Capítulos de Juan
Prólogo
1 1Al principio existía la Palabra
y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios.
2Ella existía al principio junto a Dios.
3Todo existió por medio de ella,
y sin ella nada existió de cuanto existe.
4En ella estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres;
5la luz brilló en las tinieblas,
y las tinieblas no la comprendieron.
6—Apareció un hombre enviado por Dios, llamado Juan, 7que vino como testigo, para dar testimonio de la luz, de modo que todos creyeran por medio de él.
8Él no era la luz, sino un testigo de la luz.
9La luz verdadera
que ilumina a todo hombre
estaba viniendo al mundo.
10En el mundo estaba,
el mundo existió por ella,
y el mundo no la reconoció.
11Vino a los suyos,
y los suyos no la recibieron.
12Pero a los que la recibieron,
a los que creen en ella,
los hizo capaces de ser hijos de Dios:
13ellos no han nacido de la sangre
ni del deseo de la carne,
ni del deseo del hombre,
sino que fueron engendrados por Dios.
14La Palabra se hizo carne
y habitó entre nosotros.
Y nosotros hemos contemplado su gloria,
gloria que recibe del Padre como Hijo único,
lleno de gracia y verdad.
15Juan grita dando testimonio de él: Éste es aquél del que yo decía: El que viene detrás de mí, es más importante que yo, porque existía antes que yo.
16De su plenitud hemos recibido todos:
gracia tras gracia.
17Porque la ley se promulgó por medio de Moisés,
pero la gracia y la verdad se realizaron por Jesús el Mesías.
18Nadie ha visto jamás a Dios;
el Hijo único, Dios, que estaba al lado del Padre,
Él nos lo dio a conocer.
Testimonio de Juan el Bautista
(cfr. Mt 3,1-12; Mc 1,1-8; Lc 3,1-18)
19Éste es el testimonio de Juan, cuando los judíos [le] enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle quién era. 20Él confesó y no negó; confesó que no era el Mesías.
21Le preguntaron:
—Entonces, ¿eres Elías?
Respondió:
—No lo soy.
—¿Eres el profeta?
Respondió:
—No.
22Le dijeron:
—¿Quién eres? Tenemos que llevar una respuesta a quienes nos enviaron; ¿qué dices de ti?
23Respondió:
—Yo soy la voz
del que grita en el desierto:
Enderecen el camino del Señor,
según dice el profeta Isaías.
24Algunos de los enviados eran fariseos 25y volvieron a preguntarle:
—Si no eres el Mesías ni Elías ni el profeta, ¿por qué bautizas?
26Juan les respondió:
—Yo bautizo con agua. Entre ustedes hay alguien a quien no conocen, 27que viene detrás de mí; y [yo] no soy digno de soltarle la correa de su sandalia.
28Esto sucedía en Betania, junto al Jordán, donde Juan bautizaba.
(cfr. Mt 3,13-17; Mc 1,9-11; Lc 3,21s)
29Al día siguiente Juan vio acercarse a Jesús y dijo:
—Ahí está el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. 30De él yo dije: Detrás de mí viene un hombre que es más importante que yo, porque existía antes que yo. 31Yo no lo conocía, pero vine a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel.
32Juan dio este testimonio:
—Contemplé al Espíritu, que bajaba del cielo como una paloma y se posaba sobre él. 33Yo no lo conocía; pero el que me envió a bautizar me había dicho: Aquél sobre el que veas bajar y posarse el Espíritu es el que ha de bautizar con Espíritu Santo. 34Yo lo he visto y atestiguo que él es el Hijo de Dios.
Llama a sus primeros discípulos
(cfr. Mt 4,18-22; Mc 1,16-20; Lc 5,1-11)
35Al día siguiente estaba Juan con dos de sus discípulos. 36Viendo pasar a Jesús, dice:
—Ahí está el Cordero de Dios.
37Los discípulos, al oírlo hablar así siguieron a Jesús. 38Jesús se volvió y, al ver que le seguían, les dice:
—¿Qué buscan?
Respondieron:
—Rabí –que significa maestro–, ¿dónde vives?
39Les dice:
—Vengan y vean.
Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Eran las cuatro de la tarde.
40Uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús era Andrés, hermano de Simón Pedro. 41Andrés encuentra primero a su hermano Simón y le dice:
—Hemos encontrado al Mesías –que traducido significa Cristo–.
42Y lo condujo a Jesús.
Jesús lo miró y dijo:
—Tú eres Simón, hijo de Juan; te llamarás Cefas –que significa Pedro–.
43Al día siguiente Jesús decidió partir para Galilea, encuentra a Felipe y le dice:
—Sígueme.
44Felipe era de Betsaida, ciudad de Andrés y Pedro. 45Felipe encuentra a Natanael y le dice:
—Hemos encontrado al que describen Moisés en la ley y los profetas: Jesús, hijo de José, el de Nazaret.
46Responde Natanael:
—¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?
Le dice Felipe:
—Ven y verás.
47Viendo Jesús acercarse a Natanael, le dice:
—Ahí tienen un israelita de verdad, sin falsedad.
48Le pregunta Natanael:
—¿De qué me conoces?
Jesús le contestó:
—Antes de que te llamara Felipe, te vi bajo la higuera.
49Respondió Natanael:
—Maestro, tú eres el Hijo de Dios, el rey de Israel.
50Jesús le contestó:
—¿Crees porque te dije que te vi bajo la higuera? Cosas más grandes que éstas verás.
51Y añadió:
—Les aseguro que verán el cielo abierto y los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del Hombre.
La boda de Caná
2 1Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea; allí estaba la madre de Jesús. 2También Jesús y sus discípulos estaban invitados a la boda. 3Se acabó el vino, y la madre de Jesús le dice:
—No tienen vino.
4Jesús le responde:
—¿Qué quieres de mí, mujer? Aún no ha llegado mi hora.
5La madre dice a los que servían:
—Hagan lo que él les diga.
6Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, con una capacidad de setenta a cien litros cada una. 7Jesús les dice:
—Llenen de agua las tinajas.
Las llenaron hasta el borde. 8Les dice:
—Ahora saquen un poco y llévenle al encargado del banquete para que lo pruebe.
Se lo llevaron. 9Cuando el encargado del banquete probó el agua convertida en vino, sin saber de dónde procedía, aunque los servidores que habían sacado el agua lo sabían, se dirige al novio 10y le dice:
—Todo el mundo sirve primero el mejor vino, y cuando los convidados están algo bebidos, saca el peor. Tú, en cambio has guardado hasta ahora el vino mejor.
11En Caná de Galilea hizo Jesús esta primera señal, manifestó su gloria y creyeron en él los discípulos. 12Después, bajó a Cafarnaún con su madre, sus hermanos y discípulos, y se detuvo allí varios días.
Purifica el templo
(cfr. Mt 21,12-17; Mc 11,15-19; Lc 19,45-48)
13Como se acercaba la Pascua judía, Jesús subió a Jerusalén. 14Encontró en el recinto del templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los que cambiaban dinero sentados. 15Se hizo un látigo de cuerdas y expulsó a todos del templo, ovejas y bueyes; esparció las monedas de los que cambiaban dinero y volcó las mesas; 16a los que vendían palomas les dijo:
—Saquen eso de aquí y no conviertan la casa de mi Padre en un mercado.
17Los discípulos se acordaron de aquel texto: El celo por tu casa me devora.
18Los judíos le dijeron:
—¿Qué señal nos presentas para actuar de ese modo?
19Jesús les contestó:
—Derriben este santuario y en tres días lo reconstruiré.
20Los judíos dijeron:
—Cuarenta y seis años ha llevado la construcción de este santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?
21Pero él se refería al santuario de su cuerpo. 22Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos recordaron que había dicho eso y creyeron en la Escritura y en las palabras de Jesús.
Reacciones ante Jesús
23Estando en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en él al ver las señales que hacía. 24Pero Jesús no se confiaba de ellos porque los conocía a todos; 25no necesitaba informes de nadie, porque él sabía lo que hay en el interior del hombre.
Jesús y Nicodemo
3 1Había un hombre del partido fariseo, llamado Nicodemo, una autoridad entre los judíos. 2Fue a visitarlo de noche y le dijo:
—Maestro, sabemos que vienes de parte de Dios para enseñar, porque nadie puede hacer las señales que tú haces si Dios no está con él.
3Jesús le respondió:
—Te aseguro que, si uno no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios.
4Le responde Nicodemo:
—¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Podrá entrar de nuevo en el vientre materno para nacer?
5Le contestó Jesús:
—Te aseguro que, si uno no nace del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. 6De la carne nace carne, del Espíritu nace espíritu. 7No te extrañes si te he dicho que hay que nacer de nuevo. 8El viento sopla hacia donde quiere: oyes su rumor, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así sucede con el que ha nacido del Espíritu.
9Le respondió Nicodemo:
—¿Cómo puede suceder esto?
10Jesús le respondió:
—Tú eres maestro de Israel, ¿y no entiendes estas cosas? 11Te lo aseguro: nosotros hablamos de lo que sabemos, y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio. 12Si no creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creerán cuando les hable de las cosas del cielo?
13Nadie ha subido al cielo si no es el que bajó del cielo: el Hijo del Hombre. 14Como Moisés en el desierto levantó la serpiente, así ha de ser levantado el Hijo del Hombre, 15para que quien crea en él tenga vida eterna.
16Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que quien crea en él no muera, sino tenga vida eterna. 17Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por medio de él. 18El que cree en él no es juzgado; el que no cree ya está juzgado, por no creer en el Hijo único de Dios.
19El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz. Y es que sus acciones eran malas. 20Quien obra mal detesta la luz y no se acerca a la luz, para que no delate sus acciones. 21En cambio el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz para que se vea claramente que todo lo hace de acuerdo con la voluntad de Dios.
Testimonio final del Bautista
22Después de esto, Jesús fue con sus discípulos a Judea; allí se quedó con ellos y se puso a bautizar. 23También Juan bautizaba, en Ainón, cerca de Salín, donde había agua abundante. La gente acudía y se bautizaba. 24Todavía no habían metido a Juan en la cárcel. 25Surgió una discusión de los discípulos de Juan con un judío a propósito de las purificaciones. 26Buscaron a Juan y le dijeron:
—Maestro, el que estaba contigo en la otra orilla del Jordán, del que diste testimonio, está bautizando, y todo el mundo acude a él.
27Respondió Juan:
—No puede un hombre recibir nada si no se lo concede del cielo. 28Ustedes son testigos de que dije: Yo no soy el Mesías, sino que me han enviado por delante de él. 29Quien se lleva a la novia es el novio. El amigo del novio que está escuchando se alegra de oír la voz del novio. Por eso mi gozo es perfecto. 30Él debe crecer y yo disminuir.
Preeminencia de Jesús
31Quien viene de arriba está por encima de todos. Quien viene de la tierra es terreno y habla de cosas terrenas. Quien viene del cielo [está por encima de todos].
32Él atestigua lo que ha visto y oído, y nadie acepta su testimonio. 33Quien acepta su testimonio certifica que Dios es veraz.
34El enviado de Dios habla de las cosas divinas, porque Dios le da el Espíritu sin medida. 35El Padre ama al Hijo y todo lo pone en sus manos.
36Quien cree en el Hijo tiene vida eterna. Quien no cree al Hijo, no verá la vida, porque lleva encima la ira de Dios.
Jesús y la samaritana
4 1Los fariseos se enteraron de que Jesús tenía más discípulos y bautizaba más que Juan 2–si bien eran sus discípulos los que bautizaban, no él personalmente–. Cuando Jesús lo supo, 3abandonó Judea y se dirigió de nuevo a Galilea. 4Tenía que atravesar Samaría. 5Llegó a un pueblo de Samaría llamado Sicar, cerca del terreno que Jacob dio a su hijo José 6–allí se encuentra el pozo de Jacob–. Jesús, cansado del camino, se sentó tranquilamente junto al pozo. Era mediodía. 7Una mujer de Samaría llegó a sacar agua.
Jesús le dice:
—Dame de beber 8–los discípulos habían ido al pueblo a comprar comida–.
9Le responde la samaritana:
—¡Cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? –los judíos no se tratan con los samaritanos–.
10Jesús le contestó:
—Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a él, y él te daría agua viva.
11Le dice [la mujer]:
—Señor, no tienes con qué sacar el agua y el pozo es profundo, ¿dónde vas a conseguir agua viva? 12¿Eres, acaso, más poderoso que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del que bebían él, sus hijos y sus rebaños?
13Le contestó Jesús:
—El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; 14quien beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, porque el agua que le daré se convertirá dentro de él en manantial que brota dando vida eterna.
15Le dice la mujer:
—Señor, dame de esa agua, para que no tenga sed y no tenga que venir acá a sacarla.
16Le dice:
—Ve, llama a tu marido y vuelve acá.
17Le contesta la mujer:
—No tengo marido.
Le dice Jesús:
—Tienes razón al decir que no tienes marido; 18porque has tenido cinco hombres, y el que tienes ahora tampoco es tu marido. En eso has dicho la verdad.
19Le dice la mujer:
—Señor, veo que eres profeta. 20Nuestros padres daban culto en este monte; ustedes en cambio dicen que es en Jerusalén donde hay que dar culto.
21Le dice Jesús:
—Créeme, mujer, llega la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén se dará culto al Padre. 22Ustedes dan culto a lo que no conocen, nosotros damos culto a lo que conocemos; porque la salvación procede de los judíos. 23Pero llega la hora, ya ha llegado, en que los que dan culto auténtico adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque esos son los adoradores que busca el Padre. 24Dios es Espíritu y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y verdad.
25Le dice la mujer:
—Sé que vendrá el Mesías –es decir, Cristo–. Cuando él venga, nos lo explicará todo.
26Jesús le dice:
—Yo soy, el que habla contigo.
27En esto llegaron sus discípulos y se maravillaron de verlo hablar con una mujer. Pero ninguno le preguntó qué buscaba o por qué hablaba con ella. 28La mujer dejó el cántaro, se fue al pueblo y dijo a los vecinos:
29—Vengan a ver un hombre que me ha contado todo lo que yo hice: ¿no será el Mesías?
30Ellos salieron del pueblo y acudieron a él. 31Entretanto los discípulos le rogaban:
—Come Maestro.
32Él les dijo:
—Yo tengo un alimento que ustedes no conocen.
33Los discípulos comentaban:
—¿Le habrá traído alguien de comer?
34Jesús les dice:
—Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y concluir su obra. 35¿No dicen ustedes que faltan cuatro meses para la cosecha? Pero yo les digo: levanten los ojos y observen los campos que ya están madurando para la cosecha. 36El segador ya está recibiendo su salario y cosechando fruto para la vida eterna; así lo celebran sembrador y segador. 37De ese modo se cumple el refrán: uno siembra y otro cosecha. 38Yo los he enviado a cosechar donde no han trabajado. Otros han trabajado y ustedes recogen el fruto de sus esfuerzos.
39En aquel pueblo muchos creyeron en él por las palabras de la mujer que atestiguaba: Me ha dicho todo lo que hice. 40Los samaritanos acudieron a él y le rogaban que se quedara con ellos. Se quedó allí dos días, 41y muchos más creyeron en él, a causa de su palabra; 42y le decían a la mujer:
—Ya no creemos por lo que nos has contado, porque nosotros mismos lo hemos escuchado y sabemos que éste es realmente el salvador del mundo.
43Pasados los dos días se trasladó de allí a Galilea. 44Jesús mismo había declarado que un profeta no recibe honores en su patria. 45Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron bien porque habían visto todo lo que hizo en Jerusalén durante las fiestas; ya que también ellos habían estado allá.
Sana al hijo de un funcionario real
(cfr. Mt 8,5-13; Lc 7,1-10)
46Fue de nuevo a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un funcionario real cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaún. 47Al oír que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a visitarlo y le suplicaba que bajase a sanar a su hijo moribundo.
48Jesús le dice:
—Si no ven signos y prodigios, ustedes no creen.
49Le dice el funcionario real:
—Señor, baja antes de que muera mi muchacho.
50Jesús le dice:
—Regresa tranquilo, que tu hijo sigue vivo.
El hombre creyó lo que le decía Jesús y se puso en camino. 51Iba ya bajando, cuando sus sirvientes le salieron al encuentro para anunciarle que su muchacho estaba sano. 52Les preguntó a qué hora se había puesto bien, y le dijeron que el día anterior a la una se le había pasado la fiebre. 53Comprobó el padre que era la hora en que Jesús le había dicho que su hijo seguía vivo. Y creyó en él con toda su familia. 54Ésta fue la segunda señal que hizo Jesús cuando se trasladó de Judea a Galilea.
Sana a un enfermo en la piscina de Betesda
(cfr. Mt 9,1-8; Mc 2,1-12; Lc 5,17-26)
5 1Pasado algún tiempo, celebraban los judíos una fiesta, y Jesús subió a Jerusalén. 2Hay en Jerusalén, junto a la puerta de los Rebaños, una piscina llamada en hebreo Betesda, que tiene cinco pórticos. 3Yacía en ellos una multitud de enfermos, ciegos, cojos y lisiados, que aguardaban a que se removiese el agua. 4[[De vez en cuando bajaba el ángel del Señor a la piscina y agitaba el agua, y el primero que se metía apenas agitada el agua, se sanaba de cualquier enfermedad que padeciese.]] 5Había allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. 6Jesús lo vio acostado y, sabiendo que llevaba así mucho tiempo, le dice:
—¿Quieres sanarte?
7Le contestó el enfermo:
—Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua. Cuando yo voy, otro se ha metido antes.
8Le dice Jesús:
—Levántate, toma tu camilla y camina.
9Al instante aquel hombre quedó sano, tomó su camilla y empezó a caminar. Pero aquel día era sábado; 10por lo cual los judíos dijeron al que se había sanado:
—Hoy es sábado, no puedes transportar tu camilla.
11Les contestó:
—El que me sanó me dijo que tomara mi camilla y caminara.
12Le preguntaron:
—¿Quién te dijo que la tomaras y caminaras?
13Pero el hombre sanado lo ignoraba, porque Jesús se había retirado de aquel lugar tan concurrido.
14Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice:
—Mira que has sanado. No vuelvas a pecar, no te vaya a suceder algo peor.
15El hombre fue y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado.
Autoridad de Jesús
16Por ese motivo perseguían los judíos a Jesús, por hacer tales cosas en sábado. 17Pero [Jesús] les dijo:
—Mi Padre trabaja siempre y yo también trabajo.
18Por eso los judíos tenían aún más deseos de matarlo, porque no sólo violaba el sábado, sino que además llamaba Padre suyo a Dios, igualándose a Él.
19Jesús tomó la palabra y les dijo:
—Les aseguro:
El Hijo no hace nada por su cuenta
si no se lo ve hacer al Padre.
Lo que aquél hace lo hace igualmente el Hijo.
20Porque el Padre ama al Hijo
y le muestra todo lo que hace;
y le mostrará obras más grandes aún
para que ustedes queden maravillados.
21Como el Padre resucita a los muertos y les da la vida,
del mismo modo el Hijo da vida a los que él quiere.
22El Padre no juzga a nadie
sino que encomienda al Hijo la tarea de juzgar,
23para que todos honren al Hijo
como honran al Padre.
Quien no honra al Hijo
no honra al Padre que lo envió.
24Les aseguro que quien oye mi palabra
y cree en aquel que me ha enviado
tiene vida eterna y no es sometido a juicio,
sino que ha pasado de la muerte a la vida.
25Les aseguro que se acerca la hora, ya ha llegado,
en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios,
y los que la oigan vivirán.
26Así como el Padre posee vida en sí,
del mismo modo hace que el Hijo posea vida en sí;
27y, puesto que es el Hijo del Hombre,
le ha confiado el poder de juzgar.
28No se extrañen de esto: llega la hora
en que todos los que están en el sepulcro oirán su voz:
29los que hicieron el bien resucitarán para vivir,
los que hicieron el mal resucitarán para ser juzgados.
30Yo no puedo hacer nada por mi cuenta;
juzgo por lo que oigo, y mi sentencia es justa,
porque no pretendo hacer mi voluntad,
sino la voluntad del que me envió.
El testimonio de Dios legitima a Jesús
31Si yo diera testimonio de mí mismo,
mi testimonio no sería válido.
32Otro atestigua a mi favor,
y yo sé que su testimonio a mi favor es verdadero.
33Ustedes enviaron una delegación a Juan
y él dio testimonio de la verdad.
34Y, aunque yo no me apoyo en testimonio humano,
digo esto para la salvación de ustedes.
35Él era una lámpara que ardía y alumbraba,
y ustedes quisieron disfrutar un rato de su luz.
36Yo tengo un testimonio más valioso que el de Juan:
las obras que mi Padre me encargó hacer y que yo hago
atestiguan de mí que el Padre me ha enviado.
37También el Padre que me envió da testimonio de mí.
Ustedes nunca han escuchado su voz, ni han visto su rostro,
38y su palabra no permanece en ustedes,
porque al que él envió no le creen.
39Estudian la Escritura pensando que encierra vida eterna,
porque ella da testimonio de mí;
40pero ustedes no quieren venir a mí para tener vida.
41Yo no recibo honores de los hombres;
42además yo sé que ustedes no poseen el amor de Dios.
43Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me reciben;
si otro viniera en nombre propio, lo recibirían.
44¿Cómo pueden creer,
si viven pendientes del honor que se dan unos a otros,
en lugar de buscar el honor que sólo viene de Dios?
45No piensen que seré yo el que los acuse ante el Padre;
los acusará Moisés, en quien confían.
46Porque si creyeran a Moisés, también creerían en mí,
ya que él escribió acerca de mí.
47Y si no creen lo que él escribió,
¿cómo creerán en mis palabras?
Da de comer a cinco mil
(cfr. Mt 14,13-22; Mc 6,30-45; Lc 9,10-17)
6 1Después de esto pasó Jesús a la otra orilla del lago de Galilea –el Tiberíades–. 2Le seguía un gran gentío, porque veían las señales que hacía con los enfermos. 3Jesús se retiró a un monte y allí se sentó con sus discípulos. 4Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos. 5Levantando la vista y viendo el gentío que acudía a él, Jesús dice a Felipe:
—¿Dónde compraremos pan para darles de comer? 6–lo decía para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer–.
7Felipe le contestó:
—Doscientas monedas de pan no bastarían para que a cada uno le tocase un pedazo.
8Uno de los discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dice:
9—Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados; pero, ¿qué es eso para tantos?
10Jesús dijo:
—Hagan que la gente se siente.
Había hierba abundante en el lugar. Se sentaron. Los hombres eran cinco mil. 11Entonces Jesús tomó los panes, dio gracias y los repartió a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados: dándoles todo lo que quisieron. 12Cuando quedaron satisfechos, dice Jesús a los discípulos:
—Recojan las sobras para que no se desaproveche nada.
13Las recogieron y, con los trozos de los cinco panes de cebada que habían sobrado a los comensales, llenaron doce canastas. 14Cuando la gente vio la señal que había hecho, dijeron:
—Éste es el profeta que había de venir al mundo.
15Jesús, conociendo que pensaban venir para llevárselo y proclamarlo rey, se retiró de nuevo al monte, él solo.
Camina sobre el agua
(cfr. Mt 14,23-33; Mc 6,46-52)
16Al atardecer los discípulos bajaron hasta el lago. 17Subieron a la barca y atravesaron el lago hacia Cafarnaún. Había oscurecido y Jesús no los había alcanzado aún. 18Soplaba un fuerte viento y el lago se encrespaba. 19Cuando habían remado unos cinco o seis kilómetros, ven a Jesús que se acerca al barco caminando sobre el agua, y se asustan.
20Él les dice:
—Yo soy, no teman.
21Quisieron subirlo a bordo, y enseguida la barca tocó tierra, en el lugar al que se dirigían.
Discurso eucarístico
Jesús, alimento que no perece
22A la mañana siguiente la gente que se había quedado en la otra orilla vio que allí no había más que un bote, siendo así que los discípulos se habían ido solos y Jesús no se había ido con ellos. 23Desde Tiberíades llegaron otras barcas y atracaron cerca del lugar donde el Señor dio gracias y ellos comieron el pan.
24Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron en los botes y se dirigieron a Cafarnaún en busca de Jesús. 25Lo encontraron a la otra orilla del lago y le preguntaron:
—Maestro, ¿cuándo llegaste aquí?
26Jesús les respondió:
—Les aseguro que no me buscan por las señales que han visto, sino porque se han hartado de pan. 27Trabajen no por un alimento que perece, sino por un alimento que dura y da vida eterna; el que les dará el Hijo del Hombre. En él Dios Padre ha puesto su sello.
Jesús, pan bajado del cielo
28Le preguntaron:
—¿Qué tenemos que hacer para trabajar en las obras de Dios?
29Jesús les contestó:
—La obra de Dios consiste en que ustedes crean en aquel que él envió.
30Le dijeron:
—¿Qué señal haces para que veamos y creamos? ¿En qué trabajas? 31Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito:
Les dio a comer pan del cielo.
32Les respondió Jesús:
—Les aseguro, no fue Moisés quien les dio pan del cielo; es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo. 33El pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.
34Le dijeron:
—Señor, danos siempre de ese pan.
35Jesús les contestó:
—Yo soy el pan de la vida: el que viene a mí no pasará hambre, el que cree en mí no pasará nunca sed. 36Pero ya les he dicho: ustedes [me] han visto y sin embargo no creen.
37Los que el Padre me ha confiado vendrán a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera; 38porque no bajé del cielo para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. 39Y ésta es la voluntad del que me envió, que no pierda a ninguno de los que me confió, sino que los resucite [en] el último día. 40Porque ésta es la voluntad de mi Padre, que todo el que contempla al Hijo y crea en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré [en] el último día.
Jesús, pan de vida
41Los judíos murmuraban porque había dicho que era el pan bajado del cielo; 42y decían:
—¿No es éste Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo dice que ha bajado del cielo?
43Jesús les dijo:
—No murmuren entre ustedes. 44Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré el último día. 45Los profetas han escrito que todos serán discípulos de Dios. Quien escucha al Padre y aprende vendrá a mí. 46No es que alguien haya visto al Padre, sino el que está junto al Padre; ése ha visto al Padre. 47Les aseguro que quien cree tiene vida eterna.
48Yo soy el pan de la vida. 49Sus padres comieron el maná en el desierto y murieron. 50Éste es el pan que baja del cielo, para que quien coma de él no muera. 51Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Quien coma de este pan vivirá siempre. El pan que yo doy para la vida del mundo es mi carne.
La carne y la sangre de Jesús, alimento y bebida de salvación
(cfr. Mt 26,26-29; Mc 14,22-25; Lc 22,14-20; 1 Cor 11,23-25)
52Los judíos se pusieron a discutir:
—¿Cómo puede éste darnos de comer [su] carne?
53Les contestó Jesús:
—Les aseguro que si no comen la carne y beben la sangre del Hijo del Hombre, no tendrán vida en ustedes. 54Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día. 55Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. 56Quien come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. 57Como el Padre que me envió vive y yo vivo por el Padre, así quien me come vivirá por mí. 58Éste es el pan bajado del cielo y no es como el que comieron sus padres, y murieron. Quien come este pan vivirá siempre.
59Esto dijo enseñando en la sinagoga de Cafarnaún.
Consecuencias del discurso
60Muchos de los discípulos que lo oyeron comentaban:
—Este discurso es bien duro: ¿quién podrá escucharlo?
61Jesús, conociendo por dentro que los discípulos murmuraban, les dijo:
—¿Esto los escandaliza? 62¿Qué será cuando vean al Hijo del Hombre subir a donde estaba antes? 63El Espíritu es el que da vida, la carne no vale nada. Las palabras que les he dicho son espíritu y vida. 64Pero hay algunos de ustedes que no creen –desde el comienzo sabía Jesús quiénes no creían y quién lo iba a traicionar–.
65Y añadió:
—Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede.
66Desde entonces muchos de sus discípulos lo abandonaron y ya no andaban con él.
Confesión de Pedro
(cfr. Mt 16,13-20; Mc 8,27-30; Lc 9,18-21)
67Así que Jesús dijo a los Doce:
—¿También ustedes quieren abandonarme?
68Simón Pedro le contestó:
—Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. 69Nosotros hemos creído y reconocemos que tú eres el Consagrado de Dios.
70Jesús les respondió:
—¿No soy yo, acaso, el que los eligió a ustedes, los Doce? Sin embargo uno de ustedes es un diablo 71–lo decía por Judas Iscariote, uno de los Doce, que lo iba a entregar–.
Jesús, luz y vida del mundo
Incredulidad y rechazo hacia Jesús
7 1Algún tiempo después recorría Jesús Galilea, y no quería recorrer Judea porque los judíos intentaban darle muerte. 2Se acercaba la fiesta judía de las Chozas, 3y sus hermanos le dijeron:
—Trasládate de aquí a Judea para que también tus discípulos vean las obras que realizas. 4Porque cuando uno quiere hacerse conocer no actúa a escondidas. Ya que haces tales cosas, date a conocer al mundo 5–efectivamente ni sus propios parientes creían en él–.
6Jesús les dice:
—Aún no ha llegado mi hora, mientras que para ustedes cualquier tiempo es bueno. 7El mundo no tiene por qué odiarlos a ustedes; a mí me odia porque le echo en cara que sus acciones son malas. 8Suban ustedes a la fiesta, que yo no subo a esta fiesta, porque mi tiempo aún no se ha cumplido.
9Después de decir esto, se quedó en Galilea. 10Cuando ya habían subido sus parientes a la fiesta, subió también él, no en público, sino a escondidas.
11Durante la fiesta lo buscaban los judíos y preguntaban:
—¿Dónde está ése?
12Entre la multitud se murmuraba mucho de él. Unos decían que era bueno; otros que no, que engañaba a la gente. 13Pero nadie hablaba en público de él por miedo a los judíos.
14A mediados de la semana de la fiesta subió Jesús al templo a enseñar. 15Los judíos comentaban sorprendidos:
—¿Cómo tiene ése tal cultura si no tiene instrucción?
16Jesús les contestó:
—Mi enseñanza no es mía, sino del que me envió. 17Si uno está dispuesto a cumplir la voluntad de aquél, podrá distinguir si mi enseñanza procede de Dios o me la invento yo. 18El que habla por cuenta propia busca su gloria; pero el que busca la gloria del que lo envió, ése dice la verdad y no procede con injusticia. 19¿No fue Moisés quien les dio la ley? Pero ninguno de ustedes la cumple. ¿Por qué entonces intentan matarme?
20Respondió la gente:
—Estás endemoniado, ¿quién intenta matarte?
21Jesús les contestó:
—Por una obra que realicé todos están maravillados. 22Como Moisés les mandó practicar el rito de la circuncisión –no es que proceda de Moisés, sino de los patriarcas–, ustedes circuncidan al hombre aunque sea en sábado. 23Ahora bien, si se circuncida a un hombre en sábado para no quebrantar la ley de Moisés, ¿por qué ustedes se enojan conmigo porque he sanado por completo a un hombre en sábado? 24No juzguen según las apariencias, sino conforme a la justicia.
Jesús y el Mesías
25Algunos de Jerusalén comentaban:
—¿No es éste el que intentaban matar? 26Resulta que habla públicamente y no le dicen nada. ¿Habrán reconocido realmente las autoridades que éste es el Mesías? 27Sólo que de éste sabemos de dónde viene; cuando venga el Mesías nadie sabrá de dónde viene.
28Entonces Jesús, que enseñaba en el templo, exclamó:
—A mí me conocen y saben de dónde vengo. Yo no vengo por mi cuenta, sino que me envió el que dice la verdad. Ustedes no lo conocen; 29yo lo conozco porque vengo de él y él me envió.
30Intentaron detenerlo, pero nadie puso las manos sobre él, porque no había llegado su hora.
31Muchos de la gente creyeron en él, y decían:
—Cuando venga el Mesías, ¿hará más señales que éste?
La verdadera libertad
32Se enteraron los fariseos de los comentarios de la gente. Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos enviaron guardias para detenerlo.
33Pero Jesús dijo:
—Poco tiempo estaré aún con ustedes; después volveré al que me envió. 34Me buscarán y no me encontrarán, porque donde yo voy, ustedes no podrán ir.
35Los judíos comentaban entre sí:
—¿Dónde piensa ir éste para que no lo encontremos? ¿Pensará ir a reunirse con los judíos dispersos entre los paganos, para ir a enseñarles? 36¿Qué significa esa frase: Me buscarán y no [me] encontrarán, porque donde yo voy, ustedes no podrán ir?
Jesús, fuente de vida
37El último día, el más solemne de la fiesta, Jesús se puso de pie y exclamó:
—Quien tenga sed venga a mí; y beba 38quien crea en mí.
Así dice la Escritura: De sus entrañas brotarán ríos de agua viva 39–se refería al Espíritu que debían recibir los que creyeran en él. El Espíritu todavía no había sido dado, porque Jesús aún no había sido glorificado–.
Cisma dentro del pueblo
40Algunos de la gente, al oír estas palabras, decían:
—Éste es realmente el profeta.
41Otros decían:
—Éste es el Mesías.
Otros preguntaban:
—¿Acaso el Mesías vendrá de Galilea? 42¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá de la descendencia de David y de Belén, el pueblo de David?
43La gente estaba dividida a causa de él. 44Algunos intentaban arrestarlo, pero nadie se atrevió a hacerlo.
Actitud de los dirigentes
45Cuando los guardias volvieron, los sumos sacerdotes y los fariseos les preguntaron:
—¿Por qué no lo han traído?
46Ellos contestaron:
—Jamás hombre alguno habló como habla este hombre.
47Replicaron los fariseos:
—¿También ustedes se han dejado engañar? 48¿Quién de los jefes o de los fariseos ha creído en él? 49Sólo esa maldita gente, que no conoce la ley.
50Nicodemo, uno de ellos, que había acudido a Jesús en otra ocasión, les dijo:
51—¿Acaso nuestra ley condena a alguien sin haberlo escuchado antes para saber lo que hizo?
52Le contestaron:
—¿También tú eres galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas.
53[[Y cada uno se marchó por su lado.
Jesús y la mujer adúltera
8 1Jesús se dirigió al monte de los Olivos. 2Por la mañana volvió al templo. Todo el mundo acudía a él y, sentado, los instruía.
3Los letrados y fariseos le presentaron una mujer sorprendida en adulterio, la colocaron en el centro, 4y le dijeron:
—Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en adulterio. 5La ley de Moisés ordena que mujeres como ésta sean apedreadas; tú, ¿qué dices? 6–Decían esto para ponerlo a prueba, para tener de qué acusarlo–.
Jesús se agachó y con el dedo se puso a escribir en el suelo. 7Como insistían en sus preguntas, se incorporó y les dijo:
—El que no tenga pecado, tire la primera piedra.
8De nuevo se agachó y seguía escribiendo en el suelo. 9Los oyentes se fueron retirando uno a uno, empezando por los más ancianos hasta el último. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí en el centro.
10Jesús se incorporó y le dijo:
—Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?
11Ella contestó:
—Nadie, señor.
Jesús le dijo:
—Tampoco yo te condeno. Ve y en adelante no peques más.]]
Jesús, luz del mundo
12De nuevo les habló Jesús:
—Yo soy la luz del mundo, quien me siga no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
13Le dijeron los fariseos:
—Tú das testimonio a tu favor: tu testimonio no es válido.
14Jesús les contestó:
—Aunque doy testimonio a mi favor, mi testimonio es válido, porque sé de dónde vengo y adónde voy; en cambio ustedes no saben de dónde vengo ni a dónde voy. 15Ustedes juzgan con criterios humanos, yo no juzgo a nadie. 16Y si juzgase, mi juicio sería válido, porque no juzgo yo solo, sino con el Padre que me envió. 17Y en la ley de ustedes está escrito que el testimonio de dos personas es válido. 18Yo soy testigo en mi causa y es testigo también el Padre que me envió.
19Le preguntaron:
—¿Dónde está tu padre?
Jesús contestó:
—Ustedes no me conocen ni a mí ni a mi Padre. Si me conocieran a mí, conocerían a mi Padre.
20Estas palabras las pronunció junto al lugar del tesoro, cuando enseñaba en el templo. Nadie lo detuvo, porque no había llegado su hora.
Origen y meta de Jesús
21En otra ocasión les dijo:
—Yo me voy, ustedes me buscarán y morirán en su pecado. A donde yo voy ustedes no pueden venir.
22Comentaron los judíos:
—¿Será que se piensa matar y por eso dice que no podemos ir a donde él va?
23Les dijo:
—Ustedes son de aquí abajo, yo soy de lo alto; ustedes son de este mundo, yo no soy de este mundo. 24Yo les dije que morirían por sus pecados. Si no creen que Yo soy, morirán por sus pecados.
25Le preguntaron:
—¿Tú quién eres?
Jesús les contestó:
—Esto es lo que les estoy diciendo desde el principio. 26Tengo mucho que decir y juzgar de ustedes. Pero el que me envió dice la verdad, y lo que escuché de él es lo que digo al mundo 27–no comprendieron que se refería al Padre–.
28Jesús añadió:
—Cuando hayan levantado al Hijo del Hombre, comprenderán que Yo soy y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como mi Padre me enseñó. 29El que me envió está conmigo y no me deja solo, porque yo hago siempre lo que le agrada.
30Por estas palabras muchos creyeron en él.
La verdad libera
31A los judíos que habían creído en él, Jesús les dijo:
—Si se mantienen fieles a mi palabra, serán realmente discípulos míos, 32conocerán la verdad y la verdad los hará libres.
33Le contestaron:
—Somos descendientes de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Por qué dices que seremos libres?
34Jesús les contestó:
—Les aseguro que quien peca es esclavo; 35y el esclavo no permanece siempre en la casa, mientras que el hijo permanece siempre. 36Por tanto, si el Hijo les da la libertad, serán realmente libres. 37Yo sé que ustedes son descendientes de Abrahán; pero tratan de matarme porque no aceptan mi palabra. 38Yo digo lo que he visto junto a mi Padre; ustedes hacen lo que han oído a su padre.
Los verdaderos hijos de Dios
39Le contestaron:
—Nuestro padre es Abrahán.
Replicó Jesús:
—Si fueran hijos de Abrahán, harían las obras de Abrahán. 40Pero ahora intentan matarme a mí, al hombre que les dice la verdad que ha oído de Dios. Eso no lo hacía Abrahán. 41Pero ustedes obran como su padre.
[Entonces] le responden:
—Nosotros no somos hijos bastardos; tenemos un solo padre, que es Dios.
42Jesús les replicó:
—Si Dios fuera su padre, ustedes me amarían, porque yo vine de parte de Dios y aquí estoy. No vine por mi cuenta, sino que él me envió. 43¿Por qué no entienden mi lenguaje? Porque no son capaces de escuchar mi palabra.
44El padre de ustedes es el Diablo y ustedes quieren cumplir los deseos de su padre. Él era homicida desde el principio; no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando dice mentiras, habla su lenguaje, porque es mentiroso y padre de la mentira. 45Pero a mí no me creen, porque les digo la verdad. 46¿Quién de ustedes probará que tengo pecado? Si les digo la verdad, ¿por qué no me creen? 47El que viene de Dios escucha las palabras de Dios. Por eso ustedes no escuchan, porque no son de Dios.
Unidad de Jesús con Dios
48Le contestaron los judíos:
—¿No tenemos razón al decir que eres samaritano y estás endemoniado?
49Jesús contestó:
—No estoy endemoniado, sino que honro a mi Padre y ustedes me deshonran a mí. 50Yo no busco mi gloria; hay quien la busca y juzga. 51Les aseguro que quien cumpla mi palabra no sufrirá jamás la muerte.
52[Entonces] le dijeron los judíos:
—Ahora sí estamos seguros de que estás endemoniado. Abrahán murió, lo mismo los profetas, y tú dices que quien cumpla tu palabra no sufrirá jamás la muerte. 53¿Por quién te tienes?
54Contestó Jesús:
—Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada; es mi Padre quien me glorifica, el mismo que ustedes llaman nuestro Dios, 55aunque no lo conocen. Yo en cambio lo conozco. Si dijera que no lo conozco, sería mentiroso como ustedes. Pero lo conozco y cumplo su palabra. 56Abrahán, el padre de ustedes disfrutaba esperando ver mi día: lo vio y se llenó de alegría.
57Le replicaron los judíos:
—No has cumplido cincuenta años, ¿y has conocido a Abrahán?
58Jesús les dijo:
—Les aseguro, antes de que existiera Abrahán, existo yo.
59Recogieron piedras para apedrearlo; pero Jesús se escondió y salió del templo.
Sana a un ciego de nacimiento
9 1Al pasar vio un hombre ciego de nacimiento. 2Los discípulos le preguntaron:
—Maestro, ¿quién pecó para que naciera ciego? ¿Él o sus padres?
3Jesús contestó:
—Ni él pecó ni sus padres; ha sucedido así para que se muestre en él la obra de Dios. 4Mientras es de día, tienen que trabajar en las obras del que me envió. Llegará la noche, cuando nadie puede trabajar. 5Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.
6Dicho esto, escupió en el suelo, hizo barro con la saliva, se lo puso en los ojos 7y le dijo:
—Ve a lavarte a la piscina de Siloé –que significa enviado–.
Fue, se lavó y al regresar ya veía. 8Los vecinos y los que antes lo habían visto pidiendo limosna comentaban:
—¿No es éste el que se sentaba a pedir limosna?
9Unos decían:
—Es él.
Otros decían:
—No es, sino que se le parece.
Él respondía:
—Soy yo.
10Así que le preguntaron:
—¿Cómo [pues] se te abrieron los ojos?
11Contestó:
—Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, lo puso sobre mis ojos y me dijo que fuera a lavarme a la fuente de Siloé. Fui, me lavé y recobré la vista.
12Le preguntaron:
—¿Dónde está él?
Responde:
—No sé.
13Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego 14–era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos–. 15Los fariseos le preguntaron otra vez cómo había recobrado la vista.
Les respondió:
—Me aplicó barro a los ojos, me lavé, y ahora veo.
16Algunos fariseos le dijeron:
—Ese hombre no viene de parte de Dios, porque no observa el sábado.
Otros decían:
—¿Cómo puede un pecador hacer tales milagros?
Y estaban divididos.
17Preguntaron de nuevo al ciego:
—Y tú, ¿qué dices del que te abrió los ojos?
Contestó:
—Que es profeta.
18Los judíos no terminaban de creer que había sido ciego y había recobrado la vista; así que llamaron a los padres del que había recobrado la vista 19y les preguntaron:
—¿Es éste su hijo, el que ustedes dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?
20Contestaron sus padres:
—Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; 21pero cómo es que ahora ve, no lo sabemos; quién le abrió los ojos, no lo sabemos. Pregúntenle a él, que es mayor de edad y puede dar razón de sí 22–sus padres dijeron esto por temor a los judíos; porque los judíos ya habían decidido que quien lo confesara como Mesías sería expulsado de la si-nagoga. 23Por eso dijeron los padres que tenía edad y que le preguntaran a él–.
24Llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron:
—Da gloria a Dios. A nosotros nos consta que aquél es un pecador.
25Les contestó:
—Si es pecador, no lo sé; de una cosa estoy seguro, que yo era ciego y ahora veo.
26Le preguntaron de nuevo:
—¿Cómo te abrió los ojos?
27Les contestó:
—Ya lo he dicho y no me creyeron; ¿para qué quieren oírlo de nuevo? ¿No será que también ustedes quieren hacerse discípulos suyos?
28Lo insultaron diciendo:
—¡Tú serás discípulo de ese hombre nosotros somos discípulos de Moisés! 29Sabemos que Dios le habló a Moisés; en cuanto a ése, no sabemos de dónde viene.
30Les respondió:
—Eso es lo extraño, que ustedes no saben de dónde viene y a mí me abrió los ojos. 31Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino que escucha al que es piadoso y cumple su voluntad. 32Jamás se oyó contar que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. 33Si ese hombre no viniera de parte de Dios, no podría hacer nada.
34Le contestaron:
—Tú naciste lleno de pecado, ¿y quieres darnos lecciones?
Y lo expulsaron.
35Oyó Jesús que lo habían expulsado y, cuando lo encontró, le dijo:
—¿Crees en el Hijo del Hombre?
36Contestó:
—¿Quién es, Señor, para que crea en él?
37Jesús le dijo:
—Lo has visto: es el que está hablando contigo.
38Respondió:
—Creo, Señor.
Y se postró ante él.
39Jesús dijo:
—He venido a este mundo para un juicio, para que los ciegos vean y los que vean queden ciegos.
40Algunos fariseos que se encontraban con él preguntaron:
—Y nosotros, ¿estamos ciegos?
41Les respondió Jesús:
—Si estuvieran ciegos, no tendrían pecado; pero, como dicen que ven, su pecado permanece.
Jesús, el buen pastor
10 1Les aseguro: el que no entra por la puerta al corral de las ovejas, sino saltando por otra parte, es un ladrón y asaltante. 2El que entra por la puerta es el pastor del rebaño. 3El cuidador le abre, las ovejas oyen su voz, él llama a las suyas por su nombre y las saca. 4Cuando ha sacado a todas las suyas, camina delante de ellas y ellas lo siguen; porque reconocen su voz. 5A un extraño no le siguen, sino que escapan de él, porque no reconocen la voz de los extraños.
6Ésta es la parábola que Jesús les propuso, pero ellos no entendieron a qué se refería. 7Entonces, les habló otra vez:
—Les aseguro que Yo soy la puerta del rebaño. 8Todos los que vinieron [antes de mí] eran ladrones y asaltantes; pero las ovejas no los escucharon.
9Yo soy la puerta: quien entra por mí se salvará; podrá entrar y salir y encontrar pastos. 10El ladrón no viene más que a robar, matar y destrozar. Yo vine para que tengan vida, y la tengan en abundancia.
11Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. 12El asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, cuando ve venir al lobo, escapa abandonando las ovejas, y el lobo las arrebata y dispersa. 13Como es asalariado no le importan las ovejas.
14Yo soy el buen pastor: conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí, 15como el Padre me conoce y yo conozco al Padre; y doy la vida por las ovejas. 16Tengo otras ovejas que no pertenecen a este corral; a ésas tengo que guiarlas para que escuchen mi voz y se forme un solo rebaño con un solo pastor. 17Por eso me ama el Padre, porque doy la vida, para después recobrarla. 18Nadie me la quita, yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y para después recobrarla. Éste es el encargo que he recibido del Padre.
19Estas palabras provocaron una nueva división entre los judíos.
20Muchos decían:
—Está endemoniado y loco, ¿por qué lo escuchan?
21Otros decían:
—Esas palabras no son de un endemoniado. ¿Puede un endemoniado abrir los ojos a los ciegos?
En la fiesta de la Dedicación
22Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación y era invierno. 23Jesús paseaba en el templo, en el pórtico de Salomón. 24Lo rodearon los judíos y le preguntaron:
—¿Hasta cuándo nos tendrás en suspenso? Si eres el Mesías, dilo claramente.
25Jesús les contestó:
—Ya lo he dicho y no creen. Las obras que yo hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí. 26Pero ustedes no creen porque no son de mis ovejas. 27Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen; 28yo les doy vida eterna y jamás perecerán, y nadie las arrancará de mi mano. 29Mi Padre que me las ha dado es más que todos y nadie puede arrancar nada de las manos de mi Padre. 30El Padre y yo somos uno.
31Los judíos tomaron piedras para apedrearlo.
32Jesús les dijo:
—Por encargo del Padre les hice ver muchas obras buenas: ¿por cuál de ellas me apedrean?
33Le contestaron los judíos:
—Por ninguna obra buena te apedreamos, sino por la blasfemia, porque siendo hombre te haces Dios.
34Jesús les contestó:
—¿No está escrito en la ley de ustedes: Yo les digo: son dioses? 35Si la ley llama dioses a aquellos a quienes se dirigió la Palabra de Dios, y la Escritura no puede fallar, 36¿cómo dicen: Tú blasfemas al que el Padre consagró y envió al mundo, porque dijo que es Hijo de Dios?
37Si no hago las obras de mi Padre, no me crean. 38Pero si las hago, crean en las obras aunque no me crean a mí, así reconocerán y sabrán que el Padre está en mí y yo en el Padre.
39[Entonces] intentaron arrestarlo de nuevo, pero él se les escapó de las manos. 40Pasó de nuevo a la otra orilla del Jordán, donde Juan bautizaba en otro tiempo, y se quedó allí. 41Acudieron muchos a él y decían:
—Aunque Juan no hizo señal alguna, todo lo que dijo de éste era verdad.
42Y allí, muchos creyeron en él.
Resucita a Lázaro
11 1Había un enfermo llamado Lázaro, de Betania, el pueblo de María y su hermana Marta. 2María era la que había ungido al Señor con perfumes y le había secado los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro estaba enfermo. 3Las hermanas le enviaron un mensaje:
—Señor, tu amigo está enfermo.
4Al oírlo, Jesús comentó:
—Esta enfermedad no ha de terminar en la muerte; es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.
5Jesús era amigo de Marta, de su hermana y de Lázaro. 6Sin embargo cuando oyó que estaba enfermo, prolongó su estadía dos días en el lugar. 7Después dice a los discípulos:
—Vamos a volver a Judea.
8Le dicen los discípulos:
—Maestro, hace poco intentaban apedrearte los judíos, ¿y quieres volver allá?
9Jesús les contestó:
—¿No tiene el día doce horas? Quien camina de día no tropieza porque ve la luz de este mundo; 10quien camina de noche tropieza porque no tiene luz.
11Dicho esto, añadió:
—Nuestro amigo Lázaro está dormido; voy a despertarlo.
12Contestaron los discípulos:
—Señor, si está dormido, sanará.
13Pero Jesús se refería a su muerte, mientras que ellos creyeron que se refería al sueño.
14Entonces Jesús les dijo abiertamente:
—Lázaro ha muerto. 15Y me alegro por ustedes de no haber estado allí, para que crean. Vayamos a verlo.
16Tomás –que significa mellizo– dijo a los demás discípulos:
—Vamos también nosotros a morir con él.
17Cuando Jesús llegó, encontró que llevaba cuatro días en el sepulcro. 18Betania queda cerca de Jerusalén, a unos tres kilómetros. 19Muchos judíos habían ido a visitar a Marta y María para darles el pésame por la muerte de su hermano. 20Cuando Marta oyó que Jesús llegaba, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa.
21Marta dijo a Jesús:
—Si hubieras estado aquí, Señor, mi hermano no habría muerto. 22Pero yo sé que lo que pidas, Dios te lo concederá.
23Le dice Jesús:
—Tu hermano resucitará.
24Le dice Marta:
—Sé que resucitará en la resurrección del último día.
25Jesús le contestó:
—Yo soy la resurrección y la vida. Quien cree en mí, aunque muera, vivirá; 26y quien vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Lo crees?
27Le contestó:
—Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que había de venir al mundo.
28Dicho esto, se fue, llamó en privado a su hermana María y le dijo:
—El Maestro está aquí y te llama.
29Al oírlo, se levantó rápidamente y se dirigió hacia él. 30Jesús no había llegado aún al pueblo, sino que estaba en el lugar donde lo encontró Marta. 31Los judíos que estaban con ella en la casa consolándola, al ver que María se levantaba de repente y salía, fueron detrás de ella, pensando que iba al sepulcro a llorar allí. 32Cuando María llegó adonde estaba Jesús, al verlo, cayó a sus pies y le dijo:
—Si hubieras estado aquí, Señor, mi hermano no habría muerto.
33Jesús al ver llorar a María y también a los judíos que la acompañaban, se estremeció por dentro 34y dijo muy conmovido:
—¿Dónde lo han puesto?
Le dicen:
—Ven, Señor, y lo verás.
35Jesús lloró.
36Los judíos comentaban:
—¡Cómo lo quería!
37Pero algunos decían:
—El que abrió los ojos al ciego, ¿no pudo impedir que éste muriera?
38Jesús, estremeciéndose de nuevo, se dirigió al sepulcro. Era una caverna con una piedra adelante.
39Jesús dice:
—Retiren la piedra.
Le dice Marta, la hermana del difunto:
—Señor, huele mal, ya lleva cuatro días muerto.
40Le contesta Jesús:
—¿No te dije que si crees, verás la gloria de Dios?
41Retiraron la piedra.
Jesús alzó la vista al cielo y dijo:
—Te doy gracias, Padre, porque me has escuchado. 42Yo sé que siempre me escuchas, pero lo he dicho por la gente que me rodea, para que crean que tú me enviaste.
43Dicho esto, gritó con fuerte voz:
—Lázaro, sal afuera.
44Salió el muerto con los pies y las manos sujetos con vendas y el rostro envuelto en un sudario.
Jesús les dijo:
—Desátenlo para que pueda caminar.
45Muchos judíos que habían ido a visitar a María y vieron lo que hizo creyeron en él. 46Pero algunos fueron y contaron a los fariseos lo que había hecho Jesús.
(cfr. Mt 26,1-5; Mc 14,1s; Lc 22,1s)
47Los sumos sacerdotes y los fariseos reunieron entonces el Consejo y dijeron:
—¿Qué hacemos? Este hombre está haciendo muchos milagros. 48Si lo dejamos seguir así, todos creerán en él, entonces vendrán los romanos y nos destruirán el santuario y la nación.
49Uno de ellos, llamado Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo:
—No entienden nada. 50¿No ven que es mejor que muera uno solo por el pueblo y no que muera toda la nación?
51No lo dijo por cuenta propia, sino que, siendo sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús moriría por la nación. 52Y no sólo por la nación, sino para reunir en la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos. 53Así, a partir de aquel día, resolvieron darle muerte. 54Por eso Jesús ya no andaba públicamente entre los judíos, sino que se marchó a una región próxima al desierto, a un pueblo llamado Efraín, y se quedó allí con los discípulos.
55Se acercaba la Pascua judía y muchos subían del campo a Jerusalén para purificarse antes de la fiesta. 56Buscaban a Jesús y, de pie en el templo, comentaban entre sí:
—¿Qué les parece? ¿Vendrá a la fiesta o no?
57Los sumos sacerdotes y los fariseos habían dado órdenes para que quien conociese su paradero lo denunciase, de modo que pudieran arrestarlo.
Unción en Betania
(cfr. Mt 26,6-13; Mc 14,3-9; Lc 7,36-50)
12 1Seis días antes de la Pascua Jesús fue a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. 2Le ofrecieron un banquete. Marta servía y Lázaro era uno de los comensales. 3María tomó una libra de perfume de nardo puro, muy costoso, ungió con él los pies a Jesús y se los enjugó con los cabellos. La casa se llenó del olor del perfume. 4Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo iba a entregar, dijo:
5—¿Por qué no han vendido ese perfume en trescientas monedas para repartirlas a los pobres? 6–lo decía no porque le importaran los pobres, sino porque era ladrón; y, como llevaba la bolsa, robaba de lo que ponían en ella–.
7Jesús contestó:
—Déjala que lo guarde para el día de mi sepultura. 8A los pobres los tendrán siempre entre ustedes, pero a mí no siempre me tendrán.
9Un gran gentío de judíos supo que estaba allí y acudieron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. 10Los sumos sacerdotes habían decidido dar muerte también a Lázaro, 11porque por su causa muchos judíos iban y creían en Jesús.
Entrada triunfal en Jerusalén
(cfr. Mt 21,1-11; Mc 11,1-11; Lc 19,29-40)
12Al día siguiente, un gran gentío que había llegado para la fiesta, al saber que Jesús se dirigía a Jerusalén, 13tomaron ramas de palma y salieron a su encuentro gritando:
—¡Hosana,
bendito el que viene
en nombre del Señor,
el rey de Israel!
14Jesús encontró un burrito y montó en él. Como está escrito:
15No temas, joven Sión:
mira que llega tu rey cabalgando
una cría de asno.
16Esto no lo entendieron los discípulos en aquel momento. Pero, cuando Jesús fue glorificado, se acordaron de que todo lo que le había sucedido era lo que estaba escrito acerca de él.
17La gente que había asistido cuando llamó a Lázaro y lo resucitó de entre los muertos contaba el hecho. 18Por eso la gente salió a su encuentro, porque se enteraron de la señal que había realizado. 19En cambio, los fariseos comentaban entre sí:
—Ya ven que así no vamos a conseguir nada; todo el mundo se va con él.
Los griegos y Jesús
20Había unos griegos que habían subido para los cultos de la fiesta. 21Se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le pidieron:
—Señor, queremos ver a Jesús.
22Felipe va y se lo dice a Andrés; Felipe y Andrés van y se lo dicen a Jesús.
23Jesús les contesta:
—Ha llegado la hora de que el Hijo del Hombre sea glorificado. 24Les aseguro que, si el grano de trigo caído en tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. 25El que se aferra a la vida la pierde, el que desprecia la vida en este mundo la conserva para una vida eterna.
26El que quiera servirme, que me siga, y donde yo estoy estará mi servidor; si uno me sirve, lo honrará el Padre.
27Ahora mi espíritu está agitado, y, ¿qué voy a decir? ¿Que mi Padre me libre de este trance? No; que para eso he llegado a este trance. 28Padre, da gloria a tu Nombre.
Vino una voz del cielo:
—Lo he glorificado y de nuevo lo glorificaré.
29La gente que estaba escuchando decía:
—Ha sido un trueno.
Otros decían:
—Le ha hablado un ángel.
30Jesús respondió:
—Esa voz no ha sonado por mí, sino por ustedes. 31Ahora comienza el juicio de este mundo y el príncipe de este mundo será expulsado. 32Cuando yo sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí 33–lo decía indicando de qué muerte iba a morir–.
34La gente le contestó:
—Hemos oído en la ley que el Mesías permanecerá para siempre; ¿cómo dices tú que el Hijo del Hombre tiene que ser levantado? ¿Quién es este Hijo del Hombre?
35Jesús les dijo:
—La luz está todavía entre ustedes, pero por poco tiempo. Caminen mientras tengan luz, para que no los sorprendan las tinieblas. Quien camina a oscuras no sabe a dónde va. 36Mientras tengan luz, crean en la luz y serán hijos de la luz.
Así habló Jesús; después se apartó de ellos y se escondió.
Fin del ministerio público de Jesús
37A pesar de las muchas señales que había realizado en su presencia no creían en él. 38Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías:
Señor, ¿quién creyó nuestro anuncio?
¿A quién se reveló el poder del Señor?
39Así que no podían creer, como dice también Isaías:
40Él ha cegado sus ojos,
y ha endurecido su mente:
para que sus ojos no vean
y su mente no entienda,
para que no se conviertan,
de modo que yo los sane.
41Eso dijo Isaías porque vio su gloria y habló de él. 42Con todo, muchos creyeron en él, aún entre los jefes; pero por miedo a los fariseos no lo decían, para que no los expulsaran de la sinagoga. 43Prefirieron la gloria de los hombres a la gloria de Dios.
44Jesús exclamó:
—El que cree en mí, en realidad no cree en mí, sino en aquel que me envió; 45y el que me ve, ve al que me envió.
46Yo soy la luz y he venido al mundo, para que quien crea en mí no se quede a oscuras.
47Al que escucha mis palabras y no las cumple yo no lo juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvarlo. 48Quien me desprecia y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he dicho lo juzgará el último día. 49Porque yo no hablé por mi cuenta; el Padre que me envió me encarga lo que debo decir y hablar. 50Y sé que su encargo es vida eterna. Lo que digo lo digo como me lo ha dicho el Padre.
Lava los pies a los discípulos
13 1Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que llegaba la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.
2Durante la cena, cuando el Diablo había sugerido a Judas Iscariote que lo entregara, 3sabiendo que todo lo había puesto el Padre en sus manos, que había salido de Dios y volvía a Dios, 4se levanta de la mesa, se quita el manto, y tomando una toalla, se la ató a la cintura. 5Después echa agua en un recipiente y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba en la cintura.
6Llegó a Simón Pedro, el cual le dice:
—Señor, ¿tú me vas a lavar los pies?
7Jesús responde:
—Lo que yo hago no lo entiendes ahora, más tarde lo entenderás.
8Replica Pedro:
—No me lavarás los pies jamás.
Le responde Jesús:
—Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.
9Le dice Simón Pedro:
—Señor, si es así, no sólo los pies, sino las manos y la cabeza.
10Le responde Jesús:
—El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos 11–conocía al que lo iba a entregar y por eso dijo que no todos estaban limpios–.
12Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo:
—¿Comprenden lo que acabo de hacer? 13Ustedes me llaman maestro y señor, y dicen bien. 14Pero si yo, que soy maestro y señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. 15Les he dado ejemplo para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes. 16Les aseguro que el sirviente no es más que su señor, ni el enviado más que el que lo envía. 17Serán felices si, sabiendo estas cosas las cumplen. 18No hablo de todos ustedes, porque sé a quiénes he elegido. Pero se ha de cumplir aquello de la Escritura:
El que compartía mi pan
se levantó contra mí.
19Se lo digo ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, crean que Yo soy. 20Les aseguro: quien reciba al que yo envíe me recibe a mí, y quien me recibe a mí recibe al que me envió.
Anuncia la traición
(cfr. Mt 26,20-25; Mc 14,17-21; Lc 22,21-23)
21Dicho esto, Jesús se estremeció por dentro y declaró:
—Les aseguro que uno de ustedes me entregará.
22Los discípulos se miraban unos a otros sin saber por quién lo decía. 23Uno de los discípulos, el más amigo de Jesús, estaba reclinado a su derecha. 24Simón Pedro le hace un gesto y le dice:
—Averigua a quién se refiere.
25Él se inclinó hacia el costado de Jesús y le dijo:
—Señor, ¿quién es?
26Le responde Jesús:
—Aquel a quien le dé un trozo de pan remojado.
Remojó el pan, lo tomó y se lo dio a Judas el de Simón Iscariote. 27Detrás del bocado Satanás entró en él.
Jesús le dice:
—Lo que tienes que hacer hazlo pronto.
28Ninguno de los comensales comprendió por qué lo decía. 29Algunos pensaron que como Judas tenía la bolsa, Jesús le había encargado comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. 30Y enseguida, después de recibir el bocado, Judas salió. Era de noche.
El amor fraterno
31Cuando salió, dijo Jesús:
—Ahora ha sido glorificado el Hijo del Hombre y Dios ha sido glorificado por él. 32[Si Dios ha sido glorificado por él,] también Dios lo glorificará por sí mismo, y lo hará pronto.
33Hijitos, todavía estaré un poco con ustedes; me buscarán y, como dije a los judíos también lo digo ahora, a donde yo voy ustedes no pueden venir.
34Les doy un mandamiento nuevo, que se amen unos a otros como yo los he amado: ámense así unos a otros. 35En eso conocerán todos que son mis discípulos, en el amor que se tengan unos a otros.
(cfr. Mt 26,30-35; Mc 14,26-31; Lc 22,31-34)
36[Le] dice Simón Pedro:
—Señor, ¿adónde vas?
Le respondió Jesús:
—A donde yo voy no puedes seguirme por ahora, me seguirás más tarde.
37Le dice Pedro:
—Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Daré mi vida por ti.
38Le contesta Jesús:
—¿Que darás la vida por mí? Te aseguro que antes de que cante el gallo, me negarás tres veces.
Jesús, camino hacia el Padre
14 1No se inquieten. Crean en Dios y crean en mí. 2En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así lo habría dicho, porque voy a prepararles un lugar.
3Cuando haya ido y les tenga preparado un lugar, volveré para llevarlos conmigo, para que donde yo esté, estén también ustedes. 4Ya conocen el camino para ir a donde [yo] voy.
5Le dice Tomás:
—Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos conocer el camino?
6Le dice Jesús:
—Yo soy el camino, la verdad y la vida: nadie va al Padre si no es por mí.
7Si me conocieran a mí, conocerían también al Padre.En realidad, ya lo conocen y lo han visto.
8Le dice Felipe:
—Señor, enséñanos al Padre y nos basta.
9Le responde Jesús:
—Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes ¿y todavía no me conocen? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre: ¿cómo pides que te enseñe al Padre? 10¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Las palabras que yo les digo no las digo por mi cuenta; el Padre que está en mí es el que hace las obras. 11Créanme que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí; si no, créanlo por las mismas obras.
12Les aseguro: quien cree en mí hará las obras que yo hago, e incluso otras mayores, porque yo voy al Padre; 13y yo haré todo lo que pidan en mi nombre, para que por el Hijo se manifieste la gloria del Padre. 14Si ustedes piden algo en mi nombre, yo lo haré.
15Si me aman, cumplirán mis mandamientos; 16y yo pediré al Padre que les envíe otro Defensor que esté siempre con ustedes: 17el Espíritu de la verdad, que el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes. 18No los dejo huérfanos, volveré a visitarlos.
19Dentro de poco el mundo ya no me verá; ustedes, en cambio, me verán, porque yo vivo y ustedes vivirán. 20Aquel día comprenderán que yo estoy en el Padre y ustedes en mí y yo en ustedes. 21Quien recibe y cumple mis mandamientos, ése sí que me ama. Y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él.
22Le dice Judas –no el Iscariote–:
—Señor, ¿por qué te vas a manifestar a nosotros y no al mundo?
23Jesús le contestó:
—Si alguien me ama cumplirá mi palabra, mi Padre lo amará, vendremos a él y habitaremos en él. 24Quien no me ama no cumple mis palabras, y la palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió.
25Les he dicho esto mientras estoy con ustedes. 26El Defensor, el Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre, les enseñará todo y les recordará todo lo que [yo] les he dicho.
27La paz les dejo, les doy mi paz, y no como la da el mundo. No se inquieten ni se acobarden. 28Oyeron que les dije que me voy y volveré a visitarlos. Si me amaran, se alegrarían de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo.
29Les he dicho esto ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, crean. 30Ya no hablaré mucho con ustedes, porque está llegando el príncipe del mundo. No tiene poder sobre mí, 31pero el mundo tiene que saber que yo amo al Padre y hago lo que el Padre me encargó.
¡Levántense! Vámonos de aquí.
La vid verdadera
15 1Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador. 2Él corta los sarmientos que en mí no dan fruto; a los que dan fruto los poda para que den aún más.
3Ustedes ya están limpios por la palabra que les he anunciado.
4Permanezcan en mí como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto por sí solo, si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí.
5Yo soy la vid, ustedes los sarmientos: quien permanece en mí y yo en él dará mucho fruto; porque separados de mí no pueden hacer nada.
6Si uno no permanece en mí lo tirarán afuera como el sarmiento y se secará: los toman, los echan al fuego y se queman.
7Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pedirán lo que quieran y lo obtendrán. 8Mi Padre será glorificado si dan fruto abundante y son mis discípulos.
9Como el Padre me amó así yo los he amado: permanezcan en mi amor. 10Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor; lo mismo que yo he cumplido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
11Les he dicho esto para que participen de mi alegría y sean plenamente felices.
12Éste es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado. 13Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por los amigos.
14Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. 15Ya no los llamo sirvientes, porque el sirviente no sabe lo que hace su señor. A ustedes los he llamado amigos porque les he dado a conocer todo lo que escuché a mi Padre.
16No me eligieron ustedes a mí; yo los elegí a ustedes y los destiné para que vayan y den fruto, un fruto que permanezca; así, lo que pidan al Padre en mi nombre él se lo concederá. 17Esto es lo que les mando, ámense unos a otros.
El odio del mundo
18Si el mundo los odia, sepan que primero me odió a mí.19Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero, como no son del mundo, sino que yo los elegí sacándolos del mundo, por eso el mundo los odia.
20Recuerden lo que les dije: Un sirviente no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también a ustedes los perseguirán; si cumplieron mi palabra, también cumplirán la de ustedes. 21Los tratarán así a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió.
22Si no hubiera venido y no les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa de su pecado.
23Quien me odia a mí odia al Padre. 24Si no hubiera hecho ante ellos obras que ningún otro hizo, no tendrían pecado. Pero ahora, aunque las han visto, nos odian a mí y a mi Padre. 25Así se cumple lo escrito en la ley acerca de ellos: me odiaron sin causa.
El testimonio del Espíritu y de los discípulos
26Cuando venga el Defensor que yo les enviaré de parte del Padre, él dará testimonio de mí; 27y ustedes también darán testimonio, porque han estado conmigo desde el principio.
16 1Les he dicho todo esto para que no fallen. 2Los expulsarán de la sinagoga. Incluso más, llegará un tiempo en que el que los mate pensará que está dando culto a Dios. 3Y eso lo harán porque no conocen al Padre ni a mí.
4Esto se lo digo para que, cuando llegue su momento, se acuerden de que ya se lo había dicho. No les dije estas cosas desde el principio porque yo estaba con ustedes. 5Ahora me vuelvo al que me envió y nadie me pregunta a dónde voy.
La obra del Espíritu
6Lo que les he dicho los ha llenado de tristeza; 7pero les digo la verdad: les conviene que yo me vaya. Si no me voy, no vendrá a ustedes el Defensor, pero si me voy, lo enviaré a ustedes.
8Cuando él venga, convencerá al mundo de un pecado, de una justicia, y de una sentencia: 9el pecado que no han creído en mí; 10la justicia que yo voy al Padre y no me verán más; 11la sentencia que el príncipe de este mundo ya ha sido condenado.
12Muchas cosas me quedan por decirles, pero ahora no pueden comprenderlas. 13Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, los guiará hasta la verdad plena, porque no hablará por su cuenta, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará el futuro.
14Él me dará gloria porque recibirá de lo mío y se lo explicará a ustedes. 15Todo lo que tiene el Padre es mío, por eso les dije que recibirá de lo mío y se lo explicará a ustedes.
Alegría tras la pena
16Dentro de poco ya no me verán, y poco después me volverán a ver.
17Los discípulos comentaban entre sí:
—¿Qué es lo que dice? Dentro de poco ya no me verán, y poco después me volverán a ver; y qué significa eso de: Voy al Padre.
18Decían:
—¿A qué poco se refiere? No entendemos lo que dice.
19Jesús comprendió que querían preguntarle y les dijo:
—Ustedes discuten entre sí qué significan mis palabras: dentro de poco ya no me verán y poco después me volverán a ver.
20Les aseguro que ustedes llorarán y se lamentarán mientras el mundo se divierte; estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo.
21Cuando una mujer va a dar a luz, está triste, porque le llega su hora. Pero, cuando ha dado a luz a la criatura no se acuerda de la angustia, por la alegría que siente de haber traído un hombre al mundo.
22Así ustedes ahora están tristes; pero los volveré a visitar y se llenarán de alegría, y nadie les quitará su alegría. 23Aquel día no me preguntarán nada.
Les aseguro que todo lo que pidan a mi Padre, él se lo concederá en mi nombre. 24Hasta ahora no han pedido nada en mi nombre; pidan y recibirán, para que su alegría sea completa.
25Les he dicho esto en parábolas; pero llega la hora en que ya no les hablaré en parábolas, sino que les hablaré claramente de mi Padre.
26Aquel día pedirán en mi nombre, y no será necesario que yo pida al Padre por ustedes, 27ya que el Padre mismo los ama, porque ustedes me han amado y han creído que yo vine de parte de Dios. 28Salí del Padre y he venido al mundo; ahora dejo el mundo y vuelvo al Padre.
29Le dicen los discípulos:
—Ahora sí que hablas claramente, sin usar parábolas. 30Ahora sabemos que lo sabes todo y que no hace falta que nadie te pregunte; por eso creemos que vienes de Dios.
31Jesús les contestó:
—¿Ahora creen? 32Miren, llega la hora, ya ha llegado, en que ustedes se dispersarán cada uno por su lado y me dejarán solo. Pero yo no estoy solo, porque el Padre está conmigo.
33Les he dicho esto para que gracias a mí tengan paz. En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo.
Oración sacerdotal de Jesús
17 1Así habló Jesús. Después, levantando la vista al cielo, dijo:
—Padre, ha llegado la hora: da gloria a tu Hijo para que tu Hijo te dé gloria; 2ya que le has dado autoridad sobre todos los hombres para que dé vida eterna a cuantos le has confiado. 3En esto consiste la vida eterna: en conocerte a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesús el Mesías.
4Yo te he dado gloria en la tierra cumpliendo la tarea que me encargaste hacer. 5Ahora tú, Padre, dame gloria junto a ti, la gloria que tenía junto a ti, antes de que hubiera mundo.
6He manifestado tu nombre a los hombres que separaste del mundo para confiármelos: eran tuyos y me los confiaste y han cumplido tus palabras. 7Ahora comprenden que todo lo que me confiaste procede de ti. 8Las palabras que tú me comunicaste yo se las comuniqué; ellos las recibieron y comprendieron realmente que vine de tu parte, y han creído que tú me enviaste.
9Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me has confiado, pues son tuyos. 10Todo lo mío es tuyo y lo tuyo es mío: en ellos se revela mi gloria. 11Ya no estoy en el mundo, mientras que ellos están en el mundo; yo voy hacia ti, Padre Santo, cuida en tu nombre, a los que me diste, para que sean uno como nosotros. 12Mientras estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste; los custodié, y no se perdió ninguno de ellos; excepto el destinado a la perdición, para cumplimiento de la Escritura. 13Ahora voy hacia ti; y les digo esto mientras estoy en el mundo para que mi gozo sea el de ellos y su gozo sea perfecto.
14Yo les comuniqué tu palabra, y el mundo los odió, porque no son del mundo, igual que yo no soy del mundo. 15No pido que los saques del mundo, sino que los libres del Maligno. 16No son del mundo, igual que yo no soy del mundo.
17Conságralos con la verdad: tu palabra es verdad. 18Como tú me enviaste al mundo, yo los envié al mundo. 19Por ellos me consagro, para que queden consagrados con la verdad. 20No sólo ruego por ellos, sino también por los que han de creer en mí por medio de sus palabras.
21Que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti; que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.
22Yo les di la gloria que tú me diste para que sean uno como lo somos nosotros. 23Yo en ellos y tú en mí, para que sean plenamente uno; para que el mundo conozca que tú me enviaste y los amaste como me amaste a mí.
24Padre, quiero que los que me confiaste estén conmigo, donde yo estoy; para que contemplen mi gloria, la que me diste porque me amaste antes de la creación del mundo.
25Padre justo, el mundo no te ha conocido; yo te he conocido y éstos han conocido que tú me enviaste. 26Les di a conocer tu nombre y se lo daré a conocer, para que el amor con que tú me amaste esté en ellos, y yo en ellos.
Arresto de Jesús
(cfr. Mt 26,47-56; Mc 14,43-52; Lc 22,47-53)
18 1Dicho esto, salió Jesús con los discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto; allá entró él con sus discípulos. 2Judas, el traidor, conocía el lugar, porque Jesús muchas veces se había reunido allí con sus discípulos.
3Entonces Judas tomó un destacamento y algunos empleados de los sumos sacerdotes y los fariseos, y se dirigió allá con antorchas, linternas y armas.
4Jesús, sabiendo todo lo que le iba a pasar, se adelantó y les dice:
—¿A quién buscan?
5Le respondieron:
—A Jesús, el Nazareno.
Les dice:
—Yo soy.
También Judas, el traidor, estaba con ellos. 6Cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron y cayeron al suelo.
7Les preguntó de nuevo:
—¿A quién buscan?
Le respondieron:
—A Jesús, el Nazareno.
8Contestó Jesús:
—Ya les dije que yo soy, pero, si me buscan a mí, dejen ir a éstos.
9Así se cumplió lo que había dicho: No he perdido ninguno de los que me has confiado.
10Simón Pedro, que iba armado de espada, la desenvainó, dio un tajo al sirviente del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha –el sirviente se llamaba Malco–.
11Jesús dijo a Pedro:
—Envaina la espada: ¿Acaso no beberé la copa que me ha ofrecido mi Padre?
12El destacamento, el comandante y los agentes de los judíos arrestaron a Jesús, lo ataron 13y se lo llevaron primero a Anás que era suegro de Caifás, el sumo sacerdote de aquel año 14–Caifás era el mismo que había dicho a los judíos, que era mejor para ellos que un solo hombre muriese por el pueblo–.
Jesús ante Anás – Negaciones de Pedro
(cfr. Mt 26,57-75; Mc 14,53-72; Lc 22,54-71)
15Seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Como ese discípulo era conocido del sumo sacerdote, entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, 16mientras Pedro se quedaba afuera, en la puerta.
Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera y ésta dejó entrar a Pedro.
17La sirvienta de la portería dice a Pedro:
—¿No eres tú también discípulo de ese hombre?
Contesta él:
—No lo soy.
18Como hacía frío, los sirvientes y los guardias habían encendido fuego y se calentaban. Pedro estaba con ellos protegiéndose del frío.
19El sumo sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y su enseñanza.
20Jesús le contestó:
—Yo he hablado públicamente al mundo; siempre enseñé en sinagogas o en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada en secreto. 21¿Por qué me interrogas? Interroga a los que me han oído hablar, que ellos saben lo que les dije.
22Apenas Jesús dijo aquello, uno de los guardias presentes le dio una bofetada y le dijo:
—¿Así respondes al sumo sacerdote?
23Jesús contestó:
—Si he hablado mal, demuéstrame la maldad; pero si he hablado bien, ¿por qué me golpeas?
24Anás lo envió atado al sumo sacerdote Caifás.
25Simón Pedro seguía junto al fuego. Le preguntan:
—¿No eres tú también discípulo suyo?
Él lo negó:
—No lo soy.
26Uno de los sirvientes del sumo sacerdote, pariente de aquél a quien Pedro había cortado la oreja, insistió:
—¿Acaso no te vi yo con él en el huerto?
27Pedro volvió a negarlo y en ese momento cantó el gallo.
Jesús ante Pilato
(cfr. Mt 27,1s.11-14; Mc 15,1-5; Lc 23,1-5)
28Desde la casa de Caifás llevaron a Jesús al cuartel. Era temprano. Ellos no entraron en el cuartel para evitar contaminarse y poder comer la Pascua.
29Pilato salió afuera, adonde estaban, y les preguntó:
—¿De qué acusan a este hombre?
30Le contestaron:
—Si éste no fuera malhechor, no te lo habríamos entregado.
31Les replicó Pilato:
—Entonces, tómenlo y júzguenlo según la legislación de ustedes.
Los judíos le dijeron:
—No nos está permitido dar muerte a nadie 32–así se cumplió lo que Jesús había dicho sobre la manera en que tendría que morir–.
33Entró de nuevo Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó:
—¿Eres tú el rey de los judíos?
34Jesús respondió:
—¿Eso lo preguntas por tu cuenta o porque te lo han dicho otros de mí?
35Pilato respondió:
—¡Ni que yo fuera judío! Tu nación y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?
36Contestó Jesús:
—Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis soldados habrían peleado para que no me entregaran a los judíos. Pero mi reino no es de aquí.
37Le dijo Pilato:
—Entonces, ¿tú eres rey?
Jesús contestó:
—Tú lo dices. Yo soy rey, para eso he nacido, para eso he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Quien está de parte de la verdad escucha mi voz.
38aLe dice Pilato:
—¿Qué es la verdad?
Condena a muerte
(cfr. Mt 27,15-31; Mc 15,6-20; Lc 23,13-25)
38bDicho esto, salió de nuevo adonde estaban los judíos y les dijo:
—No encuentro en él culpa alguna. 39Y ya que ustedes tienen la costumbre de que ponga en libertad a un preso durante la fiesta de la Pascua. ¿Quieren que suelte al rey de los judíos?
40Volvieron a gritar:
—A ése no, suelta a Barrabás.
Barrabás era un asaltante.
19 1Entonces Pilato se hizo cargo de Jesús y lo mandó azotar. 2Los soldados entrelazaron una corona de espinas y se la pusieron en la cabeza; lo revistieron con un manto rojo, 3y acercándose a él le decían:
—¡Salud, rey de los judíos!
Y le pegaban en la cara.
4Salió otra vez Pilato afuera y les dijo:
—Miren, lo saco afuera para que sepan que no encuentro en él culpa alguna.
5Salió Jesús afuera, con la corona de espinas y el manto rojo.
Pilato les dice:
—Aquí tienen al hombre.
6Cuando los sumos sacerdotes y los policías del templo lo vieron, gritaron:
—¡Crucifícalo, crucifícalo!
Les dice Pilato:
—Tómenlo ustedes y crucifíquenlo, que yo no encuentro en él ningún motivo de condena.
7Le replicaron los judíos:
—Nosotros tenemos una ley, y según esa ley debe morir, porque se ha hecho pasar por hijo de Dios.
8Cuando Pilato oyó aquellas palabras, se asustó mucho. 9Entró en el cuartel y dice de nuevo a Jesús:
—¿De dónde eres?
Jesús no le dio respuesta.
10Le dice Pilato:
—¿No quieres hablarme? ¿No sabes que tengo poder para soltarte y poder para crucificarte?
11[Le] contestó Jesús:
—No tendrías poder contra mí si no te lo hubiera dado el cielo. Por eso el que me entrega es más culpable.
12A partir de entonces, Pilato procuraba soltarlo, mientras los judíos gritaban:
—Si sueltas a ése, no eres amigo del césar. El que se hace rey va contra el césar.
13Al oír aquello, Pilato sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el lugar llamado Enlosado, en hebreo Gábbata. 14Era la víspera de Pascua, al mediodía. Dice a los judíos:
—Ahí tienen a su rey.
15Ellos gritaron:
—¡Afuera, afuera, crucifícalo!
Les dice Pilato:
—¿Voy a crucificar a su rey?
Los sumos sacerdotes contestaron:
—No tenemos más rey que el césar.
16aEntonces se lo entregó para que fuera crucificado.
Crucifixión y muerte de Jesús
(cfr. Mt 27,32-56; Mc 15,21-41; Lc 23,26-49)
16bSe lo llevaron; 17y Jesús salió cargando él mismo con la cruz, hacia un lugar llamado La Calavera, en hebreo Gólgota. 18Allí lo crucificaron con otros dos: uno a cada lado y en medio Jesús.
19Pilato había hecho escribir un letrero y clavarlo en la cruz. El escrito decía: Jesús el Nazareno, rey de los Judíos. 20Muchos judíos leyeron el letrero, porque el lugar donde Jesús fue crucificado quedaba cerca de la ciudad. Además, el letrero estaba escrito en hebreo, latín y griego.
21Los sumos sacerdotes dijeron a Pilato:
—No escribas: Rey de los judíos, sino: Éste ha dicho: Soy rey de los judíos.
22Pilato contestó:
—Lo escrito, escrito está.
23Después que los soldados crucificaron a Jesús, tomaron su ropa y la dividieron en cuatro partes, una para cada soldado; tomaron también la túnica. Era una túnica sin costuras, tejida de arriba abajo, de una pieza. 24Así que se dijeron:
—No la rasguemos; vamos a sortearla, para ver a quien le toca.
Así se cumplió lo escrito:
Se repartieron mi ropa
y se sortearon mi túnica.
Es lo que hicieron los soldados.
25Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María de Cleofás y María Magdalena. 26Jesús, viendo a su madre y al lado al discípulo amado, dice a su madre:
—Mujer, ahí tienes a tu hijo.
27Después dice al discípulo:
—Ahí tienes a tu madre.
Y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa.
28Después, sabiendo que todo había terminado, para que se cumpliese la Escritura, Jesús dijo:
—Tengo sed.
29Había allí un jarro lleno de vinagre. Empaparon una esponja en vinagre, la sujetaron a una caña y se la acercaron a la boca. 30Jesús tomó el vinagre y dijo:
—Todo se ha cumplido.
Dobló la cabeza y entregó el espíritu.
31Era la víspera del sábado, el más solemne de todos; los judíos pidieron a Pilato que hiciera quebrar las piernas de los crucificados y mandara retirar sus cuerpos para que no quedaran en la cruz durante el sábado.
32Fueron los soldados y quebraron las piernas a los dos crucificados con él. 33Al llegar a Jesús, viendo que estaba muerto, no le quebraron las piernas; 34sino que un soldado le abrió el costado con una lanza. Enseguida brotó sangre y agua.
35El que lo vio lo atestigua y su testimonio es verdadero; él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean.
36Esto sucedió de modo que se cumpliera la Escritura que dice: No le quebrarán ni un hueso; 37y otro pasaje de la Escritura dice: Mirarán al que ellos mismos atravesaron.
Sepultura de Jesús
(cfr. Mt 27,57-61; Mc 15,42-47; Lc 23,50-56)
38Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús, por miedo a los judíos, pidió permiso a Pilato para llevarse el cadáver de Jesús. Pilato se lo concedió. Él fue y se llevó el cadáver. 39Fue también Nicodemo, el que lo había visitado en una ocasión de noche, llevando cien libras de una mezcla de mirra y áloe.
40Tomaron el cadáver de Jesús y lo envolvieron en lienzos con los perfumes, según la costumbre de sepultar que tienen los judíos. 41En el lugar donde había sido crucificado había un huerto y en él un sepulcro nuevo, en el que nadie había sido sepultado. 42Como era la víspera de la fiesta judía y como el sepulcro estaba cerca, colocaron allí a Jesús.
Resurrección de Jesús
(cfr. Mt 28,1-10; Mc 16,1-8; Lc 24,1-12)
20 1El primer día de la semana, muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena va al sepulcro y observa que la piedra está retirada del sepulcro. 2Llega corriendo a donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, el que era muy amigo de Jesús, y les dice:
—Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.
3Salió Pedro con el otro discípulo y se dirigieron al sepulcro. 4Corrían los dos juntos; pero el otro discípulo corría más que Pedro y llegó primero al sepulcro. 5Inclinándose vio las sábanas en el suelo, pero no entró. 6Después llegó Simón Pedro, que le seguía y entró en el sepulcro. Observó las sábanas en el suelo 7y el sudario que le había envuelto la cabeza no en el suelo con las sábanas, sino enrollado en lugar aparte.
8Entonces entró el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. 9Todavía no habían entendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos. 10Los discípulos se volvieron a casa.
Se aparece a María Magdalena
(cfr. Mc 16,9-11)
11María estaba afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro 12y ve dos ángeles vestidos de blanco, sentados: uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había estado el cadáver de Jesús. 13Le dicen:
—Mujer, ¿por qué lloras?
María responde:
—Porque se han llevado a mi señor y no sé dónde lo han puesto.
14Al decir esto, se dio media vuelta y ve a Jesús de pie; pero no lo reconoció.
15Jesús le dice:
—Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?
Ella, creyendo que era el jardinero, le dice:
—Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo.
16Jesús le dice:
—¡María!
Ella se vuelve y le dice en hebreo:
—Rabbuni –que significa maestro–.
17Le dice Jesús:
—Déjame, que todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: Subo a mi Padre, el Padre de ustedes, a mi Dios, el Dios de ustedes.
18María Magdalena fue a anunciar a los discípulos:
—He visto al Señor y me ha dicho esto.
Se aparece a los discípulos
(cfr. Mt 28,16-20; Mc 16,14-20)
19Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos con las puertas bien cerradas, por miedo a los judíos. Llegó Jesús, se colocó en medio y les dice:
—La paz esté con ustedes.
20Después de decir esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron al ver al Señor.
21Jesús repitió:
—La paz esté con ustedes. Como el Padre me envió, así yo los envío a ustedes.
22Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió:
—Reciban el Espíritu Santo. 23A quienes les perdonen los pecados les quedarán perdonados; a quienes se los retengan les quedarán retenidos.
24Tomás, llamado Mellizo, uno de los Doce, no estaba con ellos cuando vino Jesús. 25Los otros discípulos le decían:
—Hemos visto al Señor.
Él replicó:
—Si no veo en sus manos la marca de los clavos, si no meto el dedo en el lugar de los clavos, y la mano por su costado, no creeré.
26A los ocho días estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa y Tomás con ellos. Se presentó Jesús a pesar de estar las puertas cerradas, se colocó en medio y les dijo:
—La paz esté con ustedes.
27Después dice a Tomás:
—Mira mis manos y toca mis heridas; extiende tu mano y palpa mi costado, en adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe.
28Le contestó Tomás:
—Señor mío y Dios mío.
29Le dice Jesús:
—Porque me has visto has creído; felices los que crean sin haber visto.
30Otras muchas señales hizo Jesús en presencia de sus discípulos, que no están relatadas en este libro. 31Éstas quedan escritas para que crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida por medio de él.
Se aparece junto al lago
21 1Después Jesús se apareció de nuevo a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Se apareció así: 2Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos. 3Les dice Simón Pedro:
—Voy a pescar.
Le responden:
—Nosotros también vamos.
Salieron y subieron a la barca; pero aquella noche no pescaron nada. 4Al amanecer Jesús estaba en la playa; pero los discípulos no reconocieron que era Jesús. 5Les dice Jesús:
—Muchachos, ¿tienen algo de comer?
Ellos contestaron:
—No.
6Les dijo:
—Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán.
Tiraron la red y era tanta la abundancia de peces que no podían arrastrarla. 7El discípulo amado de Jesús dice a Pedro:
—Es el Señor.
Al oír Pedro que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua. 8Los demás discípulos se acercaron en el bote, arrastrando la red con los peces, porque no estaban lejos de la orilla, apenas unos cien metros. 9Cuando saltaron a tierra, ven unas brasas preparadas y encima pescado y pan.
10Les dice Jesús:
—Traigan algo de lo que acaban de pescar.
11Pedro subió a la barca y arrastró hasta la playa la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aunque eran tantos, la red no se rompió.
12Les dice Jesús:
—Vengan a comer.
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían que era el Señor.
13Jesús se acercó, tomó pan y se lo repartió e hizo lo mismo con el pescado.
14Ésta fue la tercera aparición de Jesús, ya resucitado, a sus discípulos.
Misión de Simón Pedro
15Cuando terminaron de comer, dice Jesús a Simón Pedro:
—Simón hijo de Juan, ¿me quieres más que éstos?
Él le responde:
—Sí, Señor, tú sabes que te quiero.
Jesús le dice:
—Apacienta mis corderos.
16Le pregunta por segunda vez:
—Simón hijo de Juan, ¿me quieres?
Él le responde:
—Sí, Señor, tú sabes que te quiero.
Jesús le dice:
—Apacienta mis ovejas.
17Por tercera vez le pregunta:
—Simón hijo de Juan, ¿me quieres?
Pedro se entristeció de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le dijo:
—Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero.
Jesús le dice:
—Apacienta mis ovejas. 18Te lo aseguro, cuando eras joven, tú mismo te vestías e ibas a donde querías; cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te atará y te llevará a donde no quieras.
19Lo decía indicando con qué muerte había de glorificar a Dios.
Después de hablar así, añadió:
—Sígueme.
20Pedro se volvió y vio que lo seguía el discípulo amado de Jesús, el que se había apoyado sobre su costado durante la cena y le había preguntado quién era el traidor.
21Viéndolo, Pedro pregunta a Jesús:
—Señor, y de éste, ¿qué?
22Le responde Jesús:
—Si quiero que se quede hasta que yo vuelva, ¿a ti qué? Tú sígueme.
23Así se corrió el rumor entre los discípulos de que aquel discípulo no moriría. Pero no le dijo Jesús que no moriría, sino: Si quiero que se quede hasta que yo vuelva [a ti qué].
24Éste es el discípulo que da testimonio de estas cosas y lo ha escrito; y nos consta que su testimonio es verdadero.
25Quedan otras muchas cosas que hizo Jesús. Si quisiéramos escribirlas una por una, pienso que los libros escritos no cabrían en el mundo.