bienes del Señor:

      trigo y vino y aceite,

      y rebaños de vacas y ovejas;

      será como huerto regado,

      no volverán a desfallecer,

13entonces la muchacha

      gozará bailando

      y los ancianos

      igual que los jóvenes;

      convertiré su tristeza en gozo,

      los consolaré y aliviaré sus penas;

14alimentaré a los sacerdotes

      con manjares

      y mi pueblo se saciará de mis bienes

      –oráculo del Señor–.

15Así dice el Señor:

      Escuchen, en Ramá

      se oyen lamentos y llanto amargo:

      es Raquel, que llora inconsolable

      a sus hijos que ya no viven.

16Así dice el Señor:

      Reprime tus sollozos,

      enjuga tus lágrimas

      –oráculo del Señor–,

      tu trabajo será pagado,

      volverán del país enemigo;

17hay esperanza de un porvenir

      –oráculo del Señor–,

      volverán los hijos a la patria.

18Estoy escuchando

      lamentarse a Efraín:

      Me has corregido y he escarmentado,

      como novillo sin domar;

      hazme regresar y yo regresaré,

      que tú eres mi Señor, mi Dios;

19si me alejé, después me arrepentí,

      y al comprenderlo

      me di golpes de pecho;

      me sentía confundido y avergonzado

      de soportar el pecado

      de mi juventud.

20¡Si es mi hijo querido Efraín,

      mi niño, mi encanto!

      Cada vez que lo reprendo

      me acuerdo de él,

      se me conmueven las entrañas

      y cedo a la compasión

      –oráculo del Señor–.

21Coloca pilares, planta señales,

      fíjate bien en el camino

      por donde caminas,

      vuelve, doncella de Israel,

      vuelve a tus ciudades,

22¿hasta cuándo estarás indecisa,

      muchacha rebelde?,

      que el Señor crea

      de nuevo en el país,

      y la mujer abrazará al varón.

23Así dice el Señor Todopoderoso,

      Dios de Israel:

      Cuando yo cambie su suerte,

      se volverá a decir en Judá

      y en sus poblados:

      El Señor te bendiga,

      lugar de salvación, monte santo.

24En Judá y en sus poblados

      habitarán juntos los labradores

      y los que se desplazan con el rebaño.

25Daré de beber

      a las gargantas sedientas,

      colmaré a los muertos de hambre.

26Yo desperté, miré

      y me pareció un sueño feliz.

27Miren que llegan días

      –oráculo del Señor–

      en que sembraré

      en Israel y en Judá

      semilla de hombres

      y semilla de animales.

28Como vigilé sobre ellos

      para arrancar y arrasar,

      para destruir

      y deshacer y maltratar,

      así vigilaré sobre ellos

      para edificar y plantar

      –oráculo del Señor–.

29En aquellos días ya no se dirá:

      Los padres comieron uva agria,

      a los hijos

      se les destemplan los dientes,

30porque el que muera,

      será por su propia culpa

      y tendrá dolor de muelas

      el que coma uva agria.

31Miren que llegan días

      –oráculo del Señor–

      en que haré una alianza nueva

      con Israel y con Judá:

32no será como la alianza

      que hice con sus padres

      cuando los agarré de la mano

      para sacarlos de Egipto;

      la alianza que ellos quebrantaron

      y yo mantuve –oráculo del Señor–;

33así será la alianza

      que haré con Israel

      en aquel tiempo futuro

      –oráculo del Señor–:

      meteré mi ley en su pecho,

      la escribiré en su corazón,

      yo seré su Dios

      y ellos serán mi pueblo;

34ya no tendrán

      que enseñarse unos a otros,

      mutuamente, diciendo:

      Tienes que conocer al Señor,

      porque todos,

      grandes y pequeños, me conocerán

      –oráculo del Señor–,

      porque yo perdono sus culpas

      y olvido sus pecados.

35Así dice el Señor:

      que establece el sol

      para iluminar el día,

      el ciclo de la luna y las estrellas

      para iluminar la noche,

      que agita el mar y rugen sus olas

      –su título es

      Señor Todopoderoso–:

36Cuando fallen estas leyes

      que yo he dado

      –oráculo del Señor–,

      la descendencia de Israel

      ya no será más el pueblo mío.

37Así dice el Señor:

      Si puede medirse el cielo en lo alto,

      o explorar en lo profundo

      el cimiento de la tierra,

      yo rechazaré a la descendencia

      entera de Israel,

      por todo lo que hizo

      –oráculo del Señor–.

38Miren que llegan días –oráculo del Señor– en que se edificará la ciudad del Señor, desde la torre de Hanael hasta la puerta del Ángulo. 39La cinta de medir seguirá derecha hasta Loma de Gareb y girará hacia Goat. 40Todo el valle de los cadáveres, el cementerio de las cenizas, hasta el valle del torrente Cedrón, y hasta la puerta de los Caballos, a oriente, estará consagrado al Señor, y ya no será arrasado ni destruido jamás.

Jeremías rescata un terreno

(Lv 25,25; Rut 3s)

32 1Palabras que el Señor dirigió a Jeremías el año décimo del reinado de Sedecías en Judá, que corresponde al año dieciocho de Nabucodonosor.

2Entonces sitiaba a Jerusalén el ejército del rey de Babilonia, y el profeta Jeremías estaba preso en el atrio de la guardia, en el palacio real de Judá. 3Lo había encarcelado Sedecías, acusándole:

–Tú has profetizado: Así dice el Señor: Yo entregaré esta ciudad en manos del rey de Babilonia, para que la conquiste. 4Sedecías, rey de Judá, no escapará de manos de los caldeos, sino que será entregado sin falta en manos del rey de Babilonia, que le hablará cara a cara, y sus ojos verán sus ojos. 5Y llevará a Sedecías a Babilonia, y allí quedará hasta que yo me ocupe de él –oráculo del Señor–. Si luchan contra los caldeos, no vencerán.

6Jeremías contestó:

–El Señor me ha dirigido la palabra: 7Hanamel, hijo de tu tío Salún, vendrá a decirte: Cómprame el campo de Anatot, porque a ti te corresponde rescatarlo comprándolo. 8Y vino a visitarme mi primo, como había dicho el Señor, al atrio de la guardia, y me dijo: Cómprame el campo de Anatot, en territorio de Benjamín, porque a ti te corresponde rescatarlo y adquirirlo: cómpramelo. Yo comprendí que era una Palabra del Señor. 9Y, así, compré el campo de Anatot a mi primo Hanamel; pesé el dinero: diecisiete monedas de plata. 10Escribí el contrato, lo sellé, hice firmar a los testigos y pesé la plata en la balanza. 11Después tomé el contrato sellado, según las normas legales, y la copia abierta, 12y entregué el contrato a Baruc, hijo de Nerías, de Majsías, en presencia de Hanamel, mi primo, en presencia de los testigos que habían firmado el contrato y en presencia de los judíos que estaban en el atrio de la guardia. 13En presencia de ellos ordené a Baruc: 14Así dice el Señor Todopoderoso, Dios de Israel: Toma estos contratos, el sellado y el abierto, y mételos en una jarra de barro, para que se conserven muchos años. 15Porque así dice el Señor Todopoderoso, Dios de Israel: Todavía se comprarán casas y campos y huertos en esta tierra.

Oración de Jeremías

16Después de entregar a Baruc, hijo de Nerías, el contrato, oré al Señor: 17¡Ay, mi Señor! Tú hiciste el cielo y la tierra con tu gran poder, con brazo extendido, nada es imposible para ti. 18Tú tratas con misericordia por mil generaciones, pero castigas el pecado de los padres en los hijos que les suceden. Dios grande y esforzado, cuyo Nombre es Señor Todopoderoso. 19Grande en ideas, poderoso en acciones, cuyos ojos están abiertos sobre los pasos de los hombres, para pagar a cada uno su conducta, lo que merecen sus acciones. 20Tú hiciste signos y prodigios en Egipto un día como hoy, en Israel y entre todos los hombres, y te has ganado fama que dura hoy. 21Sacaste de Egipto a tu pueblo, Israel, con prodigios y portentos, con mano fuerte y brazo extendido, y con gran terror. 22Les diste esta tierra, que habías jurado a sus padres darles, tierra que mana leche y miel, 23y entraron a poseerla. Pero ellos no te obedecieron, no procedieron según tu ley, no hicieron lo que les habías mandado hacer; por eso les enviaste todas estas desgracias. 24Mira, los terraplenes ya llegan hasta la ciudad para conquistarla, la ciudad está entregada en manos de los caldeos, que la atacan con la espada, el hambre y la peste. Sucede lo que anunciaste, y lo estás viendo. 25Y tú, mi Señor, me dices: Cómprate el campo con dinero, ante testigos, mientras la ciudad cae en manos de los caldeos.

26El Señor dirigió la palabra a Jeremías:

27–Yo soy el Señor, Dios de todos los humanos: ¿hay algo imposible para mí? 28Por eso, así dice el Señor: Yo entrego esta ciudad en manos de los caldeos, en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia; para que la conquiste. 29Los caldeos que la atacan entrarán en esta ciudad y le pondrán fuego. La quemarán con las casas, en cuyas azoteas se quemaba incienso a Baal y se hacían libaciones a dioses extranjeros, para irritarme. 30Porque israelitas y judíos hacen lo que yo repruebo desde su juventud; los israelitas me irritan con las obras de sus manos –oráculo del Señor–. 31Esta ciudad ha provocado mi ira y mi cólera desde que la construyeron hasta hoy. La tendré que apartar de mi presencia, 32por todas las maldades que comenten israelitas y judíos, irritándome todos, con sus reyes y príncipes, con sus sacerdotes y profetas, los judíos y los habitantes de Jerusalén. 33Me dan la espalda, y no la cara. Yo los aleccionaba sin cesar, y ellos no escuchaban ni escarmentaban. 34Ponían sus ídolos en la casa que llevaba mi Nombre, profanándola. 35Construían capillas a Baal, en el valle de Ben-Hinón, para pasar por el fuego a sus hijos e hijas, en honor de Moloc. Cosa que yo no mandé ni se me pasó por la cabeza. Hicieron prácticas idolátricas semejantes, haciendo pecar a Judá.

El Señor ratifica las palabras del profeta

36Y ahora así dice el Señor, Dios de Israel, a esta ciudad de la que ustedes dicen: Va a caer en manos del rey de Babilonia, por la espada, el hambre y la peste. 37Miren que yo los congregaré en todos los países por donde los dispersó mi ira y mi cólera y mi gran furor. Los traeré a este lugar, y los haré habitar tranquilos. 38Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios. 39Les daré un corazón entero y una conducta íntegra, para que me respeten toda la vida, para su bien y el de sus hijos que los sucedan. 40Haré con ellos alianza eterna, y no cesaré de hacerles bien. Les infundiré respeto a mí, para que no se aparten de mí. 41Gozaré haciéndoles el bien. Los plantaré de verdad en esta tierra, con todo mi corazón y toda mi alma. 42Porque así dice el Señor: Lo mismo que envié a este pueblo esta gran calamidad, también yo mismo les enviaré todos los bienes que les prometo. 43Se comprarán campos en esta tierra, de la que ustedes dicen: Está desolada, sin hombres ni ganado, y cae en manos de los caldeos. 44Se comprarán campos con dinero, ante testigos, se escribirá y sellará el contrato en el territorio de Benjamín y en el distrito de Jerusalén, en las poblaciones de Judá, de la Sierra, de la Sefela y del Negueb, porque cambiaré su suerte –oráculo del Señor–.

Restauración

(30s)

33 1Mientras Jeremías estaba todavía detenido en el atrio de la guardia, el Señor le dirigió la palabra:

2–Así dice el Señor, que hizo la tierra, la formó y la estableció; su Nombre es Señor. 3Llámame, y te contestaré, te comunicaré cosas grandes e inaccesibles que no conoces.

4Porque así dice el Señor de Israel a las casas de esta ciudad y a los palacios reales de Judá, ahora arrasados por el asedio y la espada: 5Ahora vienen a pelear contra ella los caldeos, y a llenarla de cadáveres humanos; porque yo la herí con ira y cólera, oculté mi rostro a esta ciudad, por todas sus maldades.

6Yo mismo le traeré restablecimiento y sanación, y los colmaré de paz y de fidelidad. 7Cambiaré la suerte de Judá y la suerte de Israel, y los edificaré como en otro tiempo; 8los purificaré de todos los crímenes que cometieron contra mí, les perdonaré todos los crímenes que cometieron contra mí, rebelándose contra mí.

9Jerusalén será motivo de gozo, alabanza y honor, para mí y para todas las naciones de la tierra que oigan contar todo el bien que les he hecho, y los temerán y respetarán, por todo el bien y la paz que les he dado.

10Así dice el Señor:

      En este lugar del que ustedes dicen

      que está en ruinas,

      sin hombres ni ganado;

      en las ciudades de Judá

      y en las calles de Jerusalén,

      ahora desoladas,

      sin hombres ni ganado,

11todavía se escuchará

      la voz alegre y la voz gozosa,

      la voz del novio y la voz de la novia;

      la voz de los que cantan

      al entrar con acción de gracias

      en el templo:

      Den gracias al Señor Todopoderoso,

      porque es bueno,

      porque es eterna su misericordia.

      Porque cambiaré la suerte

      de esta tierra,

      haciéndola como antes,

      dice el Señor.

12Así dice el Señor Todopoderoso:

      En este lugar, ahora arruinado,

      sin hombres ni ganado,

      y en todas las ciudades,

      todavía habrá majadas de pastores

      que recogen sus ovejas.

13Por las poblaciones de la Sierra,

      de la Sefela, del Negueb,

      por el territorio de Benjamín,

      por el distrito de Jerusalén

      y por las ciudades de Judá,

      todavía pasarán las ovejas

      junto al que las cuenta

      –dice el Señor–.

14Miren que llegan días –oráculo del Señor– en que cumpliré la promesa que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá.

15En aquellos días y en aquella hora

      suscitaré a David un retoño legítimo

      que hará justicia

      y derecho en la tierra.

16En aquellos días se salvará Judá

      y en Jerusalén vivirán tranquilos,

      y la llamarán así:

      Señor–nuestra–justicia.

17Porque así dice el Señor:

      No faltará a David un sucesor

      que se siente en el trono

      de la casa de Israel.

18De los sacerdotes y levitas

      no faltará quien ofrezca

      en mi presencia holocaustos,

      inciense las ofrendas

      y haga sacrificios todos los días.

19El Señor dirigió la palabra a Jeremías:

20–Así dice el Señor:

      Si puede romperse mi alianza

      con el día y la noche,

      de modo que no haya

      día y noche a su tiempo,

21también se romperá la alianza

      con David, mi siervo,

      de modo que le falte

      sucesor en el trono,

      y la alianza con los sacerdotes

      y levitas, mis ministros.

22Como las estrellas del cielo,

      incontables;

      como las arenas de la playa,

      innumerables;

      multiplicaré la descendencia

      de mi siervo David

      y de los levitas que me sirven.

23El Señor dirigió la palabra a Jeremías:

24–¿No oyes lo que dice este pueblo?

      Las dos familias

      que el Señor había elegido

      las ha rechazado.

      Así desprecian a mi pueblo

      y no lo consideran como nación.

25Así dice el Señor:

      Como es cierto que hice

      el día y la noche

      y establecí las leyes

      del cielo y la tierra,

26también es cierto que no rechazaré

      a los descendientes de Jacob

      y de mi siervo David,

      ni dejaré de sacar

      de entre ellos

      a quienes gobiernen

      a los descendientes

      de Abrahán, Isaac y Jacob.

      Porque cambio su suerte

      y les tengo compasión.

A Sedecías

34 1Palabras que el Señor dirigió a Jeremías mientras Nabucodonosor, rey de Babilonia, y todo su ejército y todos los reyes de la tierra bajo su dominio y todos sus ejércitos luchaban contra Jerusalén y contra sus ciudades:

2–Así dice el Señor, Dios de Israel: Vete a hablar con Sedecías, rey de Judá, y le dirás: Así dice el Señor: Yo he entregado esta ciudad en manos del rey de Babilonia, para que la incendie. 3Tú no te librarás de su mano, sino que serás atrapado y caerás en su poder: tus ojos verán los ojos del rey de Babilonia, tu boca hablará a su boca y tú irás a Babilonia. 4Escucha, Sedecías, rey de Judá la Palabra del Señor: Así te dice el Señor: No morirás a espada. 5Morirás en paz. Igual que se quemaron perfumes por tus padres, los reyes que te precedieron, también se quemarán por ti. Te harán funeral cantando ¡Ay, señor! Lo he dicho yo –oráculo del Señor–.

6El profeta Jeremías dijo todo esto a Sedecías en Jerusalén, 7mientras el ejército del rey de Babilonia luchaba contra Jerusalén y contra el resto de las ciudades de Judá: Laquis y Azecá, las dos plazas fuertes que aún subsistían.

Liberación de esclavos

(Lv 25,39-43; Dt 15,12-18; Jr 37,5.11)

8Palabras que el Señor dirigió a Jeremías después que el rey Sedecías pactó con el pueblo de Jerusalén para proclamar una liberación: 9que cada cual deje en libertad a su esclavo hebreo y a su esclava hebrea, de modo que ningún judío fuera esclavo de un hermano suyo. 10Todos los nobles y el pueblo aceptaron este pacto de dejar libre cada cual a su esclavo y a su esclava, de modo que ninguno siguiera en esclavitud. Obedecieron, y los pusieron en libertad. 11Pero después se volvieron atrás, tomaron otra vez a los esclavos y esclavas que habían dejado libres y los sometieron de nuevo a esclavitud.

12Entonces el Señor dirigió la palabra a Jeremías:

13–Así dice el Señor, Dios de Israel: Yo pacté con sus padres cuando los saqué de Egipto, de la esclavitud, diciendo: 14Al cabo de cada siete años, todos dejarán libre a su hermano hebreo que hayan comprado como esclavo y que les haya servido seis años: lo despedirán en libertad. Pero sus padres no me escucharon ni me prestaron oído. 15Ustedes se han convertido hoy haciendo lo que yo apruebo, proclamando cada cual la liberación para su prójimo y habían hecho un pacto ante mí, en el templo que lleva mi Nombre. 16Pero después han cambiado, han profanado mi Nombre; cada cual ha vuelto a tomar al esclavo y a la esclava que había dejado libres y los ha sometido de nuevo a esclavitud. 17Por eso así dice el Señor: Ustedes no me obedecieron proclamando cada cual la liberación para su prójimo y su hermano; pues miren, yo proclamo la liberación –oráculo del Señor– para la espada y el hambre y la peste, y los haré escarmiento de todos los reyes de la tierra. 18A los hombres que quebrantaron mi pacto no cumpliendo las estipulaciones del pacto que hicieron conmigo, los trataré como al novillo que cortaron en dos para pasar entre las dos mitades. 19A los dignatarios de Judá y Jerusalén, a los eunucos y sacerdotes, a todo el pueblo que pasó entre las mitades del novillo, 20los entregaré en manos de sus enemigos, que los persiguen a muerte; sus cadáveres serán pasto de las aves del cielo y de las bestias de la tierra. 21Y a Sedecías, rey de Judá, con sus príncipes, los entregaré en manos de sus enemigos, que los persiguen a muerte; en manos del ejército del rey de Babilonia, que acaba de retirarse. 22Yo los he mandado –oráculo del Señor– y los volveré a traer contra esta ciudad, para que la ataquen, la conquisten y la incendien. Y las ciudades de Judá quedarán desoladas y sin habitantes.

Los recabitas

35 1Palabras que el Señor dirigió a Jeremías en tiempo de Joaquín, hijo de Josías, rey de Judá:

2–Vete a la familia de los recabitas, habla con ellos, tráelos al templo, a una de las salas, y dales a beber vino.

3Yo tomé a Yazanías, hijo de Jeremías, hijo de Habasinías, con sus hermanos e hijos y con toda la familia de los recabitas. 4Los llevé al templo, a la sala de Ben-Hanán, hijo de Yigdalías, el hombre de Dios, que está junto a la sala de los dignatarios y encima de la habitación de Maasías, hijo de Salún, el portero. 5Ofrecí jarras y copas de vino a los miembros de la familia recabita, y les dije:

–Beban.

6Ellos respondieron:

–No bebemos vino. Porque Jonadab, hijo de Recab, nuestro antepasado, nos dio la orden: No beberán jamás vino, ni ustedes ni sus hijos; 7no construirán casas, no sembrarán semillas, no plantarán ni poseerán viñas, sino que habitarán en tiendas de campaña toda la vida para que vivan largos años en la superficie de la tierra en la que residen. 8Nosotros obedecemos a Jonadab, hijo de Recab, nuestro antepasado, en todo lo que nos mandó: no bebemos vino en toda la vida, ni nosotros ni nuestras esposas, ni nuestros hijos ni nuestras hijas; 9no construimos casas para habitarlas, ni tenemos viñas ni campos de sembradío, 10sino que vivimos en tiendas de campaña, y acatamos y cumplimos todo lo que nos mandó nuestro padre Jonadab. 11Pero cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, invadió el país, dijimos: Vamos a Jerusalén, huyendo del ejército caldeo y del ejército arameo. Por eso habitamos en Jerusalén.

12El Señor dirigió la palabra a Jeremías:

13–Así dice el Señor Todopoderoso, Dios de Israel: Vete a decir a los judíos y a los habitantes de Jerusalén: ¿Por qué no aprenden también ustedes esta lección y obedecen mis palabras? –oráculo del Señor–. 14Se cumple la palabra de Jonadab, hijo de Recab, que prohibió a sus hijos beber vino, y no beben vino hasta hoy, porque obedecen los mandatos de su padre. En cambio, yo les hablo sin cesar, y ustedes no me hacen caso. 15Sin cesar les envié a mis siervos los profetas para decirles: Que se convierta cada cual de su mala conducta y que corrija sus acciones; no sigan a dioses extraños, dándoles culto; así habitarán en la tierra que les di a ustedes y a sus padres. Pero no me obedecieron ni me hicieron caso. 16Realmente, los hijos de Jonadab, hijo de Recab, observan los mandatos que les mandó su padre, pero este pueblo no me hace caso. 17Por eso, así dice el Señor Todopoderoso, Dios de Israel: Yo haré caer sobre Judá y sobre los habitantes de Jerusalén todas las amenazas que he pronunciado contra ellos, porque les hablé, y no me escucharon; los llamé, y no me respondieron.

18A la familia de los recabitas les dijo Jeremías:

–Así dice el Señor Todopoderoso, Dios de Israel: Porque obedecen los preceptos de Jonadab, su padre, y observan sus mandatos y cumplen todo lo que les mandó, 19por eso así dice el Señor Todopoderoso, Dios de Israel: Nunca faltarán descendientes de Jonadab, hijo de Recab, que estén a mi servicio todos los días.

El rollo de Jeremías

(2 Re 22,11-13)

36 1El año cuarto de Joaquín, hijo de Josías, rey de Judá, el Señor dirigió la palabra a Jeremías:

2–Toma el rollo y escribe en él todas las palabras que te he dicho sobre Judá y Jerusalén y sobre todas las naciones, desde el día en que comencé a hablarte, siendo rey Josías, hasta hoy. 3A ver si escuchan los judíos las amenazas que pienso ejecutar contra ellos y se convierte cada cual de su mala conducta y puedo perdonar sus crímenes y pecados.

4Entonces Jeremías llamó a Baruc, hijo de Nerías, para que escribiese en el rollo, al dictado de Jeremías, todas las palabras que el Señor le había dicho.

5Después Jeremías le ordenó a Baruc:

–Yo estoy detenido y no puedo entrar en el templo. 6Entra tú en el templo un día de ayuno y lee las palabras del Señor que yo te he dictado y que has escrito en el rollo, de modo que las oiga el pueblo y todos los judíos que vienen de sus poblaciones al templo del Señor. 7A ver si presentan sus súplicas al Señor y se convierte cada cual de su mala conducta, porque es grande la ira y la cólera con que el Señor amenaza a este pueblo.

8Baruc, hijo de Nerías, cumplió todo lo que le mandó el profeta Jeremías, leyendo en el rollo las palabras del Señor en el templo.

9El año quinto de Joaquín, hijo de Josías, rey de Judá, el mes noveno, se proclamó un ayuno en honor del Señor para toda la población de Jerusalén y para los que venían de los poblados judíos a Jerusalén. 10En presencia de todo el pueblo leyó Baruc en el rollo las palabras de Jeremías en el templo, lo hizo desde la habitación de Gamarías, hijo de Safán, el escribano, en el atrio superior, a la entrada de la Puerta Nueva del templo.

11Cuando Miqueas, hijo de Gamarías, hijo de Safán, oyó las palabras del Señor leídas del rollo, 12bajó al palacio real, a la habitación del secretario, donde encontró en sesión a los dignatarios: al secretario, Elisamá; a Pelayas, hijo de Samayas; a Elnatán, hijo de Acbor; a Gamarías, hijo de Safán; a Sedecías, hijo de Ananías, y a los demás dignatarios. 13Y Miqueas les contó todo lo que había oído leer a Baruc del rollo, en presencia del pueblo. 14Entonces los dignatarios enviaron a Yehudí, hijo de Natanías, y a Selamías, hijo de Cusí, para que le dijeran a Baruc: Toma el rollo que has leído en presencia del pueblo y ven. Baruc, hijo de Nerías, tomó en la mano el rollo y fue a donde estaban.

15Ellos le dijeron:

–Siéntate y léelo ante nosotros.

Baruc lo leyó ante ellos.

16Cuando oyeron el contenido, se asustaron, y se decían unos a otros:

–Tenemos que comunicar todo esto al rey.

17Y a Baruc le preguntaron:

–Dinos cómo escribiste todo eso.

18Baruc les respondió:

–Jeremías iba pronunciando estas palabras y yo las iba escribiendo con tinta en el rollo.

19Los dignatarios le dijeron a Baruc:

–Vete y escóndete con Jeremías, y que nadie sepa dónde están.

20Entonces se dirigieron al atrio real, después de guardar el rollo en la habitación de Elisamá, el secretario, y comunicaron al rey de palabra todo el asunto.

21Entonces el rey envió a Yehudí a traer el rollo de la habitación de Elisamá, el secretario. Éste lo leyó ante el rey y ante los dignatarios que estaban al servicio del rey. 22El rey estaba sentado en las habitaciones de invierno –era el mes noveno–, y tenía delante un brasero encendido. 23Cada vez que Yehudí terminaba de leer tres o cuatro columnas, el rey las cortaba con un cortaplumas y las arrojaba al fuego del brasero. Hasta que todo el rollo se consumió en el fuego del brasero. 24Pero ni el rey ni sus ministros se asustaron al oír las palabras del libro ni rasgaron sus vestiduras. 25Y aunque Elnatán, Pelayas y Gamarías instaban al rey a que no quemase el rollo, él no les hizo caso.

26Entonces el rey mandó a Yerajmeel, príncipe real; a Serayas, hijo de Azriel, y a Salamías, hijo de Abdeel, a arrestar a Baruc, el escribano, y a Jeremías, el profeta. Pero el Señor los escondió.

27Después que el rey quemó el rollo con las palabras que Jeremías había dictado a Baruc, el Señor dirigió la palabra a Jeremías:

28–Toma otro rollo y escribe en él todas las palabras que había en el primer rollo, quemado por Joaquín, rey de Judá. 29Y a Joaquín, rey de Judá, le dirás: Así dice el Señor: Tú has quemado este rollo diciendo: ¿Por qué has escrito en él que el rey de Babilonia vendrá ciertamente a destruir este país y aniquilar en él a hombres y ganado? 30Por eso, así dice el Señor a Joaquín, rey de Judá: No tendrá descendiente en el trono de David; su cadáver quedará expuesto al calor del día y al frío de la noche. 31Castigaré sus crímenes en él, en su descendencia y en sus siervos, y haré venir sobre ellos y sobre los habitantes de Jerusalén y sobre los judíos todas las amenazas con que los he amenazado, sin que ellos me escuchasen.

32Jeremías tomó otro rollo y se lo entregó a Baruc, hijo de Nerías, el escribano, para que escribiese en él, a su dictado, todas las palabras del libro quemado por Joaquín, rey de Judá. Y se añadieron otras muchas palabras semejantes.

El profeta y el rey

(21,1-7)

37 1Sedecías, hijo de Josías, sucedió en el trono a Jeconías, hijo de Joaquín, a quien había nombrado rey de Judá Nabucodonosor, rey de Babilonia.

2Ni él ni sus ministros ni los terratenientes escucharon las palabras que dijo el Señor por medio de Jeremías, profeta. 3El rey Sedecías envió a Yehucal, hijo de Selamías, y a Sofonías, hijo de Maasías, sacerdote, para que dijeran al profeta Jeremías: Reza por nosotros al Señor, nuestro Dios. 4Por entonces Jeremías podía moverse libremente entre el pueblo: aún no lo habían metido en la cárcel. 5El ejército del faraón había salido de Egipto, y cuando los caldeos que sitiaban Jerusalén oyeron la noticia, levantaron el cerco de la ciudad.

6Entonces el Señor dirigió la palabra a Jeremías:

7–Así dice el Señor, Dios de Israel: Esto dirás al rey de Judá, que te ha enviado a consultarme. Mira, el ejército del faraón, que ha salido en auxilio de ustedes, se volverá a su tierra de Egipto. 8Y los caldeos volverán a atacar esta ciudad, la conquistarán y la incendiarán. 9Así dice el Señor: No se hagan ilusiones pensando que los caldeos levantarán el cerco, porque no se marcharán. 10Aunque derrotaran al ejército caldeo que los ataca, de manera que no quedasen más que soldados heridos, se levantaría cada uno en su tienda y prenderían fuego a esta ciudad.

11Cuando el ejército caldeo levantó el cerco de Jerusalén, por miedo al ejército egipcio, 12intentó Jeremías salir de Jerusalén hacia el territorio de Benjamín, para repartirse una herencia con los suyos. 13Al llegar a la Puerta de Benjamín estaba allí el capitán de la guardia, Yirayas, hijo de Selamías, hijo de Ananías, quien detuvo al profeta Jeremías, diciendo:

–¿Conque te pasas a los caldeos?

14Respondió Jeremías:

–Mentira. No me paso a los caldeos. Pero Yirayas no le creyó, sino que lo detuvo y lo llevó a los dignatarios. 15Los dignatarios se irritaron contra Jeremías, lo hicieron azotar y lo encarcelaron en casa de Jonatán, el escribano –que habían convertido en cárcel–. 16Así entró Jeremías en el calabozo del sótano, y allí pasó mucho tiempo.

17El rey Sedecías lo hizo traer y le preguntó en secreto en su palacio:

–¿Tienes algún oráculo del Señor?

Respondió Jeremías:

–Sí. Serás entregado en manos del rey de Babilonia.

18Y añadió Jeremías al rey Sedecías:

–¿Qué delito he cometido contra ti o tus ministros o contra este pueblo para que me encierren en la cárcel? 19¿Dónde están ahora sus profetas esos que les profetizaban: No vendrá contra ustedes el rey de Babilonia ni invadirá el territorio? 20Ahora escúchame, majestad. Acepta mi súplica, no me conduzcas a casa de Jonatán, el escribano, no sea que muera allí.

21Entonces el rey Sedecías ordenó que custodiasen a Jeremías en el patio de la guardia y que le diesen un pan al día –de la Calle de Panaderos–, mientras hubiese pan en la ciudad. Y Jeremías se quedó en el patio de la guardia.

Condenado a muerte y liberado

38 1Safatías Ben Matán; Godolías, hijo de Pasjur; Yucal, hijo de Selamías, y Pasjur, hijo de Malquías, oyeron las palabras que dijo al pueblo Jeremías: 2Así dice el Señor: El que se quede en esta ciudad morirá a espada, de hambre o de peste; el que se pase a los caldeos será tomado como botín, pero salvará la vida. 3Y así dice el Señor: Esta ciudad será entregada al ejército del rey de Babilonia para que la conquiste. 4Y los dignatarios dijeron al rey:

–Muera ese hombre, porque está desmoralizando a los soldados que quedan en la ciudad y a todo el pueblo con semejantes discursos. Ese hombre no busca el bien del pueblo, sino su desgracia.

5Respondió el rey Sedecías:

–Ahí lo tienen, está en su poder: el rey no puede nada contra ustedes.

6Ellos se apoderaron de Jeremías y lo arrojaron en el pozo de Malquías, príncipe real, en el patio de la guardia, descolgándolo con sogas. En el pozo no había agua, sino lodo, y Jeremías se hundió en el lodo.

7Ebed-Mélec, un criado del rey, eunuco nubio que también vivía en palacio, se enteró de que habían metido a Jeremías en el pozo. Mientras el rey estaba sentado junto a la Puerta de Benjamín, 8Ebed-Mélec salió de palacio y habló al rey:

9–Majestad, esos hombres han tratado injustamente al profeta Jeremías, arrojándolo al pozo, donde morirá de hambre –porque no quedaba pan en la ciudad–.

10Entonces el rey ordenó a Ebed-Mélec, el nubio:

–Toma tres hombres a tu mando y saquen al profeta Jeremías del pozo antes de que muera.

11Ebed-Mélec tomó a su mando los hombres, entró en el ropero de palacio y allí tomó tiras y trapos, y los descolgó con la soga hasta el pozo.

12Y Ebed-Mélec, el nubio, dijo a Jeremías:

–Coloca los trapos dejajo de tus brazos, por debajo de la soga.

Y Jeremías lo hizo.

13Entonces tiraron de Jeremías con las sogas y lo sacaron del pozo. Y Jeremías se quedó en el patio de la guardia.

Último encuentro

14El rey Sedecías mandó que le trajeran al profeta Jeremías, a la tercera entrada del templo; y el rey dijo a Jeremías:

–Quiero preguntarte una cosa: no me calles nada.

15Respondió Jeremías a Sedecías:

–Si te lo digo, seguro que me matarás, y si te doy un consejo, no me escucharás.

16El rey Sedecías juró en secreto a Jeremías:

–¡Por la vida del Señor, que nos dio la vida!, que no te mataré ni te entregaré en poder de estos hombres que te persiguen a muerte.

17Respondió Jeremías a Sedecías:

–Así dice el Señor Todopoderoso, Dios de Israel: Si te rindes a los generales del rey de Babilonia, salvarás la vida y no incendiarán la ciudad; vivirás tú y tu familia. 18Pero si no te rindes a los generales del rey de Babilonia, esta ciudad caerá en manos de los caldeos, que la incendiarán, y tú no escaparás.

19El rey Sedecías dijo a Jeremías:

–Tengo miedo de que me entreguen en manos de los judíos que se han pasado a los caldeos y que me maltraten.

20Respondió Jeremías:

–No te entregarán. Obedece al Señor en lo que te comunico y te irá bien, y salvarás la vida. 21Pero si te niegas a rendirte, éste es el oráculo que me ha comunicado el Señor: 22Escucha: todas las mujeres que han quedado en el palacio real de Judá serán entregadas a los generales del rey de Babilonia, y cantarán:

Te han engañado y te han vencido

tus buenos amigos:

han hundido sus pies en el barro

y se han marchado.

23Todas tus mujeres y tus hijos se los entregarán a los caldeos, y tú no te librarás de ellos, sino que caerás en poder del rey de Babilonia, que incendiará la ciudad.

24Sedecías dijo a Jeremías:

–Que nadie sepa de esta conversación y no morirás. 25Si los jefes se enteran de que he hablado contigo y vienen a preguntarte: Cuéntanos lo que has dicho al rey y lo que él te ha dicho; no nos lo ocultes, que no te mataremos, 26tú les responderás: Estaba presentando mi súplica al rey para que no me llevasen de nuevo a casa de Jonatán, a morir allí.

27Vinieron los dignatarios y le preguntaron, y él respondió según las instrucciones del rey. Así, se fueron sin decir más, porque la cosa no se supo. 28Y así se quedó Jeremías en el patio de la guardia, hasta el día de la conquista de Jerusalén.

Sobre la conquista de Jerusalén

(2 Re 25,1-21; Jr 52,3-30)

39 1El año noveno de Sedecías, rey de Judá, el mes décimo, vino Nabucodonosor, rey de Babilonia, con todo su ejército a Jerusalén, y le puso cerco. 2El año undécimo de Sedecías, el mes cuarto, el día noveno, abrieron una brecha en la ciudad, 3y entraron los generales del rey de Babilonia y se sentaron en la puerta central: Nergalsaréser, príncipe de Sin-Maguir, jefe de empleados, y Nabusasbán, jefe de eunucos, y los demás generales del rey de Babilonia.

4Cuando lo vieron Sedecías, rey de Judá, y sus soldados, salieron de noche huyendo de la ciudad, por el camino de los jardines reales, por una puerta entre las dos murallas, y se dirigieron hacia el desierto. 5Pero el ejército caldeo los persiguió, y alcanzó a Sedecías en la estepa de Jericó. Lo apresaron y lo llevaron ante Nabucodonosor, rey de Babilonia, que estaba en Ribla, provincia de Jamat. Allí lo juzgó.

6El rey de Babilonia hizo ajusticiar en Ribla a los hijos de Sedecías, ante su vista, y a todos los notables de Judá también los hizo ajusticiar el rey de Babilonia. 7A Sedecías lo cegó y le echó cadenas de bronce, para llevarlo a Babilonia.

8Los caldeos incendiaron el palacio real y las casas del pueblo, y destruyeron las murallas. 9Al resto del pueblo que había quedado en Jerusalén y a los que se habían pasado a ellos Nabusardán, jefe de la guardia, los llevó a Babilonia desterrados. 10A la gente pobre que no tenía nada, Nabusardán, jefe de la guardia, los dejó en el territorio de Judá, y les entregó aquel día viñedos y campos.

11En cuanto a Jeremías, Nabucodonosor, rey de Babilonia, había dado órdenes a Nabusardán, jefe de la guardia, diciendo:

12–Tómalo bajo tu protección, no le hagas ningún daño, sino trátalo como él te diga.

13Nabusardán, jefe de la guardia; Nabusasbán, jefe de eunucos, y Nergalsaréser, jefe de empleados, y todos los generales del rey de Babilonia 14enviaron a sacar del patio de la guardia a Jeremías, y se lo entregaron a Godolías, hijo de Ajicán, hijo de Safán, para que lo mandase a su casa y habitase en medio del pueblo.

15El Señor había dirigido la palabra a Jeremías mientras estaba preso en el patio de la guardia:

16–Vete y di a Ebed-Mélec, el nubio:

Así dice el Señor Todopoderoso, Dios de Israel:

      Yo cumpliré mis palabras

      contra esta ciudad,

      para mal y no para bien:

      tenlas presentes aquel día.

17Aquel día te libraré

      –oráculo del Señor–

      y no caerás en poder

      de los hombres que tú temes;

18seguro que te libraré

      y no caerás a espada:

      salvarás tu vida como recompensa,

      porque confiaste en mí

      –oráculo del Señor–.

Godolías, gobernador

(2 Re 25,22-24)

40 1Palabras que el Señor dirigió a Jeremías después que Nabusardán, jefe de la guardia, lo tomó a su cargo en Ramá, donde se encontraba encadenado entre los deportados de Jerusalén y de Judá que iban desterrados a Babilonia.

2El jefe de la guardia mandó traer a Jeremías, y le dijo:

–El Señor, tu Dios, anunció esta calamidad contra esta ciudad; 3el Señor lo cumplió y ejecutó lo que había dicho, porque habían pecado contra el Señor, desobedeciéndole; por eso les ha sucedido esto. 4Pero ahora yo te suelto hoy las cadenas de tus brazos. Si quieres venir conmigo a Babilonia, yo te cuidaré; si no quieres venir conmigo a Babilonia, no lo hagas. Toda la tierra está delante de ti, y puedes ir a donde te parezca bien. 5Si prefieres vivir con Godolías, hijo de Ajicán, hijo de Safán, a quien el rey de Babilonia ha nombrado gobernador de Judá, vive con él entre tu pueblo, o vete adonde te parezca bien.

El jefe de la guardia le dio provisiones y regalos, y lo dejó libre. 6Jeremías se fue con Godolías, hijo de Ajicán, a vivir con él, entre el pueblo que había quedado en el país.

7Los capitanes, que estaban en el campo con sus hombres, oyeron que el rey de Babilonia había nombrado gobernador del país a Godolías, hijo de Ajicán, y que le habían confiado los hombres, las mujeres y los niños y los pobres que no habían sido deportados a Babilonia. 8Entonces fueron a visitar a Godolías en Mispá: Ismael, hijo de Natanías; Juan y Jonatán, hijos de Carej; Sarayas, hijo de Tanjumet; los hijos de Efaí, el netofateo, y Yezanías, el macateo, todos ellos con sus hombres.

9Godolías, hijo de Ajicán, hijo de Safán, les juró a ellos y a sus hombres:

–No teman someterse a los caldeos; habiten en el país, obedezcan al rey de Babilonia y les irá bien. 10Yo tengo que quedarme en Mispá, a disposición de los caldeos que vengan a visitarnos; ustedes cosechen vino, fruta y aceite, pónganlos en vasijas, y habiten en los pueblos que les toque ocupar.

11También los otros judíos que habitaban en Moab, Amón, Edom y en otros países oyeron que el rey de Babilonia había dejado un resto en Judá y que les había nombrado gobernador a Godolías, hijo de Ajicán, hijo de Safán. 12Y volvieron todos los judíos de todos los sitios de la dispersión, y fueron a Judá a visitar a Godolías, en Mispá. Y tuvieron una gran cosecha de vino y fruta.

13Juan, hijo de Carej, y los capitanes que estaban en el campo fueron a ver a Godolías en Mispá, 14y le dijeron:

–¿No sabes que Baalís, rey de Amón, ha enviado a Ismael, hijo de Natanías, para que te asesine?

Pero Godolías, hijo de Ajicán, no les creyó.

15Juan, hijo de Carej, habló secretamente a Godolías en Mispá:

–Yo iré y mataré a Ismael, hijo de Natanías, y nadie lo sabrá. Así no te matarán a ti, no se dispersarán todos los judíos que se han reunido contigo y no perecerá el resto de Judá.

16Godolías, hijo de Ajicán, respondió a Juan, hijo de Carej:

–No hagas eso. Es mentira lo que dices de Ismael.

Asesinato de Godolías

(2 Re 25,25s)

41 1El mes séptimo vino Ismael, hijo de Natanías, hijo de Elisamá, de estirpe real, con diez hombres, a visitar a Godolías, hijo de Ajicán, en Mispá; mientras comían juntos allí, 2se levantó Ismael, hijo de Natanías, y sus diez hombres, apuñalaron a Godolías, hijo de Ajicán, hijo de Safán, el gobernador del país puesto por el rey de Babilonia, y lo mataron. 3Y a los judíos que acompañaban a Godolías en Mispá y a los militares caldeos que se encontraban allí también los mató Ismael.

4Al día siguiente del asesinato de Godolías, cuando nadie lo sabía aún, 5venían unos hombres de Siquén, de Siló y de Samaría, unos ochenta en total, con las barbas rapadas, con las vestiduras rasgadas y con incisiones, trayendo ofrendas e incienso para ofrecer en el templo. 6Ismael, hijo de Natanías, les salió al encuentro desde Mispá y caminaba llorando. Cuando los alcanzó, les dijo:

–Venid a ver a Godolías, hijo de Ajicán.

7Y cuando entraron en la ciudad, Ismael, hijo de Natanías, los asesinó, y apoyado por sus hombres los arrojó en el pozo. 8Entre ellos había diez hombres que dijeron a Ismael:

–No nos mates, porque tenemos escondido en el campo trigo, cebada, aceite y miel.

Él accedió y no los mató como a sus hermanos.

9–El pozo donde arrojó Ismael los cadáveres de los hombres asesinados, un pozo grande, es el que construyó el rey Asá por temor a Basá, rey de Israel. Ismael, hijo de Natanías, lo llenó de cadáveres–.

10Después Ismael apresó al resto del pueblo de Mispá, y a las princesas reales que Nabusardán, jefe de la guardia, había entregado en custodia a Godolías, hijo de Ajicán. Ismael, hijo de Natanías, los hizo prisioneros, y se puso en marcha hacia el territorio amonita.

11Pero Juan, hijo de Carej, y sus capitanes se enteraron del crimen cometido por Ismael, hijo de Natanías. 12Reunieron toda su tropa y marcharon a combatir contra Ismael, hijo de Natanías, y lo alcanzaron junto al Gran Lago de Gabaón. 13Cuando el pueblo que Ismael llevaba cautivo vio a Juan, hijo de Carej, y a sus capitanes, se alegraron. 14Toda la gente que Ismael llevaba cautiva desde Mispá cambió de dirección y se pasó a Juan, hijo de Carej. 15Mientras, Ismael, hijo de Natanías, logró escapar de Juan con ocho hombres, y se fue al país amonita. 16Juan, hijo de Carej, y sus capitanes, recogieron al resto del pueblo que Ismael, hijo de Natanías, había apresado en Mispá, después de matar a Godolías, hijo de Ajicán, soldados, mujeres, niños y eunucos, liberados en Gabaón, 17y marcharon, parando en el albergue de Quimhán, cerca de Belén, con intención de emigrar a Egipto, 18lejos de los caldeos; pues les temían, porque Ismael, hijo de Natanías, había asesinado a Godolías, el gobernador del país nombrado por el rey de Babilonia.

Consulta a Jeremías

42 1Entonces los capitanes, con Juan, hijo de Carej, y Yezanías, hijo de Hosayas, y todo el pueblo, del menor al mayor, acudieron al profeta Jeremías 2y le dijeron:

–Acepta nuestra súplica y reza al Señor, tu Dios, por nosotros y por todo este resto; porque quedamos muy pocos de la multitud, como lo pueden ver tus ojos. 3Que el Señor, tu Dios, nos indique el camino que debemos seguir y lo que debemos hacer.

4El profeta Jeremías les respondió:

–De acuerdo; yo rezaré al Señor, su Dios, según me piden, y todo lo que el Señor me responda se lo comunicaré, sin ocultarles nada.

5Ellos dijeron a Jeremías:

–El Señor sea testigo veraz y fiel contra nosotros si no cumplimos todo lo que el Señor, tu Dios, te mande decirnos. 6Sea favorable o desfavorable, obedeceremos al Señor, nuestro Dios, a quien nosotros te enviamos, para que nos vaya bien, obedeciendo al Señor, nuestro Dios.

7Pasados diez días, el Señor dirigió la palabra a Jeremías. 8Éste llamó a Juan, hijo de Carej, a todos sus capitanes y a todo el pueblo, del menor al mayor, 9y les dijo:

–Así dice el Señor, Dios de Israel, a quien me enviaron para presentarle sus súplicas:

10Si se quedan a vivir en esta tierra,

      los construiré y no los destruiré,

      los plantaré y no los arrancaré;

      porque me pesa el mal

      que les he hecho.

11No teman al rey de Babilonia,

      a quien ahora temen;

      no le teman

      –oráculo del Señor–

      porque yo estoy con ustedes

      para salvarlos y librarlos de su mano.

12Le infundiré compasión

      para que los compadezca

      y los deje vivir en sus tierras.

13Pero si dicen:

      No habitaremos en esta tierra

      –desobedeciendo al Señor,

      su Dios–,

14sino que iremos a Egipto,

      donde no conoceremos la guerra,

      ni oiremos el toque de trompetas,

      ni pasaremos hambre de pan,

      y allí viviremos,

15entonces, resto de Judá,

      escuchen la Palabra del Señor:

      Así dice el Señor Todopoderoso,

      Dios de Israel:

      Si se empeñan en ir a Egipto

      para residir allí,

16la espada que ustedes temen

      los alcanzará en Egipto,

      el hambre que los asusta

      se les pegará en Egipto

      y allí morirán.

17Todos los que se empeñen

      en ir a Egipto para residir allí,

      allí morirán por la espada,

      el hambre y la peste,

      y no quedará ni un superviviente

      de todas las calamidades

      que yo les enviaré.

18Porque así dice

      el Señor Todopoderoso,

      Dios de Israel:

      Como se derramó mi ira y mi cólera

      sobre los habitantes de Jerusalén,

      así se derramará mi cólera

      sobre ustedes si van a Egipto.

      Serán maldición y espanto,

      desprecio y burla,

      volverán a ver este lugar.

19Esto dice el Señor, resto de Judá:

      No vayan a Egipto.

      Sépanlo bien,

      porque yo se lo atestiguo hoy.

20Cierto que se engañan a ustedes mismos cuando me envían al Señor, su Dios, pidiendo que rece por ustedes al Señor, su Dios, y que les comunique todo lo que dice el Señor, su Dios, para cumplirlo. 21Yo se lo he comunicado hoy, y no quieren obedecer al Señor, su Dios, que me ha enviado a ustedes. 22Pues ahora, sépanlo bien: Morirán a espada, de hambre y de peste en el sitio que eligen como residencia.

A Egipto

43 1Cuando Jeremías terminó de comunicar al pueblo las palabras del Señor, su Dios; todas las palabras que le encomendó el Señor, su Dios, 2tomaron la palabra Azarías, hijo de Hosayas, y Juan, hijo de Carej, y dijeron a Jeremías:

–¡Mentira! No te ha mandado el Señor, nuestro Dios, decir: No vayan a Egipto a residir allí; 3sino que Baruc, hijo de Nerías, te incita contra nosotros, para entregarnos en manos de los caldeos, para que nos maten o nos deporten a Babilonia.

4Y ni Juan, hijo de Carej, ni sus capitanes ni el pueblo obedecieron al Señor, quedándose a vivir en tierras de Judá; 5sino que Juan, hijo de Carej, y sus capitanes reunieron el resto de Judá, que había vuelto de todas las naciones de la dispersión para habitar en Judá: 6hombres y mujeres, niñas y princesas y cuantos Nabusardán, jefe de la guardia, había encomendado a Godolías, hijo de Ajicán, hijo de Safán; y también al profeta Jeremías y a Baruc, hijo de Nerías; 7y sin obedecer al Señor se encaminaron a Egipto y llegaron a Tafne.

8El Señor dirigió la palabra a Jeremías en Tafne:

9–Agarra unas piedras grandes y entiérralas en la mezcla del pavimento que está a la entrada del palacio del faraón en Tafne, en presencia de los judíos; 10y les dirás: Así dice el Señor Todopoderoso, Dios de Israel: Yo mandaré a buscar a Nabucodonosor, rey de Babilonia, mi siervo, y colocaré su trono sobre estas piedras que he enterrado, y plantará su pabellón sobre ellas. 11Vendrá y herirá a Egipto: el destinado a la muerte, a la muerte; el destinado al cautiverio, al cautiverio; el destinado a la espada, a la espada. 12Prenderá fuego a los templos de Egipto, incendiará sus casas y limpiará a Egipto como un pastor despioja su manto, y se marchará de allí en paz. 13Destrozará los obeliscos de Bet-Semes, en Egipto, y prenderá fuego a los templos de los dioses egipcios.

Últimos oráculos

44 1Palabras que recibió Jeremías para los judíos que habitaban en Egipto: en Migdol, en Tafne, en Menfis y en tierra de Patros:

2–Así dice el Señor Todopoderoso, Dios de Israel: Ustedes han visto todas las calamidades que envié sobre Jerusalén y sobre las ciudades de Judá: ahí las tienen hoy, arruinadas y sin habitantes. 3A causa de las maldades que cometieron, irritándome, quemando incienso y dando culto a dioses extraños, que ni ellos ni sus padres conocían. 4Sin cesar les envié a mis siervos los profetas para que les dijeran: No hagan esas horribles cosas que detesto. 5Pero no escucharon ni prestaron oído para corregirse de la maldad dejando de quemar incienso a dioses extraños. 6Entonces se derramó mi cólera y mi ira, y quemó las ciudades de Judá y las calles de Jerusalén, que se convirtieron en ruina y desolación hasta el día de hoy. 7Pues ahora, así dice el Señor Todopoderoso, Dios de Israel: ¿Por qué se hacen daño grave a ustedes mismos extirpando de Judá hombres y mujeres, niños y lactantes, sin dejar un resto, 8y me irritan con las obras de sus manos, quemando incienso a dioses extraños en Egipto, donde han venido a residir; y así son exterminados y se convierten en maldición y vergüenza de todas las naciones del mundo? 9¿Acaso han olvidado las maldades de sus padres, de los reyes de Judá y sus mujeres, las maldades de ustedes mismos y las de sus mujeres cometidas en Judá y en las calles de Jerusalén? 10Hasta hoy no se han arrepentido, no han demostrado temor, no han procedido según mi ley y mis preceptos, que yo les promulgué a ustedes y a sus padres.

11Por eso, así dice el Señor Todopoderoso, Dios de Israel:

      –Yo me enfrentaré

      con ustedes para mal,

      para exterminar a Judá.

12Arrebataré el resto de Judá

      que se empeñó en ir a Egipto

      para residir allí.

      Se consumirán todos en Egipto,

      caerán a espada

      o se consumirán de hambre,

      del menor al mayor

      morirán a espada o de hambre,

      y serán desprecio y espanto,

      maldición y burla.

13Castigaré a los habitantes de Egipto,

      como castigué a los de Jerusalén,

      con espada, hambre y peste.

14No quedarán supervivientes

      del resto de Judá

      que vino a residir en Egipto,

      ni volverán a Judá,

      adonde ansían volver para vivir allí

      –No volverán

      más que algunos fugitivos–.

15Todos los hombres que sabían que sus mujeres quemaban incienso a dioses extraños y todas las mujeres que asistían y los que habitaban en Patros respondieron a grandes voces a Jeremías:

16–No queremos escuchar esa palabra

      que nos dices en Nombre del Señor,

17sino que haremos

      lo que hemos prometido:

      quemaremos incienso

      a la reina del cielo

      y le ofreceremos libaciones;

      igual que hicimos

      nosotros y nuestros padres,

      nuestros reyes y jefes

      en las ciudades de Judá

      y en las calles de Jerusalén.

      Entonces nos hartábamos de pan,

      nos iba bien,

      y no conocíamos la desgracia.

18Pero desde que dejamos

      de quemar incienso

      a la reina del cielo

      y de ofrecer libaciones,

      carecemos de todo,

      y morimos a espada y de hambre.

19Cuando nosotras quemamos incienso y ofrecemos libaciones a la reina del cielo, ¿acaso hacemos panes con su imagen y le ofrecemos libaciones sin el consentimiento de nuestros maridos?

20Respondió Jeremías al pueblo, hombres y mujeres, y a todos los que habían respondido igual:

21–¿Piensan que el Señor ha olvidado todo el incienso que quemaban en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, ustedes, sus padres, sus reyes y príncipes y todos los terratenientes? 22El Señor ya no podía soportar sus malas acciones, las horribles perversidades que cometían; por eso se convirtió su tierra en ruina y espanto y maldición, sin habitantes hasta hoy: 23por haber quemado incienso y haber pecado contra el Señor, desobedeciendo al Señor, no procediendo según su ley, preceptos y mandatos. Por eso les ha sucedido esa calamidad, que dura hasta hoy.

24Dijo Jeremías al pueblo y a las mujeres:

–Escuchen la Palabra del Señor, judíos que viven en Egipto: 25Así dice el Señor Todopoderoso, Dios de Israel:

Con la boca lo dicen,

con la mano lo cumplen:

Tenemos que cumplir

los votos que hemos hecho

de ofrecer incienso y libaciones

a la reina del cielo.

Confirmarán sus votos,

cumplirán sus promesas.

26Pero escuchen la Palabra del Señor, judíos que habitan en Egipto: Miren: Yo juro por mi Nombre ilustre –dice el Señor– que ya no invocará mi Nombre ninguna boca judía, diciendo: Por la vida del Señor, en todo el país de Egipto. 27Yo vigilaré sobre ustedes para mal, no para bien. Se consumirán los judíos de Egipto, con la espada y el hambre y la peste, hasta acabarse. 28Sólo los escapados de la espada, pocos en número, volverán de Egipto a Judá. Entonces sabrá el resto de Judá que ha venido a residir en Egipto cuál es la palabra que se cumple, la mía o la de ellos. 29Ésta será la señal –oráculo del Señor–: los castigaré en este lugar, para que sepan que mis amenazas contra ustedes se cumplen. 30Así dice el Señor: Yo entregaré al faraón Ofra, rey de Egipto, en manos de los enemigos que lo persiguen a muerte, como entregué a Sedecías, rey de Judá, en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, el enemigo que lo perseguía a muerte.

Para Baruc

45 1Palabra que dijo Jeremías, profeta, a Baruc, hijo de Nerías, cuando él, bajo el dictado de Jeremías escribió estas palabras en el rollo, el año cuarto de Joaquín, hijo de Josías, rey de Judá:

2–Esto dice el Señor, Dios de Israel, para ti, Baruc:

3Tú dices: ¡Ay de mí!, que el Señor

      añade penas a mi dolor;

      estoy agotado de gemir

      y no encuentro reposo.

4Dile esto: Así dice el Señor:

      Mira: lo que yo he construido,

      yo lo destruyo;

      lo que yo he plantado,

      yo lo arranco;

5¿y tú pides milagros para ti?

      No los pidas.

      Porque yo he de enviar desgracias

      a todo ser vivo

      –oráculo del Señor–

      y tú salvarás tu vida

      como recompensa

      adondequiera que vayas.

 

Oráculos contra las Naciones

(46–51)

Introducción

46 1Palabras del Señor al profeta Jeremías sobre las naciones:

Contra Egipto

(Is 19; Ez 29–32)

2Contra Egipto.

Contra el ejército de Necó, faraón de Egipto, que llegó hasta Cárquemis, junto al Éufrates, y fue derrotado por Nabucodonosor, rey de Babilonia, el año cuarto del reinado de Joaquín, hijo de Josías, en Judá.

3Preparen el escudo y la coraza,

      láncense al ataque,

4ensillen los caballos;

      a montar, jinetes;

      colóquense los cascos,

      hagan brillar las lanzas,

      pónganse la coraza.

5¿Qué es lo que veo?

      Están aterrados,

      retroceden,

      sus soldados derrotados

      huyen corriendo sin volverse,

      ¡terror por todas partes!

      –oráculo del Señor–:

6el más ágil no puede huir,

      ni escapa el más valiente.

      ¡Al norte, a la orilla del Éufrates,

      tropezaron y cayeron!

7¿Quién es ése que crece como el Nilo

      y encrespa sus aguas como los ríos?

8Es Egipto el que crece como el Nilo

      y encrespa sus aguas como los ríos,

      que dice: Creceré, inundaré la tierra,

      destruiré ciudades con sus habitantes.

9¡Que avance la caballería!

      ¡Adelante los carros!;

      en marcha, soldados:

      nubios y libios que empuñan escudo,

      lidios que tensan el arco!

10Ese día es

      para el Señor Todopoderoso

      día de venganza

      para vengarse de sus enemigos.

      La espada devora,

      se sacia, chorrea sangre,

      porque el Señor Todopoderoso

      celebra un banquete

      en el norte, a la orilla del Éufrates.

11Sube a Galaad por bálsamo,

      capital de Egipto:

      en vano multiplicas los remedios,

      tu herida no se cierra.

12Las naciones se enteraron

      de tu humillación,

      pues tus lamentos llenan la tierra.

      ¡Tropezaron soldado con soldado,

      juntos cayeron los dos!

13Palabra que dijo el Señor al profeta Jeremías cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, fue a derrotar a Egipto:

14Anúncienlo en Egipto,

      publíquenlo en Migdol,

      proclámenlo en Menfis y Tafne;

      digan: ¡En formación, alerta!,

      que la espada devora a tu alrededor.

15¿Por qué está tendido

      tu Buey Apis y no se levanta?

      Porque el Señor lo derribó

16poderosamente: tropezó y cayó.

      Dicen a sus camaradas:

      Levantémonos,

      huyamos de la espada mortífera,

      a nuestra gente,

      a nuestra tierra nativa,

17y por sobrenombre llaman al faraón

      Estruendo a destiempo.

18¡Juro por mi vida! –oráculo del Rey

      que se llama Señor Todopoderoso–.

      Como es real el Tabor

      entre los montes

      o como el Carmelo

      domina sobre el mar,

      sucederá.

19Menfis será una desolación,

      incendiada y deshabitada.

      Prepara el equipaje para el destierro,

      población de Egipto;

20Egipto es una novilla hermosa;

      desde el norte viene un tábano, viene;

21también sus mercenarios

      eran novillos cebados;

      huyen juntos sin parar,

      porque les llega el día funesto,

      la hora de rendir cuentas.

22Escúchenla, silba como serpiente,

      porque avanzan los ejércitos,

      la invaden

      como leñadores con sus hachas,

23talan sus bosques

      –oráculo del Señor–.

      Por muchos e incontables que sean,

      aunque sean más que la langosta,

24es derrotada la capital de Egipto

      y entregada al ejército del norte.

25Dice el Señor Todopoderoso, Dios de Israel: Yo tomaré cuentas al dios Amón de No, a Egipto con sus ídolos y príncipes, al faraón y a los que confían en él. 26Los entregaré en manos de enemigos mortales: de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y sus generales. Después será habitada como en tiempos antiguos –oráculo del Señor–.

27Tú no temas,

      siervo mío, Jacob;

      no te asustes, Israel.

      Yo te traeré de lejos, sano y salvo,

      y a tu descendencia de la cautividad;

      Jacob volverá, descansará,

      reposará sin alarmas.

28Tú no temas, siervo mío, Jacob,

      que yo estoy contigo

      –oráculo del Señor–.

      Acabaré con todas las naciones

      por donde te dispersé;

      contigo no acabaré,

      aunque no te dejaré sin castigo,

      te escarmentaré como es debido.

Contra los filisteos

(Is 14,28-31; Ez 25,15-17; Am 1,6-8; Sof 2,4-7)

47 1Palabras del Señor al profeta Jeremías contra los filisteos. –Antes que el faraón derrotara a Gaza–.

2Así dice el Señor:

      Mira las aguas

      creciendo en el norte,

      ya son un torrente,

      una avenida que inunda

      el país y sus habitantes,

      la ciudad y sus vecinos.

      Gritan los hombres,

      gimen los habitantes del país,

3al oír el estrépito

      de los cascos de los caballos,

      el retumbo de los carros,

      el fragor de las ruedas;

      los padres, ya sin fuerza,

      no cuidan a sus hijos.

4Porque llega el día de aniquilar

      a toda Filistea,

      en Tiro y Sidón se acabará

      hasta el último defensor.

      El Señor destruye a los filisteos,

      al resto de la isla de Creta.

5Le crece la calva a Gaza,

      Ascalón enmudece.

      ¡Ay, resto de los enaquitas!

      ¿Hasta cuándo te harás cortaduras

      en señal de duelo?

6¡Ay, espada del Señor!

      ¿Cuándo vas a descansar?

      Vuelve a tu vaina,

      quédate tranquila, cálmate.

7¿Y cómo va a descansar,

      si el Señor la ha mandado?

      La ha enviado contra Ascalón

      y contra el litoral.

Contra Moab

(Is 15s; Ez 25,8-11; Am 2,1-3)

48 1A Moab así dice el Señor Todopoderoso, Dios de Israel:

      ¡Ay de Nebo, arrasada;

      de Quiriataín,

      derrotada y conquistada!

      ¡De la Ensalzada,

      derrotada y deshecha!

2Ya no existe la fama de Moab.

      En Jesbón planeaban contra ella.

      ¡Vamos a destruirla como nación!

      Madmena, enmudeces

      perseguida por la espada.

3Oigan gritos en Joronain:

      gran desastre y quebranto:

4quebrantada está Moab,

      que se oigan sus gritos en Seír.

5Por la cuesta de Lujit

      subían llorando,

      por la bajada de Joronain

      se oyen gritos desgarradores.

6Huyan, salven la vida,

      como asnos del desierto.

7Por confiarte de tus obras y tesoros,

      también tú serás conquistada;

      Camós marchará al destierro

      con sus sacerdotes y dignatarios.

8Vendrá el devastador a cada pueblo:

      ni uno se librará;

      quedará desolado el valle

      y destruida la llanura

      –lo ha dicho el Señor–.

9................................................

      sus pueblos quedarán desiertos

      por falta de habitantes.

10¡Maldito quien ejecute con negligencia

      el encargo del Señor!

      ¡Maldito quien retenga

      su espada de la sangre!

11Moab reposó desde joven,

      tranquila como vino

      dejado en reposo:

      no la trasvasaron de una vasija a otra,

      no fue al destierro;

      así conservó su gusto

      y no alteró su aroma.

12Pero llegará un tiempo

      –oráculo del Señor–

      en que despacharé tinajeros

      que la trasvasen:

      vaciarán las vasijas,

      romperán los cacharros.

13Y Camós defraudará a Moab,

      como le pasó a Israel

      con Betel, en quien confiaba.

14¿Cómo presumían de valientes,

      de soldados aguerridos?

15Avanza el destructor de Moab

      y sus pueblos,

      la flor de sus soldados

      baja al matadero

      –oráculo del Rey que se llama

      Señor Todopoderoso–.

16Se acerca la catástrofe de Moab,

      su desgracia se apresura:

17llórenla, todos sus vecinos,

      y los que respetan su fama.

      Digan: ¡Ay, cómo se ha quebrado

      el bastón del poder,

      el cetro de majestad!

18Baja de tu pedestal,

      siéntate en el suelo reseco,

      población de Dibón,

      porque avanza contra ti

      el devastador de Moab,

      para derruir tus fortalezas;

19y tú, población de Aroer,

      ponte en el camino y vigila,

      pregunta al fugitivo evadido:

      ¿Qué ha pasado?

20Que está derrotada y deshecha Moab:

      giman y griten,

      anuncien en el Arnón

      que está arrasada Moab;

21que han ejecutado la sentencia

      contra la meseta:

      Jolón, Yahas, Mepaat,

22Dibón, Nebo, Bet-Diblataym,

23Quiriataín, Bet-Gamul, Bet-Maón,

24Quiriot, Bosra,

      contra todos los poblados de Moab,

      cercanos y lejanos.

25Han destruido el poder de Moab,

      le han roto el brazo

      –oráculo del Señor–.

26Emborráchenla,

      porque desafió al Señor;

      Moab se revolcará en su vómito,

      y se burlarán de ella.

27¿No te burlaste tú de Israel

      como de uno

      sorprendido entre ladrones?

      ¿No hacías muecas

      cuando hablabas de ella?

28Abandonen las ciudades,

      habiten entre peñas, vecinos de Moab,

      como palomas que anidan

      en la pared de una cueva.

29Nos hemos enterado

      de la soberbia de Moab,

      de su orgullo desmedido,

      de su soberbia, vanidad,

      presunción y engreimiento.

30Yo conozco su arrogancia

      –oráculo del Señor–,

      sus vanas habladurías,

      sus acciones desatinadas.

31Por eso voy a lamentarme por Moab,

      a gritar por todo Moab,

32a sollozar por Quiriat Jeser;

      a llorar por ti, viña de Sinmá,

      más que lloré por Yazer.

      Tus sarmientos

      se extendían hasta el mar

      y llegaban hasta Yazer:

      sobre tu cosecha y tu vendimia

      cayó el devastador;

33cesaron el gozo y la alegría

      en las huertos de Moab.

      Acabé con el vino de tus lagares,

      y ya no pisarán

      entonando coplas y más coplas.

34El grito de Jesbón

      llega hasta Elalé y Yahas,

      las voces se oyen en Soar,

      Joronain y Eglat Salisiya,

      porque hasta la Fuente de Nimrín

      se ha secado.

35Acabaré en Moab

      con los que suben a los santuarios

      a ofrecer incienso a sus dioses

      –oráculo del Señor–.

36Por eso mi corazón gime

      con voz de flauta por Moab,

      mi corazón gime

      con voz de flauta por Quiriat Jeser,

      porque han perdido todo lo ahorrado.

37Todas las cabezas están calvas

      y las barbas rapadas,

      llevan cortaduras en los brazos

      y un sayal a la cintura;

38en las azoteas y calles de Moab

      hay luto unánime,

      porque he quebrado a Moab

      como cántaro inútil

      –oráculo del Señor–.

39Giman: ¡Ay, Moab!,

      deshecha volvió la espalda;

      ¡qué vergüenza, Moab!,

      hecha la burla y el espanto

      de todos sus vecinos.

40Así dice el Señor:

      Mírenlo lanzarse como un águila

      abriendo las alas sobre Moab:

41las ciudades han sido conquistadas,

      las fortalezas tomadas.

      Aquel día se sentirán

      los soldados de Moab

      como mujer en parto.

42Moab dejará de ser nación,

      porque desafió al Señor.

43¡Pánico, fosa y trampa contra ti,

      población de Moab!

      –oráculo del Señor–:

44el que se libra del pánico

      cae en la fosa,

      al que se alza de la fosa

      lo atrapa la trampa;

      porque hago que le llegue a Moab

      el año de rendir cuentas

      –oráculo del Señor–.

45Al amparo de Jesbón se detienen

      sin fuerzas los fugitivos:

      ha salido un fuego de Jesbón,

      una llama de Sijón

      que devora las sienes de Moab

      y el cráneo de los saonitas.

46¡Ay de ti, Moab;

      estás perdido, pueblo de Camós!

      Tus hijos van deportados,

      tus hijas marchan al destierro.

47Al cabo de los años cambiaré la suerte de Moab –oráculo del Señor–. Fin de la sentencia de Moab.

Contra Amón

(Ez 25,1-7; Am 1,13-15)

49 1A los amonitas así dice el Señor:

¿Acaso Israel no tiene hijos,

      no tiene heredero?

      ¿Por qué Malcom ha heredado a Gad

      y su pueblo vive en sus poblados?

2Pero llegará un tiempo

      –oráculo del Señor–

      en que haré resonar en Rabat Amón

      el alarido de guerra:

      se convertirá

      en un montón de escombros

      y sus ciudades serán incendiadas;

      entonces Israel heredará al heredero

      –lo dice el Señor–.

3Gime, Jesbón,

      porque está arrasada Ay;

      griten, ciudades de Rabat,

      vístanse de luto, hagan duelo,

      corran de un lado a otro

      entre las cercas,

      porque Malcom marcha al destierro

      con sus sacerdotes y dignatarios.

4¿Por qué te glorías de tus valles,

      valles fértiles, ciudad perversa,

      confiada en tus tesoros;

      decías: ¿Quién me invadirá?

5Yo haré que te invada el terror

      por todas partes

      –oráculo del Señor Todopoderoso–:

      cada uno huirá en una dirección

      y nadie reunirá a los dispersos.

6Después cambiaré la suerte de Amón

      –oráculo del Señor–.

Contra Edom

(Is 34; Ez 25,12-14; Am 1,11s; Abd)

7A Edom

      así dice el Señor Todopoderoso:

      ¿Ya no queda sabiduría en Temán?,

      ¿ya no dan consejos sus maestros?,

      ¿ya se ha puesto rancia su sabiduría?

8Huyan, vuelvan la espalda,

      caven refugios, habitantes de Dedán,

      porque le envío a Esaú

      su desastre, la hora de las cuentas.

9Si te invadieran vendimiadores,

      ¿no dejarían racimos?

      Si vinieran ladrones nocturnos,

      ¿no te saquearían con medida?

10Pero soy yo quien desnudo a Esaú,

      descubro sus escondrijos,

      y no podrá ocultarse.

      Está destruido su linaje,

      su familia, no quedan vecinos;

11abandonas a tus huérfanos,

      ¿y voy a mantenerlos yo?,

      ¿van a depender de mí tus viudas?

12Así dice el Señor:

      Los que no acostumbran

      beber la copa

      la han tenido que beber,

      ¿y tú vas a quedar sin castigo?

      ¡De ningún modo! La beberás.

13Lo juro por mí mismo

      –oráculo del Señor–:

      Bosra se convertirá en espanto,

      oprobio, ruina, maldición;

      todos sus pueblos

      serán ruinas perpetuas.

14He oído un mensaje del Señor

      enviado a las naciones:

      Reúnanse, marchen contra ella,

      preséntenle batalla.

15Te convierto

      en la nación más pequeña,

      despreciada de los hombres.

16Te sedujo el terror que sembrabas

      y la arrogancia de tu corazón:

      habitas en las rocas escarpadas,

      agarrada a las cumbres;

      pues aunque pongas el nido

      tan alto como un águila,

      de allí te derrumbaré

      –oráculo del Señor–.

17Y Edom será un espanto:

      los que pasen junto a ella

      silbarán espantados al ver sus heridas.

18Será como la catástrofe

      de Sodoma y Gomorra y sus vecinos,

      donde no habita nadie

      ni mora hombre alguno

      –dice el Señor–.

19Como un león que sube

      de la espesura del Jordán

      a las praderas siempre verdes,

      así los espantaré de repente

      y me adueñaré de los escogidos.

      Porque, ¿quién hay como yo?,

      ¿quién me desafía?,

      ¿quién es el pastor

      que puede resistirme?

20Ahora escuchen el designio

      del Señor contra Edom

      y sus planes

      contra los habitantes de Temán:

      Juro que

      aun las ovejas más pequeñas

      serán arrebatadas,

      juro que se espantará

      de ellas su pradera.

21Al estruendo de su caída

      retiembla la tierra,

      el clamor y los gritos

      se oyen hasta el Mar Rojo.

22Como un águila,

      se eleva y se lanza

      abriendo las alas contra Bosra;

      aquel día los soldados de Edom

      se sentirán como una mujer en parto.

Contra Damasco

(Is 17,1-6; Am 1,3-5)

23Están confusas Jamat y Arpad,

      porque han oído una noticia terrible:

      ansiosas, se agitan como el mar,

      no logran calmarse.

24Damasco desfallece

      y emprende la huida,

      le asalta un temblor,

      le agarran dolores

      y espasmos como de parturienta.

25¡Ay, abandonada la ciudad famosa,

      la villa gozosa!

26Sus jóvenes

      caen en las calles aquel día,

      y sus guerreros enmudecen

      –oráculo del Señor Todopoderoso–.

27Prenderé un fuego

      a las murallas de Damasco

      que devorará

      los palacios de Ben-Adad.

Contra Cadar y Jazor

(Is 21,16s)

28Contra Cadar y los reinos de Jazor –a los que derrotó Nabucodonosor, rey de Babilonia–.

      Así dice el Señor:

      De pie, combatan contra Cadar,

      destruyan a las tribus de Oriente.

29Que recojan sus tiendas y sus ovejas,

      sus lonas, todo su equipaje,

      que se lleven sus camellos,

      que se alce un grito:

      Cercados de terror.

30Huyan desbandados, caven refugios,

      habitantes de Jazor

      –oráculo del Señor–,

      porque Nabucodonosor,

      rey de Babilonia,

      tiene planes y designios

      contra ustedes.

31De pie, avancen

      contra un pueblo confiado

      que habita tranquilo

      –oráculo del Señor–,

      no usa puertas ni cerrojos

      y vive apartado:

32sus camellos serán botín;

      sus inmensos rebaños, la presa;

      dispersaré a todos los vientos

      a los de sienes rapadas,

      de todas partes atraeré su ruina

      –oráculo del Señor–.

33Jazor será guarida de chacales,

      un desierto perpetuo;

      nadie habitará allí

      ni morará hombre alguno.

Contra Elam

34Palabra del Señor al profeta Jeremías contra Elam –al principio del reinado de Sedecías en Judá–.

35Así dice el Señor Todopoderoso:

      Yo quebraré el arco de Elam

      y lo mejor de sus soldados:

36conduciré contra Elam

      los cuatro vientos

      desde los cuatro puntos cardinales;

      los dispersaré a todos los vientos,

      y no habrá nación

      adonde no lleguen

      prófugos de Elam.

37Haré que Elam se aterrorice

      ante sus enemigos

      que intentan darle muerte;

      les enviaré una desgracia,

      el incendio de mi ira

      –oráculo del Señor–;

      despacharé tras ellos

      la espada hasta consumirlos.

38Colocaré mi trono en Elam

      y destruiré al rey y a los nobles

      –oráculo del Señor–.

39Al cabo de los años

      cambiaré la suerte de Elam

      –oráculo del Señor–.

Contra Babilonia

(Is 14,4-23; 21,1-10; 46; Bar 4,31-35; Ap 18)

50 1Palabra del Señor contra Babilonia –país caldeo– por medio del profeta Jeremías:

2Anúncienlo a las naciones,

      publíquenlo, alcen la bandera,

      publíquenlo, no lo callen, digan:

      Babilonia ha sido conquistada,

      Bel está confuso, Marduc humillado,

      sus ídolos derrotados,

      sus imágenes avergonzadas.

3Porque desde el norte

      se abalanzó sobre ella

      un pueblo que saqueará su territorio,

      hasta que no quede en ella

      un habitante,

      porque hombres y animales

      huirán desbandados.

4En aquellos días y en aquella hora

      –oráculo del Señor–

      vendrán juntos israelitas y judíos,

      llorando y buscando al Señor, su Dios;

5preguntan por Sión

      y allá se encaminan:

      Vamos a unirnos al Señor

      en alianza eterna, irrevocable.

6Mi pueblo era un rebaño perdido

      que los pastores extraviaban

      por los montes,

      iban de monte en colina,

      olvidando el rebaño;

7los que los encontraban se los comían,

      sus rivales decían:

      No somos culpables,

      porque han pecado contra el Señor,

      su pastizal seguro,

      la Esperanza de sus padres.

8Huyan de Babilonia

      y del territorio caldeo,

      salgan como chivos

      delante del rebaño,

9porque yo movilizo

      contra Babilonia en el norte

      una alianza de naciones poderosas

      que formarán contra ella

      y la conquistarán;

      sus flechas, como soldado experto,

      nunca fallan el blanco.

10Los caldeos serán saqueados

      y los saqueadores se hartarán

      –oráculo del Señor–.

11Aunque festejen bulliciosamente,

      ladrones de mi herencia,

      aunque brinquen

      como novilla en el prado

      y relinchen como caballos,

12su madre quedará avergonzada,

      confundida la que los dio a luz,

      convertida en la última

      de las naciones,

      en desierto y estepa reseca.

13Por la cólera del Señor

      quedará deshabitada

      y hecha toda un desierto;

      los que pasen junto a Babilonia

      silbarán espantados

      al ver tantas heridas.

14Arqueros, pongan cerco a Babilonia,

      apunten, no ahorren flechas,

      porque pecó contra el Señor;

15lancen el grito de guerra en torno a ella,

      que se entregue su guarnición,

      que caigan sus pilares

      y se derrumben sus murallas;

      porque el Señor se venga de ella así:

      lo que hizo háganselo a ella.

16Exterminen en Babel al sembrador

      y al que empuña la hoz

      en el tiempo de la cosecha.

      Huyen de la espada mortífera,

      cada uno a su pueblo

      y a su tierra nativa.

17Israel era una oveja descarriada,

      acosada de leones:

      primero la devoró el rey de Asiria,

      últimamente la despedazó

      Nabucodonosor, rey de Babilonia.

18Por eso, dice el Señor Todopoderoso,

      Dios de Israel:

      Yo tomaré cuentas

      al rey de Babilonia y a su país,

      como se las tomé al rey de Asiria.

19Restituiré Israel a sus pastizales,

      para que paste

      en el Carmelo y en Basán,

      para que sacie su hambre

      en la sierra de Efraín y en Galaad.

20En aquellos días y en aquella hora

      –oráculo del Señor–

      se buscará la culpa de Israel,

      y no aparecerá;

      el pecado de Judá,

      y no se encontrará;

      porque yo perdonaré

      a los que deje con vida.

21¡Contra el territorio

      de Merataín avancen,

      contra los habitantes de Pecod!

      Aniquila a filo de espada,

      haz cuanto te diga

      –oráculo del Señor–.

22Suena el grito de guerra en el país,

      un grave quebranto:

23¡Ay, arrancado y quebrado

      el martillo del mundo!

      ¡Ay, Babilonia, convertida

      en el espanto de las naciones!

24Babilonia, te puse una trampa,

      y has caído sin darte cuenta;

      te han sorprendido y apresado

      porque retaste al Señor.

25El Señor ha abierto su arsenal

      y ha sacado las armas de su ira,

      porque el Señor Todopoderoso

      tiene una tarea en el país caldeo.

26Vengan contra ella desde el confín:

      abran los graneros,

      apilen sus gavillas,

      destruyan hasta no dejar resto;

27maten sus novillos,

      que bajen al matadero;

      ¡ay de ellos, les llega el día

      y la hora de la cuenta!

28Oigan a los fugitivos

      evadidos de Babilonia

      que anuncian en Sión la venganza

      del Señor, nuestro Dios,

      la venganza de su templo.

29Recluten arqueros contra Babel,

      a todos los que tensan el arco;

      cierren el cerco, que no escape nadie;

      páguenle sus obras,

      lo que hizo háganselo a ella:

      se insolentó contra el Señor,

      el Santo de Israel;

30sus jóvenes caerán en las calles,

      aquel día sus guerreros enmudecerán

      –oráculo del Señor–.

31¡Aquí estoy contra ti, insolente!

      –oráculo del Señor Todopoderoso–,

      te llegó el día,

      la hora de rendir cuentas:

32tropezará la insolente,

      caerá y nadie la levantará.

      Prenderé fuego a sus pueblos,

      que consuma todos sus alrededores.

33Así dice el Señor Todopoderoso:

      Israelitas y judíos

      sufren juntos la opresión,

      los que los desterraron los retienen

      y se niegan a soltarlos.

34Pero el rescatador es fuerte,

      se llama Señor Todopoderoso:

      él defenderá su causa,

      acallando la tierra,

      agitando a los habitantes de Babilonia.

35¡Espada!, contra los caldeos,

      contra los vecinos de Babilonia

      –oráculo del Señor–,

      contra sus nobles y sus maestros.

36¡Espada!, contra sus adivinos,

      que se desconcierten.

      ¡Espada!, contra sus soldados,

      que se aterroricen.

37¡Espada!,

      contra sus tesoros y carros,

      contra la multitud

      que hay en medio de ella,

      que se vuelvan mujeres,

      contra sus tesoros,

      para que sean saqueados.

38¡Espada!, contra sus canales,

      que se sequen,

      porque es un país de ídolos,

      que pierde el seso por sus espantajos.

39Habitarán allí chacales

      y hienas y avestruces,

      por siempre jamás,

      de edad en edad estará despoblada.

40Será como la catástrofe

      de Sodoma, Gomorra y sus vecinas,

      donde no habita nadie

      ni mora hombre alguno

      –oráculo del Señor–.

41Miren: un ejército viene

      desde el norte, una multitud

      y muchos reyes se movilizan

      en el extremo del mundo:

42armados de arcos y lanzas,

      crueles y despiadados,

      sus gritos resuenan como el mar,

      avanzan a caballo,

      formados como soldados

      contra ti, Babilonia.

43Al oír su fama

      el rey de Babilonia se acobarda,

      lo invade la angustia

      y espasmos de parturienta.

44Como un león que sube

      de la espesura del Jordán

      a las praderas siempre verdes,

      así los espantaré de repente

      y me adueñaré de los escogidos,

      pues, ¿quién hay como yo?,

      ¿quién me desafía?,

      ¿quién es el pastor

      que pueda resistirme?

45Ahora escuchen

      el designio del Señor contra Babel

      y sus planes contra el territorio caldeo:

      Juro

      que aun las ovejas más pequeñas

      serán arrebatadas,

      juro que se espantarán de ellas

      las praderas.

46Al estruendo de su caída

      retiembla la tierra,

      y las naciones escuchan sus gritos.

 

51 1Así dice el Señor:

Yo movilizo

      contra Babilonia y los caldeos

      un viento mortífero,

2despacho contra Babilonia

      gente que la lance al viento

      que la limpiarán

      y vaciarán su territorio;

3el día de la desgracia la sitiarán;

      que no se vaya el arquero

      ni se retire el que viste coraza;

      no perdonen a sus soldados,

      aniquilen su ejército,

4caigan heridos en tierra caldea,

      caigan atravesados en sus calles.

5Porque Israel y Judá

      no son viudas de su Dios,

      el Señor Todopoderoso,

      mientras que el país caldeo

      es deudor del Santo de Israel.

6Huyan de Babilonia,

      sálvese el que pueda,

      no perezca por culpa de ella;

      porque es la hora

      de la venganza del Señor,

      cuando le pagará su merecido.

7Babilonia era en la mano del Señor

      una copa de oro

      que emborrachaba a toda la tierra,

      de su vino bebían las naciones

      y se perturbaban.

8Cayó de repente Babilonia

      y se rompió: laméntense por ella.

      Traigan bálsamo para sus heridas,

      a ver si se sana;

9hemos tratado a Babilonia

      y no se sana, déjenla,

      vamos cada uno a nuestra tierra;

      su condena llega al cielo,

      alcanza a las nubes;

10el Señor nos ha rehabilitado,

      vamos a Sión a contar las hazañas

      del Señor, nuestro Dios.

11Afilen las flechas,

      sujeten el escudo,

      el Señor incita a los jefes medos,

      porque quiere destruir a Babilonia:

      es la venganza del Señor,

      la venganza de su templo.

12Alcen la bandera

      contra las murallas de Babilonia,

      refuercen la guardia,

      pongan centinelas,

      preparen emboscadas;

      porque el Señor ejecuta

      lo que pensó y anunció

      contra los habitantes de Babilonia.

13Ciudad opulenta,

      que vive entre canales:

      te llega el fin, te cortan la trama.

14El Señor Todopoderoso

      lo jura por su vida:

      Aunque tu muchedumbre

      sea más que la langosta,

      sobre ti cantarán victoria.

15Él hizo la tierra con su poder,

      fundó el universo con maestría,

      desplegó el cielo con habilidad.

16Cuando él truena,

      retumban las aguas del cielo,

      hace subir las nubes

      desde el horizonte,

      con los rayos desata la lluvia

      y saca los vientos de sus silos.

17El hombre, con su saber,

      se embrutece;

      el orfebre, con su ídolo, fracasa:

18son imágenes falsas, sin aliento,

      son vanidad y no sirven para nada:

      el día de la cuenta perecerán.

19No es así la porción de Jacob,

      sino que lo hizo todo:

      Israel es la tribu de su propiedad,

      y su Nombre es Señor Todopoderoso.

20Tú eres mi maza, mi arma de guerra:

      machacaré contigo las naciones,

      destruiré a los reyes,

21machacaré contigo caballos y jinetes,

      machacaré contigo

      carros y conductores,

22 machacaré contigo

      hombres y mujeres,

      machacaré contigo

      ancianos y jóvenes,

      machacaré contigo

      jóvenes y doncellas,

23machacaré contigo pastores y rebaños,

      machacaré contigo

      labradores y yuntas,

      machacaré contigo

      gobernadores y alcaldes

24y pagaré a Babilonia

      y a todos los caldeos,

      en presencia de ustedes,

      todo el mal que hicieron a Sión

      –oráculo del Señor–.

25Aquí estoy contra ti,

      Monte Exterminio,

      que exterminó la tierra entera

      –oráculo del Señor–;

      extenderé contra ti mi brazo,

      te haré rodar peñas abajo,

      te convertiré en Monte Quemado;

26ya no sacarán de ti piedras

      angulares o de cimiento,

      porque serás desolación eterna

      –oráculo del Señor–.

27Levanten la bandera en la tierra,

      toquen la trompeta

      entre las naciones,

      convocando a la guerra santa;

      recluten contra ella los reinos

      de Ararat, Miní y Asquenaz,

      nombren contra ella un general,

      avancen los caballos

      como langostas erizadas;

28llamen a guerra santa a las naciones,

      a los reyes medos,

      con sus gobernadores y alcaldes

      y toda la tierra de sus dominios.

29Temblará y se retorcerá

      la tierra cuando se cumpla

      el plan del Señor contra Babilonia,

      cuando deje el territorio babilonio

      como un desierto despoblado.

30Los soldados de Babilonia

      dejan de luchar,

      se agachan en los fortines,

      se acaba su valentía,

      se han vuelto mujeres;

      han quemado sus edificios

      y roto sus cerrojos.

31Un correo releva a otro,

      un mensajero releva a otro,

      para anunciar al rey de Babilonia

      que su ciudad está

      enteramente conquistada,

32los pasos de los ríos tomados,

      las compuertas incendiadas

      y los soldados presa del pánico.

33Así dice el Señor Todopoderoso,

      Dios de Israel:

      La capital de Babilonia

      era un campo en tiempo de trilla:

      muy pronto llegará

      el tiempo de la cosecha.

34Nabucodonosor, rey de Babilonia,

      me ha comido, me ha devorado,

      me ha dejado como un plato vacío,

      me ha engullido como un dragón,

      se ha llenado la panza

      con mis manjares

      y me ha vomitado;

35recaiga sobre Babilonia

      mi carne violentada

      –dice de la población de Sión–,

      recaiga mi sangre

      sobre los caldeos

      –dice Jerusalén–.

36Y así responde el Señor:

      Aquí estoy yo para defender tu causa

      y ejecutar tu venganza:

      secaré su mar,

      agotaré sus manantiales,

37Babilonia se convertirá en escombros,

      en guarida de chacales,

      objeto de burla y espanto,

      vacía de habitantes.

38Rugen a coro como leones,

      gruñen como cachorros de león:

39haré que sus festines

      acaben en fiebre,

      los emborracharé

      para que celebren una orgía

      y duerman un sueño eterno,

      sin despertar

      –oráculo del Señor–.

40Los haré bajar al matadero

      como corderos o carneros

      o chivos.

41¡Ay, Babilonia conquistada,

      capturado el orgullo del mundo!

      ¡Ay, Babilonia convertida

      en el espanto de las naciones!

42El mar subió hasta Babilonia

      y la inundó

      con el tumulto de su oleaje;

43sus ciudades quedaron desoladas

      como tierra seca y árida,

      tierra que nadie habita,

      que no atraviesa el mortal.

44Tomaré cuentas a Bel en Babilonia

      y le sacaré el bocado de la boca.

      Ya no confluirán a él los pueblos,

      y hasta las murallas de Babilonia

      se desplomarán.

45¡Pueblo mío, salgan!

      Ponte a salvo

      de la ira ardiente del Señor.

46No se acobarden ni teman

      por las noticias que circulan,

      cada año una nueva noticia:

      Violencia en el país,

      señores contra señores.

47Porque llega un tiempo

      en que castigaré

      a los ídolos de Babilonia:

      el país quedará confuso

      y los caídos yacerán en medio de él.

48Clamarán contra Babilonia

      cielo y tierra y lo que hay en ellos

      cuando venga sobre ella

      desde el norte el destructor

      –oráculo del Señor–.

49También Babilonia ha de caer

      por las víctimas de Israel,

      como por Babilonia cayeron

      víctimas de todo el mundo.

50Los que evitaron su espada,

      caminen sin detenerse,

      invocando desde lejos al Señor,

      recordando a Jerusalén.

51Nos avergonzamos

      al oír la infamia,

      nos cubre la cara la vergüenza,

      entraron extranjeros

      en el santuario del Señor.

52Por eso, llegarán días

      –oráculo del Señor–

      en que castigaré a sus ídolos

      y por todo el país

      se quejarán los heridos.

53Aunque Babel se eleve

      hasta el cielo

      y fortifique en la altura su fortaleza,

      yo le enviaré destructores

      –oráculo del Señor–.

54Se oyen los gritos de Babilonia,

      grave quebranto de los caldeos,

55porque el Señor devasta Babilonia,

      pone fin a su enorme griterío,

      por mucho que rujan

      sus olas como un océano

      y resuene el estruendo de sus voces.

56Porque llega a Babilonia

      el destructor:

      caerán prisioneros sus soldados,

      se romperán sus arcos.

      Porque el Señor es un Dios

      que recompensa

      y les dará la paga.

57Emborracharé a sus nobles

      y a sus maestros,

      a sus gobernadores y alcaldes

      y a sus soldados,

      y dormirán un sueño eterno

      sin despertarse

      –oráculo del Rey que se llama

      Señor Todopoderoso–.

58Así dice el Señor Todopoderoso:

      La gruesa muralla de Babilonia

      será desmantelada,

      sus altas puertas serán incendiadas,

      para nada trabajaron los pueblos,

      para el fuego se fatigaron las naciones.

59Encargo del profeta Jeremías a Serayas, hijo de Nerías, hijo de Majsías, cuando fue a Babilonia con Sedecías, rey de Judá, el año cuarto de su reinado –Serayas era jefe de la caravana–.

60Jeremías había escrito en un rollo todas las desgracias que iban a suceder a Babilonia, todas las palabras citadas acerca de Babilonia.

61Y Jeremías dijo a Serayas:

–Cuando llegues a Babilonia, busca un sitio y proclama todas estas palabras. 62Dirás: Señor, tú has amenazado destruir este lugar hasta dejarlo deshabitado, sin hombres ni animales, convertido en perpetua desolación. 63Y cuando termines de leer el rollo, le atarás una piedra y lo arrojarás al Éufrates, 64y dirás: Así se hundirá Babilonia y no se levantará, por las desgracias que yo envío contra ella.

Aquí terminan las palabras de Jeremías.

Epílogo histórico

(2 Re 24,18–25,30)

52 1Cuando Sedecías subió al trono tenía veintiún años y reinó once años en Jerusalén. Su madre se llamaba Jamutal, hija de Jeremías, natural de Alba.

2Hizo lo que el Señor reprueba, igual que había hecho Joaquín. 3Esto les sucedió a Jerusalén y a Judá por la cólera del Señor, hasta que las arrojó de su presencia. Sedecías se rebeló contra el rey de Babilonia.

4El año noveno de su reinado, el diez del mes décimo, Nabucodonosor, rey de Babilonia, vino a Jerusalén con todo su ejército, acampó frente a ella y construyó torres de asalto alrededor.

5La ciudad quedó sitiada hasta el año once del reinado de Sedecías, 6el nueve del mes cuarto. El hambre se hizo insoportable en la ciudad y no había pan para la población.

7Se abrió una brecha en la ciudad, y los soldados huyeron de noche por la puerta entre las dos murallas, junto a los jardines reales, y se marcharon por el camino del desierto a pesar de que los caldeos rodeaban la ciudad.

8El ejército caldeo persiguió al rey; alcanzaron a Sedecías en la llanura de Jericó, mientras sus tropas se dispersaban abandonándolo. 9Apresaron al rey y se lo llevaron al rey de Babilonia, que estaba en Ribla, provincia de Jamat, y lo procesó.

10El rey de Babilonia hizo ajusticiar en Ribla a los hijos de Sedecías, ante su vista, y a todos los nobles de Judá también los hizo ajusticiar en Ribla. 11A Sedecías lo cegó, le echó cadenas de bronce, lo llevó a Babilonia y lo encerró en prisión de por vida.

12El día diez del mes quinto –que corresponde al año diecinueve del reinado de Nabucodonosor en Babilonia– llegó a Jerusalén Nabusardán, jefe de la guardia, funcionario del rey de Babilonia. 13Incendió el templo, el palacio real y las casas de Jerusalén y puso fuego a todos los palacios.

14El ejército caldeo, a las órdenes del jefe de la guardia, derribó las murallas que rodeaban a Jerusalén. 15Nabusardán, jefe de la guardia, se llevó cautivo al resto del pueblo que había quedado en Jerusalén, a los desertores que se habían pasado al rey de Babilonia y al resto de los artesanos. 16De la clase baja dejó algunos para que cultivaran las viñas y los campos.

17Los caldeos rompieron las columnas de bronce, los pedestales y el depósito de bronce que había en el templo para llevarse el bronce a Babilonia. 18También tomaron las ollas, palas, cuchillos, aspersorios, bandejas y todos los utensilios de bronce empleados en el culto.

19Nabusardán, jefe de la guardia, tomó las palanganas, los braseros, aspersorios, ollas, candelabros, bandejas, fuentes, en dos lotes, de oro y de plata.

20También las dos columnas, el depósito y los doce toros que sostenían el pedestal –que había encargado el rey Salomón para el templo–; imposible calcular lo que pesaba el bronce de aquellos objetos.

21Cada columna medía nueve metros de altura, ocho centímetros de espesor y eran huecas; tenía un anillo de veinticinco centímetros de circunferencia. 22Estaba rematada por un capitel de bronce de dos metros y medio de altura, adornado con trenzados y granadas alrededor, todo de bronce. 23Sobresalían noventa y seis granadas, y el total de las granadas sobre la circunferencia era cien.

24El jefe de la guardia apresó también al sumo sacerdote, Serayas; al vicario, Sofonías, y a los tres porteros. 25En la ciudad apresó a un cortesano jefe de la tropa y a siete hombres del servicio personal del rey que se encontraban en la ciudad; al secretario del general en jefe, encargado del reclutamiento entre los terratenientes, y a sesenta terratenientes que se encontraban en la ciudad. 26Nabusardán, jefe de la guardia, los apresó y los llevó al rey de Babilonia, a Ribla. 27El rey de Babilonia los hizo ejecutar en Ribla, provincia de Jamat. Así marchó Judá al destierro.

28Éste es el número de los deportados por Nabucodonosor: el año séptimo, tres mil veintitrés judíos; 29el año decimoctavo de Nabucodonosor, ochocientos treinta y dos vecinos de Jerusalén; 30el año vigésimo tercero de Nabucodonosor, deportó Nabusardán, jefe de la guardia, setecientos cuarenta y cinco judíos. Total, cuatro mil seiscientos.

31El año trigésimo séptimo del destierro de Jeconías, rey de Judá, el día veinticinco del duodécimo mes, Evil Merodac, rey de Babilonia, el año de su ascensión al trono, concedió gracia a Jeconías, rey de Judá, y lo sacó de la cárcel. 32Le prometió su favor, y colocó su trono más alto que los de los otros reyes que había con él en Babilonia. 33 Le cambió el traje de preso y lo hizo comer a su mesa mientras vivió. 34De parte del rey se le pasaba una pensión diaria, toda la vida, hasta que murió.