Capítulos del Habacuc

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HABACUC

 

1 1Oráculo recibido en visión por el profeta Habacuc.

El final de la injusticia: impaciencia y anuncio

(Is 21,1-10)

2¿Hasta cuándo, Señor,

      pediré auxilio sin que me escuches?

      ¿Hasta cuándo te gritaré: ¡Violencia!,

      sin que me salves?

3¿Por qué me haces ver crímenes,

      me enseñas injusticias,

      me pones delante

      violencias y destrucción

      y surgen discordias

      y se alzan contiendas?

4La ley cae en desuso

      y el derecho no sale vencedor,

      los malvados cercan al inocente

      y el derecho es pisoteado.

5–Miren a las naciones,

      asómbrense y quédense sin palabras:

      en sus días haré una obra tal,

      que si se la contaran, no la creerían.

6Yo pondré en pie de guerra

      a un pueblo cruel y resuelto

      que recorrerá la anchura de la tierra

      conquistando poblaciones ajenas.

7Es temible y terrible:

      no reconoce más ley

      que su voluntad y su derecho.

8Sus caballos

      son más veloces que panteras,

      más salvajes que lobos del desierto.

      Sus jinetes galopan,

      sus jinetes vienen de lejos

      volando como águila

      sobre la presa.

9Todos llegan dispuestos a matar,

      con el rostro tendido hacia adelante,

      y juntan prisioneros como arena.

10Es un pueblo que se ríe de los reyes,

      se burla de los jefes;

      juega con las ciudades fortificadas,

      construye terraplenes de asalto

      y las conquista.

11Después toma aliento y continúa.

      Su fuerza es su dios.

Súplica y descripción

12 Señor, ¿no eres tú, desde antiguo

      mi Dios santo que no muere?

      Señor, ¿lo has puesto tú

      en el tribunal?

      Roca, ¿lo has establecido

      para que juzgue?

13Tus ojos son demasiado puros

      para estar mirando el mal,

      no puedes estar

      contemplando la opresión:

¿por qué, entonces, contemplas

      en silencio a los traidores,

      al culpable que devora al inocente?

14¿Hiciste tú a los hombres

      como peces del mar,

      como reptiles sin jefe?

15Él los saca a todos con el anzuelo,

      los apresa en la red,

      los junta en su bolsa

      y luego ríe satisfecho;

16y ofrece sacrificios,

      e incienso a las redes

      porque le dieron rica presa,

      comida sustanciosa.

17¿Y seguirá utilizando sus redes

      y matando pueblos sin compasión?

Espera y oráculo

(Is 21,1-10)

2 1Me pondré de centinela,

haré la guardia observando atento

      a ver qué me dice,

      qué responde a mi reclamo.

2El Señor me respondió:

      –Escribe la visión,

      grábala en tablillas,

      de modo que se lea de corrido:

3la visión tiene un plazo fijado,

      camina hacia la meta,

      no fallará; aunque tarde, espérala,

      que llegará sin retraso.

4El ánimo soberbio fracasará;

      pero el justo, por su fidelidad, vivirá.

5Aunque lo intente el traidor,

      el hombre orgulloso, nada conseguirá;

      aunque ensanche su boca

      como el abismo

      y sea insaciable como la muerte;

      aunque arrase con todos los pueblos

      y se adueñe de todas las naciones.

Copla de los cinco ayes

6Todos ellos entonarán contra él

      coplas y versos con aguda ironía.

      ¡Ay del que acumula

      lo que no le pertenece,

      ¿por cuánto tiempo?,

      y amontona objetos empeñados!

         7De pronto se alzarán tus acreedores,

      despertarán

      y, sacudiéndote bien, te desvalijarán;

         8porque saqueaste a tantas naciones,

      los demás pueblos te saquearán;

      por tus asesinatos y violencias

      en países, ciudades y poblaciones.

9¡Ay del que mete en casa

      ganancias injustas

      y anida muy alto

      para librarse de la desgracia!

         10Destruyendo a tantas naciones

      has acarreado la deshonra de tu casa

      y has malogrado tu vida.

         11Hasta las piedras de las paredes reclamarán

      y las vigas de madera responderán.

12¡Ay del que construye

      con sangre la ciudad

      y funda la capital sobre el crimen!

         13El Señor de los ejércitos ha decidido

      que trabajen los pueblos

      para el fuego

      y las naciones se cansen inútilmente,

         14cuando toda la tierra se llene

      del conocimiento

      de la gloria del Señor,

      como las aguas colman el mar.

15¡Ay del que emborracha a su prójimo,

      lo embriaga con una copa drogada,

      para mirarlo desnudo!

         16Bebe tú también

      y enseña el prepucio,

      llénate de ofensas y no de honores,

      que la copa de la mano del Señor

      se volverá contra ti

      y tu gloria se convertirá en vergüenza.

         17El Líbano violentado te aplastará,

      la matanza de animales te aterrará:

      por tus asesinatos y violencias

      en países, ciudades y poblaciones.

19¡Ay del que dice a un trozo de madera:

      Despierta,

      y a una piedra: levántate!

      ¿Te va a comunicar algún mensaje?

      Míralo recubierto de oro y plata,

      y no tiene alma.

         18¿De qué le sirve al ídolo

      que lo talle el artesano

      si es una imagen,

      un maestro de mentiras?

      ¿De qué le sirve al artesano

      confiar en su obra

      o fabricar ídolos mudos?

         20En cambio, el Señor

      está en su santo templo:

      ¡silencio en su presencia

      todo el mundo!

Himno del profeta

3 1Intercesión del profeta Habacuc

por delitos inadvertidos.

2¡Señor, he oído tu fama;

      Señor, he visto tu obra!

      Realízala, ahora, en nuestra vida

      manifiéstala, en nuestros días,

      y aunque estés enojado

      acuérdate de la compasión.

3El Señor viene de Temán,

      el Santo del monte Farán;

      su resplandor cubre el cielo

      y la tierra se llena

      de sus alabanzas;

4su brillo es como el sol;

      su mano despide rayos

      y allí se esconde su poder.

         5Ante él marcha la Peste,

      la Fiebre sigue sus pasos.

6Se detiene y tiembla la tierra,

      lanza una mirada

      y dispersa a las naciones;

      se derrumban las viejas montañas,

      se hunden

      las antiguas colinas,

      las órbitas primordiales, ante él.

7Hundidas veo las tiendas de Cusán,

      sacudidas las lonas de Madián.

8¿Es que arde, Señor, contra los ríos,

      contra los ríos tu cólera,

      contra el mar tu furor,

      cuando montas tus caballos,

      tu carro victorioso?

9Desenfundas y preparas tu arco,

      cargas de flechas tu bolsa.

      Agrietas con torrentes el suelo

10y al verte tiemblan las montañas;

      cae una lluvia torrencial,

      el océano hace oír su voz,

      levanta sus brazos a lo alto.

11Sol y luna se detienen en su morada

      a la luz de tus flechas que cruzan,

      al brillo del relámpago de tu lanza.

12Caminas enfurecido por la tierra,

      pisoteas furioso a los pueblos,

13sales a salvar a tu pueblo,

      a salvar a tu ungido:

      destrozas el techo

      de la casa del malvado,

      desnudas sus cimientos hasta la roca.

14Con tus flechas atraviesas al capitán

      y sus tropas se dispersan

      en torbellino

      cuando triunfantes iban a devorar

      una víctima a escondidas.

15Pisas el mar con tus caballos

      y hierve la inmensidad de las aguas.

16Lo escuché

      y temblaron mis entrañas,

      al oírlo se estremecieron mis labios,

      me entró un escalofrío

      por los huesos

      y me temblaban

      las piernas al andar.

      Gimo por el día de angustia

      que se viene sobre el pueblo

      que nos oprime.

17Aunque la higuera no echa brotes

      y las cepas no dan fruto,

      aunque el olivo se niega a su tarea

      y los campos no dan cosechas,

      aunque se acaban

      las ovejas del corral

      y no quedan vacas en el establo;

18yo festejaré al Señor

      gozando con mi Dios salvador:

19el Señor es mi fuerza,

      me da piernas de gacela,

      me encamina por las alturas.

 

Al director del coro:

con instrumentos de cuerda.